Los dados ya están cubileteados, pero todavía no echados. Al día de hoy solo cinco candidatos tienen alguna posibilidad de éxito: Keiko, PPK, Barnechea, Mendoza y García. Los demás son solo error estadístico.
Salvo que esta semana el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) excluya a Keiko –terremoto político que devolvería las elecciones a fojas uno–, es evidente que Fuerza Popular pasará a la segunda vuelta con un sólido tercio de los votos nacionales, gracias a que ha sabido construir un partido de presencia nacional en los últimos diez años y a que, en gran medida, Keiko ha marcado distancia del autócrata preso.
Lo de PPK, pese a su relativo repunte a partir de la captación de votos de los excluidos Acuña y Guzmán, es todavía un albur porque claramente no ha podido repetir el ‘clic’ con los jóvenes que sí logró en la campaña anterior, y porque un amplio e influyente sector policial y militar guarda profundo resentimiento con Meche Aráoz por su oposición (cuando fue ministra aprista) a resolver el gravísimo problema de los retirados.
El caso de Barnechea es interesante. Por contraste, su estructura lógica lo hace brillar frente a planteamientos erráticos de los coleros en el proceso. También es cierto que se trata de un intelectual con credenciales democráticas, aunque cuando se revisa su propuesta más son las vaguedades que los acertos. Pero su atractivo electoral depende mucho de la novelería, de la cara nueva y de la marca poderosa de Acción Popular, el ilustre partido que fundó Fernando Belaunde.
No obstante, su soberbia actitudinal, que lo lleva a comportarse como señorito lejano del pueblo y el mismo partido, que hoy está más plasmado en el papel que en la realidad, es su talón de Aquiles. Además, mientras no haga un deslinde con personalidades que transitaron por alianzas congresales contra natura como el izquierdista Manuel Dammert y el ahora candidato Augusto Rey (cómplice del desastre de Susana Villarán), el voto de los ‘barnechéveres’ será muy volátil.
Sobre Verónika Mendoza es muchísimo lo que podría listarse: no es demócrata real en los términos liberales y constitucionales que nos rigen. Chavista solapada, representa a una amalgama marxistoide que no ha salido del diván psiquiátrico desde la década de 1960, postula un estatismo neovelasquista, está aliada con antimineros radicales como el ex cura Arana, es incapaz de denunciar la vesania terrorista (habla de “los años de violencia política”), lleva en su lista parlamentaria a personajes vinculados al emerretismo, propugna control de los medios de expresión y carece de autoridad moral desde que fue secretaria de Nadine Heredia, de quien jamás ha deslindado en las acusaciones de corrupción.
En este contexto, el ‘voto saltarín’ que fluctúa paradójicamente entre Barnechea y Mendoza puede terminar orientándose a García, quien extrañamente no remonta en las encuestas, pero tiene la suficiente experiencia y maña para sorprender a un país que está desflemándose emocionalmente, y que quizá solo ante las ánforas despierte a una razón ahora dormida.
Una segunda vuelta Keiko-Alan sería de antología, pero, claro, cualquier cosa puede pasar dependiendo de si los peruanos se comportan como electores responsables.