A la señora Boluarte la bajaron del avión. Cuando todos pensábamos que la votación del Congreso para autorizar su viaje a los Estados Unidos sería solo un trámite, 55 legisladores de variada extracción partidaria le dijeron que no. Que mejor se quedase por aquí nomás para atender los incendios forestales que están arrasando con campos y animales por todo el país, y que ya han cobrado la vida de 18 personas. Tras la negativa, la gobernante pretendió convencernos de que el asunto no la había afectado demasiado y, en un mensaje a la nación, sostuvo más o menos que “al cabo que ni quería”. Pero era evidente que la habían dejado con los crespos hechos. No es difícil imaginarla haciendo maletas mientras veía sus novelas turcas en Palacio y deliberando con alguna amiga qué colorcito pastel debía echarse encima para asistir a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Anticipando, en buena cuenta, lo que serían unos días de esparcimiento en Nueva York, lejos del abucheo que la persigue por calles y plazas, y de las preguntas incómodas del Ministerio Público. Además, con respecto a la denuncia que planteó en ese mismo mensaje sobre algunos congresistas que “estarían siendo influenciados para votar en contra de la [reconsideración] de la autorización del viaje”, lo que se ha sabido luego es que la cosa fue al revés. Esto es, que fueron voceros del Ejecutivo, más bien, los que trataron de persuadir a algunos de los miembros de la representación nacional de ser buenitos y respaldar la reconsideración de marras y, en última instancia, el viaje. O sea que, ganas de seguir acumulando millas, la señora tenía.
–The Inner Light–
Abona esa tesis, asimismo, el hecho de que ella haya ensayado argumentos un tanto deleznables para descalificar a los parlamentarios que se negaron a sellarle el pasaporte. En alusión a quienes votaron a favor del periplo, por ejemplo, la mandataria ha aseverado: “Solo 50 congresistas entendieron la importancia de la presencia peruana en esta gran asamblea”... De lo que se sigue que los que votaron en contra serían unos ceporros irremediables. Calificó, por otra parte, la actitud de esos parlamentarios como una “afrenta al Perú”, confundiendo su identidad con la de la patria e ignorando que, si la Constitución exige que cada viaje presidencial sea autorizado por el Legislativo, es porque la posibilidad de que la respuesta sea negativa está abierta y no constituye atentado alguno contra la democracia.
Vamos, lo que ha sucedido, en realidad, es que poco a poco se está produciendo un cambio de clima en la Plaza Bolívar y los antiguos incondicionales de esta administración ya no están dispuestos a serlo de modo tan rochoso. La presidente, en consecuencia, tendría que buscar a partir de ahora una alternativa a las excursiones que tanto le gustan. Una alternativa que le permitiese prescindir del permiso de ese foro crecientemente hostil hacia ella y, así, poder distanciarse de las miserias del trajín político cotidiano cada vez que se le antojase. Y es aquí donde, a juicio de esta pequeña columna, la exploración espiritual asoma como una opción idónea. “Sin salir de la puerta se conoce el mundo” y “cuanto más lejos se va, menos se aprende”, escribió hace cerca de 2.500 años Lao Tse en el Tao Te King, y sus enseñanzas tuvieron eco hasta en las canciones de los Beatles y Les Luthiers. Conocer el interior, por lo demás, no solo le daría a la señora Boluarte la oportunidad de entonar un “om” de pecho en armonía con el universo, sino también la de apagar algunos de los incendios que la están chamuscando viva.