Estamos a 48 horas de la última actualización del software de inteligencia artificial (IA) más popular de los últimos tiempos y que seguramente usted identifica con el alias más simple de ChatGPT.
Y es que, desde su lanzamiento en noviembre del 2023, muchos de nosotros nos hemos encontrado en alguna conversación, con colegas, amigos o familia, en la que alguien trae el tema de ChatGPT, contando como anécdota cómo lo ha incorporado en su día a día, manifestando su sorpresa por su capacidad para “crear” contenido o hablando de las preocupaciones que puede generar el avance de la IA. Digamos que esta tecnología es la más cercana a lo que será una tecnología que nos acompañará en el día a día, de aquí en adelante, tal como si fuera un entrenador o un copiloto de ruta.
Porque el impacto del uso de ChatGPT en nuestra productividad y creatividad, como “herramienta” copiloto para mejorar la calidad de una tarea o su rol como fuente de inspiración –sumado a su fácil e intuitivo uso en formato de chat–, ha generado una adopción masiva que nos confronta con varios dilemas no solo éticos, sino también respecto de la redefinición de algunas tareas y profesiones. Si, por ejemplo, ChatGPT será una suerte de superasistente inteligente que se encargará de muchas de nuestras actividades recurrentes que antes nos quitaban tiempo –revisar emails y priorizarlos según relevancia, corregir escritos, escribir memos, etc.–, entonces podremos dedicarnos a otras actividades más estratégicas como, por ejemplo, qué haremos en el mediano plazo.
Es importante mencionar que ChatGPT se ubica, dentro del escenario tecnológico de la inteligencia artificial, en la categoría de IA generativa: tecnología que tiene la capacidad de crear y generar contenido original como texto, imágenes, código, audio o video, a partir de un conjunto de instrucciones expresadas en forma de texto. Y ello supone también que la forma en la que vamos a interactuar con esta tecnología está en proceso de cambio. Hoy el paradigma predominante de interacción con la tecnología es mediante indicaciones basadas en clics: si queremos cambiar el formato en un documento de Word, haremos una serie de clics; si vamos a editar un objeto en Photoshop, serán otros clics.
Imaginemos ahora que al abrir una planilla de Excel nos encontramos con una interfaz tipo chat, que nos permite escribirle: “en base a la tabla de ventas por sucursal, crear una gráfica de barras, indicando en cada barra el porcentaje sobre el total”. Y al oprimir “Enter”, nuestra gráfica se dibuja tal y como lo indicamos. En seguida, nos damos cuenta de que quisiéramos tener un filtro que nos permita elegir el rango de tiempo para dichas ventas y le indicamos “agregar un filtro para definir el período de tiempo de ventas”, “Enter” y ahí está. Este nuevo paradigma de cómo interactuar con una aplicación, indicándole con una instrucción de texto qué es lo que deseamos hacer, en lugar de recorrer cada paso-clic para llegar al objetivo, es parte de los cambios radicales que la versión 4 del ChatGPT-4.0 trae consigo en el uso de la tecnología y el impacto en productividad.
En resumen, ChatGPT es la primera manifestación de la IA generativa que ha democratizado y hecho masivo su uso y acceso. En el futuro cercano, veremos el impacto de dicha tecnología en múltiples herramientas y escenarios, así como el desarrollo de múltiples tipos de ChatGPT, de distintos proveedores de tecnología y aplicados a la generación de variados tipos de contenidos.
Este contexto genera una fascinante oportunidad en términos de productividad, amplificación de nuestras habilidades, creatividad e inspiración: la tecnología como un “extraordinario” copiloto en el día a día.