Los periodistas somos personas que contamos historias sobre personas. De allí que el sufrimiento del otro lo sentimos como nuestro a pesar de la distancia (no estamos presentes en el momento en que se producen los acontecimientos) y las formas de interactuar con ello. La empatía es inevitable, porque el periodista, como todo ser humano, no es ajeno a sentir como suyo el dolor del otro.
La carga informativa en imágenes, videos y audios que llegan en las últimas semanas por diferentes medios de comunicación, incluido Internet, referidos al conflicto entre palestinos e israelíes, nos obliga a escribir unas líneas sobre el tratamiento informativo del dolor. Vemos con angustia y tristeza los constantes bombardeos que vienen de ambos lados, la desesperación de las personas con los cuerpos de sus hijos muertos en sus brazos, la destrucción y la desolación en los pasadizos de los hospitales en la franja de Gaza con cientos de heridos y muertos, entre ellos decenas de niños.
Hay que tener en cuenta que la información sobre la guerra en el Medio Oriente está mediatizada porque no se transmite directamente de emisor a receptor, sino a través de un medio de comunicación que cuenta con imágenes en movimiento, foto, texto y audio.
Los periodistas ejercemos de mediadores sobre las circunstancias en que se desarrollan los hechos, las que se someten a un proceso de edición y cortes para aprovechar las cargas expresivas de las imágenes y lo que, a priori, pensamos que les resulta más atractivo a las audiencias. Precisa Eugenio Yáñez (2010) que “el dolor es noticia y es una muy buena noticia, ya que tiene todos los factores para serlo: proximidad, actualidad, drama, prominencia, novedad, interés, suspenso. Por lo que es una información de mucho magnetismo, altamente atractiva para los medios”.
Los acontecimientos pasan por un filtro. Es en esa mediación que muchas veces la construcción de los mensajes; es decir, ese dar forma, está cargada de espectacularidad, expresividad y emotividad, porque está condicionada a las características de los medios de comunicación: prensa escrita, radio, televisión. Los efectos con que se recibe la información sobre el sufrimiento son diferentes si este se da a conocer en un audio, en una foto o en un video. En el caso de las redes sociales, hay que considerar la hipertextualidad, multimedialidad, temporalidad y usabilidad como agravantes en la difusión de mensajes, además de la interactividad que permite la participación de los receptores.
Precisamente, es esa empatía la que anima a reflexionar sobre la responsabilidad ética y los criterios deontológicos que debemos considerar al momento de construir este tipo de mensajes y el tratamiento que se le debe dar, y también meditar sobre cuál es el verdadero interés informativo que se tiene con la difusión, o si solo se pretende generar emociones en el público. Cuáles serían los límites, especialmente con las imágenes que difunden, en primeros planos, la pena y la angustia de niños heridos, ancianos, familias, etc. Si no nos detenemos a pensar sobre ello, la difusión de estos hechos sería innecesaria e injusta para los dolientes y los receptores.
En sentido amplio, los periodistas no debemos olvidar que el sufrimiento es una de las situaciones más íntimas del ser humano, por lo que, según el profesor español José María Desantes, este no es objeto de la información, salvo que la misma persona doliente permita la difusión y el acceso público. El periodista es un ser humano y tiene el gran desafío de trabajar con responsabilidad ética, mantener la calidad informativa y, sobre todo, no perder la empatía con el dolor ajeno. La compasión es importante en todo el ciclo informativo y la rutina diaria.