Iván Alonso

No le fue bien a la economía estadounidense en la parte final del gobierno de , que acaba de morir con 100 años cumplidos. La inflación llegó al 14% en 1980, un récord para su país; el producto bruto interno (PBI) se contrajo 0,3%; y más de un millón de personas se quedó sin trabajo. En la campaña electoral de ese año, el entonces candidato presidencial republicano, Ronald Reagan, dijo memorablemente que “recesión es cuando tu vecino pierde su trabajo; depresión es cuando tú pierdes el tuyo; y recuperación es cuando Jimmy Carter pierde el suyo”.

Carter impuso también un récord para la época en materia de regulación económica, con más de 290.000 páginas agregadas al Federal Register durante su gobierno, una manera como los estadounidenses miden la carga regulatoria. Varios presidentes lo han superado después: Clinton en su segundo período, Bush hijo en ambos, Obama también en ambos. Trump se quedó corto por muy poco.

Paradójicamente, a pesar de ese incremento en la carga regulatoria, hubo en los años de Carter avances decisivos en la desregulación de algunos sectores económicos. En 1978 se promulgó la Airline Deregulation Act, que liberalizó la aviación comercial; la Public Utility Regulatory Policies Act (PURPA), que creó un mercado mayorista de electricidad donde antes había solamente monopolios locales verticalmente integrados (compañías distribuidoras con sus propias centrales de generación); y la Natural Gas Policy Act, que abrió el mercado a las importaciones desde Canadá y México. Y en 1980 se promulgó la Motor Carrier Act y la Staggers Act, que desregularon, respectivamente, el transporte terrestre de carga y el transporte ferroviario de granos.

Todo esto, se podría decir, era mérito del Congreso. Pero ya en la campaña electoral de 1976 había adoptado Carter una posición a favor de la desregulación de los vuelos comerciales, y como presidente se empeñó en convertirla en ley. Nombró, además, como director de la Civil Aeronautics Board a Alfred Kahn, un eminente economista de la Universidad de Cornell que llevaba años estudiando los efectos nocivos de la regulación para el consumidor estadounidense y que rápidamente eliminó las restricciones de acceso a las rutas y los controles de tarifas.

Carter fue un pionero de las declaraciones de impacto regulatorio, exigiendo que cada nueva regulación detallara claramente sus objetivos y las maneras alternativas de lograrlos y estuviera, además, escrita “in plain English” (o en términos sencillos), algo tan difícil y, a la vez, tan importante.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Iván Alonso es economista

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