Alejandra Costa

Lo mínimo que se puede esperar de un gobierno funcional es que los puestos estratégicos del aparato estatal estén ocupados. Lo ideal sería que los nombrados sean profesionales de reconocida capacidad, pero esto parece mucho pedir si vemos cómo el ministro de Economía y Finanzas, , ha permitido que el viceministerio de Hacienda y el directorio de Petro-Perú hayan permanecido descabezados durante más de tres semanas.

Y este vacío no se da en cualquier circunstancia, sino en pleno debate en el Congreso del presupuesto del sector público para el próximo año y en medio de la tormenta financiera que afecta a la petrolera estatal. Arista ha anunciado, muy tranquilamente, que estos nombramientos se darán al terminar esta semana, pero al cierre de esta columna aún no se conocía quiénes reemplazarían a Betty Sotelo en Hacienda y a los miembros del directorio de Petro-Perú que dejaron sus puestos el 10 de setiembre.

Más allá de la eternidad de estos vacíos, lo que preocupa es que, en ambos casos, la salida de funcionarios de reconocida capacidad se habría gatillado por la predilección del gobierno de Dina Boluarte por aplicar criterios políticos a decisiones que deberían ser eminentemente técnicas. Esta preponderancia de lo político sobre lo técnico no solo nos está costando talento en el sector público, sino también la confianza de las agencias calificadoras de riesgo.

En una entrevista con “Semana económica”, el vicepresidente del Grupo de Riesgo Soberano de Moody’s, Jaime Reusche, explicó que este factor los ha llevado a dejar de confiar en que el déficit fiscal vaya a cumplir las metas fijadas por el propio no solo este año, sino también en el 2025, y que sus esperanzas de que se vuelva a imponer el buen manejo fiscal están puestas en el próximo gobierno.

Esto, en circunstancias normales, habría encendido todas las alertas en el MEF, pero Arista no se inmuta. Es difícil imaginar la fuente de su sosiego, pues el resto del país está condenado a ver cómo la palabra del MEF pierde peso no solo frente a sus pares en el Ejecutivo, sino que deja de ser tomada en serio por quienes guían el rumbo de las inversiones en el mundo.

Su problema es que, a diferencia de su antecesor Alex Contreras –que encontró en las protestas y el clima el “colchón” que amortiguaba todos sus tropiezos–, el ministro no va a tener a qué echarle la culpa cuando se vuelva a incumplir la meta del déficit. Y si sigue dejando puestos vacantes o cambiando funcionarios cada pocos meses, como ha sucedido en la Sunat, tampoco va a tener a quién.






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Alejandra Costa es Curadora de Economía de Comité