Gonzalo Banda

no merece ningún matiz, salvo la condena unánime de la izquierda latinoamericana. El es la afrenta viva más siniestra contra cualquier proyecto político hecho en nombre de la izquierda en la región, la demostración empírica más patente del fracaso de un proceso revolucionario latinoamericano que, en más de dos décadas desde que llegó al poder, solo ha empobrecido más a su pueblo, ocasionando la más cruenta de su historia y consolidando el ascenso de una clase política corrupta y mafiosa.

A pesar de toda la evidencia, no deja de sorprender la sórdida defensa o la cómplice indiferencia con la que una parte de la izquierda latinoamericana ha tratado el caso . Normalmente, como recordaba Raymond Aron, la izquierda es muy crítica de los rasgos imperfectos de la democracia liberal, pero cuando le llega la hora de condenar sin reparos la tiranía de un déspota con quien comparte ideología, la ‘intelligentsia’ de izquierda se desentiende. Aparecen en su vocabulario diplomático frases que normalmente no pronunciaría si el régimen que reprimiera fuera de derechas; habla de respeto a la soberanía y de salidas negociadas, aunque al pueblo venezolano lo estén moliendo a palos.

El caso venezolano no es un espejismo lejano e irrelevante para el . Mientras Venezuela siga siendo una dictadura en la región y nuestros países hayan tenido que refugiar a millones de venezolanos que han huido de su nación para soñar con algún tipo de porvenir, nuestros políticos de izquierda necesitarán esclarecer, sin ningún reparo, su postura frente al chavismo. No se trata de una frivolidad, sino de la mayor de la historia deque ha remecido las capacidades estatales de nuestros países.

La desolación de Venezuela ratifica que, en el Perú, la democracia no puede ser ingenua frente a sus enemigos, ni proteger bajo el amparo de las instituciones a fuerzas que amenazan con destruirla con total desparpajo. Si bien son tiempos donde las democracias más grandes del mundo se han polarizado y se han sometido bajo las batallas culturales entre las izquierdas y las derechas más radicales; también son tiempos para que esas aves de mal agüero “institucionalistas”, los apóstoles de la poliarquía, acusados tantas veces por la izquierda radical de ser instrumentos serviles en manos de la democracia burguesa y por la derecha radical de ser instrumentos del ‘wokismo’ mundial y de la agenda 2030, despierten.

Venezuela ha entrado en un territorio más cercano a y , por eso la izquierda política democrática debería ser la más interesada en deslindar del chavismo en cualquier debate reformista serio, por todo el daño que les ha ocasionado y toda la idolatría enfermiza que sigue despertando en la izquierda latinoamericana más anquilosada, tan alienada como en los tiempos en que sacaba el paraguas cuando llovía en .

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gonzalo Banda es Analista político