
Hay una tendencia entre los economistas a menospreciar una tasa de crecimiento del 3,3%, como la alcanzada por la economía peruana el año pasado. “No es suficiente”, dicen algunos, como temiendo ser tildados de conformistas. ¿No es suficiente para llegar dónde y cuándo? La pregunta no es si la tasa de crecimiento es o no es suficiente para alcanzar un objetivo que no está bien definido, en un plazo que tampoco está bien definido. La pregunta es si ese crecimiento ha traído una mejora para la mayoría de la gente. Enseguida volvemos a eso.
Después de la caída del 0,6% en el 2023, la primera recesión en 30 años, exceptuando el año de la pandemia, es tentador decir que solamente ha sido un rebote. Pero el rebote es un buen símil para usarlo retrospectivamente, nada más. No había nada de inevitable en el crecimiento del 2024. Nada garantizaba que las actividades interrumpidas por las protestas y las lluvias se recompusieran. La economía podría haberse estancado en el pantano del populismo y la indisciplina fiscal. Y, sin embargo, se movió.
¿Cuántas personas se han beneficiado? El crecimiento económico, recordemos, es un aumento de la producción y un aumento concomitante de los ingresos, incluyendo las utilidades de los empresarios y las remuneraciones de los trabajadores. Si todos los sectores han crecido, salvo el financiero, quiere decir que los ingresos han subido en un amplio espectro de actividades económicas, diseminadas por todo el país. No es casualidad que en todos los departamentos, salvo Piura, haya subido la recaudación de tributos internos, señal inequívoca de mayores ventas e ingresos. En la mayoría la subida es, proporcionalmente hablando, el doble o el triple que en Lima.
El crecimiento del 3,3% se ha logrado sin un gran aumento en el empleo (aunque en Lima metropolitana nunca había habido tanta gente trabajando). Se está produciendo más casi con el mismo número de trabajadores. Obviamente, eso significa que se habría podido crecer más si más personas hubieran estado ocupadas, particularmente en el rango de edad de 14 a 24 años. No podemos, sin embargo, prejuzgar si eso es positivo o negativo. Puede ser que esos cien mil jóvenes que dejaron la fuerza laboral no hayan encontrado trabajo. También puede ser que no lo hayan buscado y que hayan decidido irse del país, quién sabe si desilusionados o atraídos por la escasez de mano de obra afuera, o volver a estudiar porque su situación familiar ahora se lo permite.

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