Una de las causas del deterioro imparable de la confianza en los políticos es la cantidad de veces que se les sorprende jugando al límite con la verdad o simplemente mintiendo.
De ello no se ha librado la mayoría de los discursos de Fiestas Patrias, en los que muchos de los anuncios han sido solo fuegos artificiales, para que se debatan unos días, para luego pasar al olvido. Como en varios otros rubros de su quehacer presidencial, Dina Boluarte ha llevado esta práctica a niveles siderales.
Reviso sus principales anuncios del 28 de julio pasado en los temas que me son más cercanos y constato lo que me temía: cinco meses después, nada o casi nada de lo dicho se ha cumplido.
En su recuento de lo que había hecho el año precedente dijo sin ruborizarse: “Organizaciones sanguinarias había que enfrentarlas. Nuestras acciones han sido integrales, desde el fortalecimiento de la investigación criminal policial, con capacitación y equipamiento, hasta inversiones importantes en puestos policiales, comisarías y control migratorio en diversas regiones”.
Su anuncio más impactante para el año que se venía: “Se ha iniciado un proceso de modernización integral del Ministerio del Interior (Mininter), priorizando la atención oportuna al ciudadano, la articulación con otras entidades del Estado, la meritocracia y la erradicación de todo indicio de corrupción. Este proceso de modernización incluye también el cambio de denominación del Ministerio del Interior a Ministerio de Seguridad Pública”.
Hubo algo de debate y un rápido consenso en que cambiar de nombre a un ministerio no iba a modificar su esencia. Ahí quedó, no se habló más y en el Mininter la meritocracia hay que buscarla con microscopio y los indicios de corrupción abundan.
Y ya que hablamos de ministerios, la presidenta anunció la creación del de Infraestructura. Toda una revolución que habría requerido que muchas y grandes unidades ejecutoras pasasen al nuevo ente. A su vez, dijo que dos pares de ministerios se iban a fusionar. Fuentes palaciegas de la época deslizaban que el par cantado eran el de la Mujer y Poblaciones Vulnerables y el de Desarrollo e Inclusión Social. No se necesitaba información de dentro para saber que uno de los protegidos de la presidenta, el ahora tristemente célebre Julio Demartini, asumiría el resultante.
La discusión sobre las reformas del Estado es muy importante y merecería hacerse en un gobierno con legitimidad que gane las elecciones con esa propuesta. Con Dina no había terminado agosto y ya estaban en el olvido.
La presidenta sostuvo también que “no le va a entregar nuestro país a la delincuencia […] . Nuestra población será testigo del despliegue policial a todas horas del día. Utilizaremos la fuerza policial para cuidarlos desde que amanece, para que puedan conducirse con seguridad a sus centros de trabajo y estudio, y también los cuidaremos al retorno a sus hogares”.
En su discurso aludió a Amanecer Seguro y Retorno Seguro. Ello se concretó en operativos de búsqueda de requisitoriados y buena cobertura de prensa; pero, pasados los meses, se tornaron cada vez más espaciados y pequeños.
La que viene es de antología: “Tomando como referencia experiencias exitosas de las ciudades más desarrolladas del mundo, en un plazo máximo de dos meses el Mininter impulsará un piloto de seguridad y vigilancia en los principales centros comerciales del país, que incluirá el uso de cámaras de identificación facial que permitirá a la Policía Nacional del Perú detectar a personas con requisitorias, a criminales con recompensas por su captura, personas con antecedentes y aquellos que son recurrentes en la modalidad de hurtos y robos en estos espacios”.
Tres meses después de vencidos los dos meses del plazo máximo anunciado, ni siquiera una coordinación preliminar se había producido.