Una revisión de los números del crecimiento puneño desmiente todos los mitos. El primero es el que le echa la culpa de lo que ocurre al centralismo. Veamos. En el 2021, Puno representaba el 2% del producto nacional, pero ese año el gasto público en la región fue el 3,3% del total nacional, y los proyectos de inversión pública alcanzaron el 3,7% del total (MEF). Es decir, Puno, recibe más de lo que da. El problema está en la corrupción local y regional, lo que inflama a la gente. Según el contralor Nelson Shack, en Puno se han dejado de gastar en cinco años S/2.600 millones, con los que se hubiera podido cerrar muchas brechas.
El segundo mito es el que asegura que el modelo económico lo dejó fuera, que Puno es un perdedor del modelo. Por el contrario, si bien es el cuarto departamento más pobre del país, ha crecido a una tasa mayor que el promedio nacional. Entre el 2007 y el 2021, su ingreso por habitante aumentó 4% al año; en el resto del país, solo 2,8% (Iván Alonso). La actividad que más ha crecido en la última década y media es la construcción, 7,4% al año. La cantidad de ciudadanos peruanos y extranjeros que llegaron a establecimientos de hospedaje entre el 2001 y el 2019 pasó de 240.000 a 1′295.000, multiplicándose por 5,5% (INEI, 2022). La producción de quinua se multiplicó casi por tres entre el 2001 y el 2022, exportando una parte importante, y la producción de papa por 3,1, para atender el mayor consumo de las ciudades generado por la gran cantidad de personas que salían de la pobreza.
En efecto, entre el 2004 y el 2019, la pobreza en Puno cayó abismalmente, del 79,3% al 34,7%. Surgió una clase media emergente, un capitalismo popular que incluso acudió a la banca formal a buscar financiamiento. En efecto, el valor de los créditos de la banca múltiple entre el 2001 y el 2021 se multiplicó por ¡29!, pasando de S/82 millones a S/2.388 millones. Una expansión exponencial.
Y es aquí donde nos empezamos a asomar a los problemas. Es posible que una parte de esos nuevos prestatarios tuvieran problemas para pagar sus créditos con la pandemia. De hecho, la pobreza, que había caído tanto, volvió a subir ocho puntos luego de la pandemia, llegando al 42,6% en el 2021. No hay peor fragilidad, malestar y frustración que no poder pagar obligaciones y perder un nivel de vida ya alcanzado.
A ello se sumó la mayor presión de la Sunat. La recaudación creció en Puno a una tasa mayor que el crecimiento de la producción. En efecto, entre el 2007 y el 2021 el valor bruto de la producción a precios corrientes se multiplicó por tres. En cambio, entre esos mismos años, la recaudación por tributos internos se multiplicó por cinco. A su vez, los ingresos recaudados por tributos aduaneros se multiplicaron por seis, con un gran crecimiento el 2021 y el 2022, lo que significaría que aduanas se puso fuerte esos dos últimos años. Y el número de contribuyentes pasó de 51.300 a nada menos que 319.000.
Entonces, es posible que el crecimiento de ese extendido capitalismo popular emergente haya chocado con el límite impuesto por una tributación y unas regulaciones excesivas impuestas por Lima, que les impedían formalizarse o mantenerse en la formalidad y pagar sus obligaciones al mismo tiempo, en circunstancias de caída económica general, estallando contra el sistema bajo el liderazgo de una izquierda radical precisamente antisistema que atizó la indignación generada por la posverdad de unos poderes limeños que derrocaron a su representante Pedro Castillo. Y con el soporte de una minería ilegal que tampoco se puede formalizar debido a normas imposibles de cumplir.