Demasiado tarde. Dina Boluarte intentó fallidamente quedar bien con el sector de la tribuna que no le hace barra, pero que evita pifiarla. Quiso despejar las dudas sobre las posiciones evasivas de su canciller Elmer Schialer y de su jefe de Gabinete Gustavo Adrianzén respecto de Venezuela. El viernes habló de “fraude” y “dictadura”, exigió que se muestren las actas y remató con un simplón remedo de frase cliché: “El que nada tiene, nada teme (¿?)”.
Pero la incertidumbre se mantiene. La extemporánea declaración de Boluarte puede ser la confirmación de una pasmosa falta de reflejos del Gobierno o un gesto desesperado para corregir un desatino. De cualquier forma, no ha tenido repercusión y todo el mundo sigue recordando la vergonzosa frase de su canciller: “Que los problemas de Venezuela sean resueltos por los venezolanos”. Adrianzén y sus acrobacias verbales para esquivar la palabra “fraude” tampoco ayudaron mucho. A estas alturas, ya no sabemos si la posición del Gobierno ha dado un giro, un salto, un volantín o un estrepitoso resbalón.
El canciller Schialer ha sido citado para el lunes en el Congreso. Será la ocasión para que aclare de una vez la posición peruana. No hay lugar para más confusión, tibieza o evasivas. No puede ponerse en modo Verónika Mendoza cada vez que le preguntan si Maduro es dictador. Estará ante parlamentarios ávidos de precisiones que no entienden de oficios con naturalezas discretas.
Desde algún escondite en Pisco, Arequipa, Huancayo o Asia, Vladimir Cerrón estará atento a la presentación y digitando las preguntas de sus congresistas. No ocultó su alegría ante la salida de Javier González-Olaechea y, como gran admirador de la tiranía de Maduro, tiene interés en el tema. No olvidemos tampoco que sus parlamentarios viajaron a Venezuela como “neutrales veedores”. Y aunque hoy finge ser opositor de la presidenta a la que su partido llevó al poder, la relación entre ambos es un cofre de sorpresas que aún no se abre.