Editorial El Comercio

Ayer, con la toma de mando de , dejó la presidencia de tras seis años de gobierno. Cuando asumió el cargo, en el 2018, el tabasqueño lo hizo con una retórica de refundación del país a través de lo que llamó la “cuarta transformación”, en la que comparaba su llegada a la presidencia con tres momentos claves en la historia mexicana: las guerras por la independencia, las reformas de Benito Juárez y la revolución que derrocó la dictadura de Porfirio Díaz. AMLO se veía a sí mismo como un elegido (un “mesías tropical”, en palabras del historiador ) que marcaría un parteaguas en la historia del país norteamericano.

Pese a lo que mucho que prometió, sin embargo, su sexenio ha logrado muy poco. Para comenzar, México sigue siendo el país controlado por el y el que él aseguró que cambiaría con su política de “abrazos y no balazos”. Su sexenio no solo no consiguió revertir la situación, sino que termina como el más violento en toda la historia del país, con más de 190.000 asesinatos. En paralelo, no cumplió con la promesa de darle una resolución al caso de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa y, por si fuera poco, ha impulsado una polémica que, entre otras cosas, obligará a que los jueces sean elegidos por votación popular, con los riesgos que este conlleva de cooptación de la justicia por parte de intereses nada santos.

Asimismo, es imposible no olvidar su irresponsable manejo de la que dejó más de 330.000 mexicanos muertos, mientras él aparecía públicamente sin mascarilla asegurando que su uso no era “indispensable”. Y pese a que en el 2022 afirmó que México tendría un sistema de salud pública “como el de ”, lo que tiene hoy es lo contrario: uno en el que millones no pueden atenderse y donde su reforma para acabar con la en las compras de medicamentos dejó un sistema desabastecido.

Con el , además, AMLO tuvo una historia particular, pues se dedicó a defender a tras el golpe que este dio el 7 de diciembre del 2022 y llegó a decir que su destitución por parte del fue “un golpe blando”. Una postura que agrió las relaciones internacionales, tan fructíferas durante décadas, entre nuestros países.

Antes que una “cuarta transformación”, el sexenio de AMLO ha representado más bien una transformación de cuarta. No ha cambiado nada y solo ha servido para polarizar aún más el país con su retórica divisiva y con sus constantes ataques a los periodistas y a todo aquel que se le opuso. Lo que hasta ahora se sabe de su sucesora, lamentablemente, no invita a pensar que este sexenio vaya a ser muy diferente.

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