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Promesas vacías
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En un país en el que la delincuencia y la minería ilegal se han convertido en los dos principales flagelos nacionales, la presidenta Dina Boluarte optó en su mensaje de 28 de julio por la evasión y el recuento estadístico antes que por soluciones concretas.
Mientras el país ha registrado, entre el 1 de enero y el 17 de julio del 2025, 1.209 homicidios –un promedio de un asesinato cada tres horas 56 minutos– y la extorsión amenaza sectores enteros como el transporte público, Boluarte se limitó a enumerar una fría lista de cifras sobre equipamiento policial. Habló de “librar una batalla firme contra el crimen”, pero omitió estrategias específicas contra la extorsión o el sicariato que azotan al país.
Igual de preocupante fueron los pocos párrafos que dedicó a la minería ilegal, actividad que hoy genera más recursos que el narcotráfico y se ha convertido en el principal motor de la criminalidad organizada y, además, según un informe del Instituto Peruano de Economía (IPE) publicado en este Diario, en el 2025 el valor exportado de oro de origen ilegal sería de cerca de US$12 mil millones. Al respecto, la mandataria optó por no mencionar el controvertido Registro Integral de Formalización Minera (Reinfo), ampliado por su gestión hasta diciembre, que permite que mineros ilegales continúen operando bajo el pretexto de la formalización. Esta omisión resulta elocuente considerando que el Ejecutivo recién excluyó más de 50.000 registros, pero ahora está evaluando esta acción tras presiones de gremios informales que llegaron a bloquear carreteras en todo el país, lo que representa un paso hacia atrás.
El resto del mensaje siguió el patrón habitual: la clásica “lista de lavandería” de cifras y obras que caracterizan estos discursos anuales. Números de becas, viviendas y carreteras, sin una narrativa coherente que explique cómo abordan los problemas estructurales del país. Incluso saltó páginas completas de su propio discurso.
En un momento en que el país demandaba respuestas sobre los dos grandes desafíos nacionales, Boluarte optó por el refugio de las estadísticas y la autocomplacencia. Su mensaje real fue que en el año que le queda, las cosas seguirán igual.
Sin embargo, algo que sí se puede rescatar del mensaje y de su gestión es que no siguió el camino autoritario que el golpista Pedro Castillo pretendió imponer el 7 de diciembre del 2022. Pero este solitario mérito no puede ocultar la falta de capacidad de una administración que, ante los principales retos del país, ha optado por la inacción disfrazada de una lista de promesas, muchas de ellas vacías.

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