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De entre todas las críticas que pueden formularse en contra del actual Congreso, hay una que casi nunca se escucha: la que tiene que ver con la creación de cuatro nuevos feriados en el calendario nacional desde el 2022. Por supuesto, esto está relacionado con lo bien recibidas que suelen ser estas medidas entre los ciudadanos (después de todo, ¿a quién no le viene bien un día adicional de descanso?), pero su impacto en el tejido económico nacional es algo que no debemos subestimar.
Un asueto suele generar problemas múltiples. En primer lugar, como es evidente, implica una paralización en la producción que golpea especialmente a aquellos sectores que, por sus características, no pueden simplemente apagar máquinas un día y prenderlas al siguiente sin incurrir en costos adicionales (como la manufactura continua, la minería o la producción de materiales de construcción). En segundo lugar, afecta principalmente a los negocios formales que no pueden detener sus actividades y que se ven obligados a desembolsar una triple remuneración a cada trabajador, lo que supone una barrera más para alcanzar la formalidad en el Perú, especialmente para las empresas más pequeñas. En tercer lugar, perjudica a los usuarios de servicios que se encarecen durante los feriados, como el transporte público. Y la lista podría seguir…
En el 2023, el BCR estimó que cada feriado tiene un impacto negativo de 0,4 puntos porcentuales en el crecimiento anual de la economía. Un cálculo que, traducido a números actuales, significa una pérdida de alrededor de S/400 millones por asueto y de más de S/6.000 millones al año. Por no hablar del impacto fuera del ámbito económico, que se traduce en servicios públicos que no atienden, en clases que se suspenden o en citas médicas que se reprograman.
Por ello, es positivo que en su más reciente reunión con el Ministerio de Economía y Finanzas, gremios como Cómex-Perú, la Sociedad Nacional de Industrias y la Cámara de Comercio de Lima hayan planteado propuestas para atender esta problemática. Estos planteamientos, que van desde restringir los asuetos solo a las regiones vinculadas a la fecha que se busca conmemorar (como, por ejemplo, la batalla de Junín), hasta regresar a los 12 feriados que teníamos hasta el 2021, deberían ser escuchados y analizados por las autoridades con responsabilidad, dado lo impopular que puede ser revocar un feriado una vez que se ha instaurado. Todo esto, por último, debería llevar a los congresistas a reflexionar antes de añadir más días no laborables al calendario. Ellos, ciertamente, pueden beneficiarse de más descansos sin que eso afecte sus ingresos, pero miles de peruanos no.

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