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El drama del agua
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El proceso electoral del próximo año será sin duda ocasión de que escuchemos propuestas sobre seguridad, crecimiento económico, empleo y otros asuntos cuya atención es impostergable. Hasta ahora, sin embargo, no se distingue en los discursos de los probables aspirantes a la presidencia menciones importantes de una materia tan relevante como las ya enumeradas: la provisión de agua y saneamiento para aquellos sectores de la población que carecen de ella. Al 2024, los cálculos indicaban que tal era el caso de cerca de tres millones de peruanos. La cobertura de agua potable a través de la red pública está estancada en realidad hace casi una década en el 88%, lejos del 97% previsto originalmente para el 2021 en la Política Nacional de Saneamiento. Una circunstancia cuya gravedad queda en evidencia si consideramos que, por ejemplo, en Chile, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, se alcanzó una cobertura del 100% de esos servicios en el 2017.
Un informe del Instituto Peruano de Economía, publicado este domingo en El Comercio, revela la dimensión alarmante de esta crisis: las entidades prestadoras de servicios de saneamiento regionales ejecutaron en promedio solo el 34% de su presupuesto de inversión entre el 2015 y 2019, cifra que se mantuvo prácticamente igual entre el 2020 y 2024. Esta deficiente ejecución presupuestal, agravada por la paralización de obras que suman casi S/6.000 millones (sin contar Lima), explica en gran medida por qué el país no avanza en el cierre de brechas de acceso al agua potable. Regiones como Piura, Lambayeque y Puno, que concentran las mayores deficiencias de continuidad del servicio, paradójicamente también acumulan los mayores montos de inversión paralizados.
El problema que padecen quienes no cuentan todavía con este servicio no es, por cierto, solo de sed. El agua es primordial para muchos otros factores de la vida cotidiana, empezando por la salud. Ya en comicios anteriores, algunos candidatos que luego llegaron a la presidencia usaron el tema en sus campañas, pero por una u otra razón sus promesas quedaron truncas. Nos referimos, concretamente, a Alan García y el programa Agua para Todos de su segundo gobierno, y a Pedro Pablo Kuckzynski, que debió renunciar a la jefatura del Estado tras 15 meses sin haber hecho grandes progresos en la que había sido una de sus ofertas electorales medulares. Para que algo así no vuelva a suceder, asegurémonos de que los futuros postulantes a la presidencia coloquen el agua y el saneamiento muy arriba en su lista de prioridades, no solamente de campaña, sino también de gobierno si acaban por llegar a Palacio.

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