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Los malabares conceptuales del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) para justificar lo injustificable con Petro-Perú son notables. El titular de la cartera, el ministro Raúl Pérez Reyes, anunció esta semana que no habrá nuevos recursos públicos para la quebrada empresa petrolera estatal. Descartó que se evalúe un salvataje. El gobierno sabe de sobra que no caería bien en la opinión pública anunciar que se volvería a meter la mano en los bolsillos de los peruanos para pagar por los errores en la refinería de Talara.

Pero lo que se estaría planeando en el MEF es eso mismo, con otro nombre. De acuerdo con un informe publicado en este Diario a inicios de la semana, el ministerio considera extender el plazo de pago de lo que le debe Petro-Perú y conceder nuevas garantías financieras a cargo del Banco de la Nación. Peor aún, el ministro Pérez Reyes dijo que “lo que hay que hacer ahora es pasar a un régimen con garantía soberana que permita que Petro-Perú tenga buenas tasas de financiamiento”. Es decir, a partir de ahora, si Petro-Perú no es capaz de repagar sus deudas, todos los contribuyentes estaríamos obligados a honrarlas en su nombre. La contingencia fiscal es gigantesca, pero parece haber pasado por agua tibia.

Este paso terminaría de oficializar la mala práctica que el gobierno ha seguido desde hace ya varios años: rescatar a Petro-Perú de su propia incompetencia sin pedir nada concreto a cambio. De acuerdo con el Instituto Peruano de Economía, la petrolera ha requerido más de S/24 mil millones en apoyo financiero desde el 2013. Solo el año pasado tuvo pérdidas por US$774 millones, monto que representa cerca de cuatro veces el presupuesto anual para inversión pública de un gobierno regional promedio.

Mientras tanto, lo único que se escucha son las promesas de siempre: que ahora sí traerían profesionales para reflotar la empresa (Pérez Reyes dijo en conferencia de prensa que recién se había reunido con su par del Ministerio de Energía y Minas para “acelerar el proceso” de elección del oficial a cargo de transformación de la empresa, una confesión poco auspiciosa a pesar de su intención), que apenas empiece a operar bien la refinería todo se solucionará, que se ajustarán el cinturón para gastar menos, que ya están a punto de equilibrarse. Y para lograrlo, solo necesitan, por supuesto, un último empujoncito de los contribuyentes. Esta vez de verdad.

Editorial de El Comercio

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