En su novela La ciudad y los perros, el joven Vargas Llosa menciona al flaco Higueras, que era un personaje “muy gracioso, cada día sabía nuevos cuentos colorados y los contaba muy bien, haciendo muecas y cambiando de voz” (Barcelona 1997, p. 246). Este uso de colorado por obsceno sobrevive en el Perú y varios otros países de la América hispana, a pesar de que en la lengua general ha sido prácticamente sustituido por rojo o encarnado.