Este adjetivo, derivado de entrada (y esta, de entrar), se usa en el habla familiar del Perú y otros países americanos con un abanico de matices semánticos. Un hombre entrador puede ser aquel tenido por ‘desenvuelto’, ‘osado’, o el ‘afortunado en el cortejo de las mujeres’; pero, sobre todo, aquel que espontáneamente despierta simpatía. En el caso de la mujer entradora, opuestamente, predominan los matices negativos que van de ‘coqueta’ a ‘disoluta’ (El Comercio, Lima, 20/5/2007)