La cábala de Año Nuevo del gobierno de Dina Boluarte parece ser la manifestación al universo, esa costumbre popularizada por los denominados ‘coaches’ holísticos, que propone que la manera de ‘atraer’ lo que soñamos es listar nuestros deseos en voz alta o escribirlos en un papel.
No se me ocurre otra explicación para el decreto supremo publicado en el último día del 2024, que declara el 2025 como el “Año de la recuperación y consolidación de la economía peruana”.
Como explicaría cualquier ‘coach’, al manifestar debemos poner cuidado en las palabras que elegimos. El Gobierno podría haberse quedado en desear la “recuperación” de la economía, pero ha ido un paso más allá, usando una palabra que a mí siempre me suena simplista y hasta huachafa: ‘consolidación’. Se entiende que no solo se busca que aumenten las cifras de crecimiento económico, sino que, además, ese dinamismo se sostenga en el tiempo.
¿Cómo se va a lograr ese objetivo? El decreto detalla que se buscará priorizar el fortalecimiento institucional, la paz social y garantizar las inversiones y la estabilidad macroeconómica.
Sin embargo, habría que recordarle a Boluarte que otro principio básico de la manifestación es que no podemos tomar acciones que contradigan nuestros deseos y esperar a que estos se cumplan.
Es difícil imaginar que el Ejecutivo se tome en serio la recuperación de la economía cuando tres días antes había publicado otro decreto supremo, el del incremento del sueldo mínimo a S/1.130, que le ha puesto la valla más alta a las micro y pequeñas empresas peruanas para mantener a sus trabajadores en la formalidad. El alto déficit fiscal tampoco parece alineado con la defensa de la estabilidad macroeconómica y el deterioro constante de Petro-Perú es la antítesis de un compromiso real con el fortalecimiento de las instituciones.
El riesgo de apostar por la manifestación es que puede llevarnos a olvidar que la única manera de cumplir lo que deseamos es esforzándonos. El Gobierno debería aprender del Banco Central de Reserva, que ha logrado que la inflación en Lima Metropolitana cierre el año cerquísima del nivel de 2% que se fija como meta y muy por debajo de los países de la región e, incluso, de economías desarrolladas. Más allá de las palabras, una inflación así de moderada efectivamente crea un ambiente propicio para las inversiones y mueve las ruedas de la economía.
Nuestro deseo para el 2025 debería ser que el Ejecutivo hable menos y actúe más para que los peruanos podamos recuperar el optimismo y construir un país más formal, más próspero y más seguro. ¡Feliz año!