El domingo Javier Milei asumió la presidencia de Argentina prometiendo un cambio radical al modelo económico y social que ha arruinado al país. Su reto es enorme, pero el nuevo presidente ha empezado de manera políticamente astuta.
A diferencia de lo que se han acostumbrado los argentinos de sus líderes políticos, en su discurso de investidura Milei los trató como adultos. Presentó una visión clara. El colectivismo en el que se encaminó Argentina ha fracasado. “Durante más de 100 años los políticos han insistido en defender un modelo que lo único que genera es pobreza, estancamiento y miseria”, explicó.
Dijo que hace falta volver a lo que hizo de Argentina una potencia mundial hace más de un siglo: el liberalismo. Volvió a definir la idea liberal –”el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo basado en el principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”– y a aclarar que es “la esencia del nuevo contrato social que eligieron los argentinos”.
“Este nuevo contrato social –agregó Milei– nos propone un país distinto, un país en el que el Estado no dirija nuestras vidas, sino que vele por nuestros derechos”. En la práctica, se trata de deshacer el legado corporativista del peronismo que ha llevado al país de crisis en crisis y reemplazarlo con instituciones y políticas que limiten el poder político.
Milei fue brutalmente honesto acerca de las dificultades que enfrenta el país. “Prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable”. Explicó la herencia que deja el gobierno saliente y que, por lo tanto, la actividad económica, la pobreza, los salarios y el desempleo empeorarán notablemente antes de que mejoren. El déficit fiscal ronda el 15% del PBI, la emisión monetaria del gobierno anterior seguirá creando inflación por entre 18 y 24 meses con potencial de llegar hasta el 15.000% anual, la deuda pública está en US$100.000 millones, hay una falta de acceso a mercados extranjeros, la pobreza aflige al 45% de la población y la indigencia al 10%. El nuevo presidente también describió la desastrosa condición de la seguridad, la educación y la infraestructura.
Por esas y otras razones, no es exagerado que el diario “La Nación” declarase que el saliente presidente ha sido el peor de la historia argentina. Por eso también, Milei explicó que no hay alternativa a un ajuste fuerte, pues simplemente “no hay plata”. La prioridad será el ajuste fiscal y los argentinos no se pueden dar el lujo de reformar de forma gradual. Citando la historia argentina, Milei mostró que el gradualismo no funciona. Podría haber citado la experiencia poscomunista europea, pues los países que se reformaron de manera rápida y coherente crecieron más y consiguieron menor inflación, mayor inversión extranjera y el desarrollo de instituciones más fuertes.
También a diferencia del pasado, el ajuste venidero, aclaró Milei, recaerá casi totalmente sobre el Estado y no sobre el sector privado. Sanar las cuentas públicas de tal manera es consistente con las más exitosas prácticas internacionales y con la visión liberal de Milei. El exprofesor insistió con razón en que “la única forma de salir de la pobreza es con más libertad”.
En los días y semanas que vienen tendremos más detalles acerca de cómo el nuevo gobierno propone salir del hoyo en el que se encuentra el país. No hay duda de que Milei enfrentará resistencia política de los peronistas y sus aliados, y que el reto será todavía mayor dada su falta de mayoría en el Congreso. Pero Milei tiene un mandato popular para realizar un cambio de modelo y, en la medida en que empeore la crisis, está contando con que el pueblo seguirá entendiendo a quién responsabilizar por el desmadre argentino.