Una ciudad es hermosa cuando el tiempo le ha quitado todo lo que antes le sobraba. Esto lo saben los que no tienen ojos de turista, aquellos que vuelven continuamente a una misma calle, a una misma esquina, a fijar la atención en una misma fachada, para encontrar siempre algo nuevo donde fijar la atención. Se trata de ciudades que nos permiten mantener en algunos la capacidad de asombro.
El pasado fin de semana se realizó en la Ciudad Blanca el Hay Festival, y una de sus escritoras invitadas recorre atenta las calles de solera colonial. Aprovechando que no tiene programadas ese día conferencias u entrevistas que ofrecer, saca discretamente su cámara para registrar cómo la luz brillante cae sobre los muros de sillar que para ella resultan un descubrimiento. Convertido en su guía, yo cuido que el tráfico no pase sobre nosotros.
Adivinando su interés, un joven que carga bajo el brazo con una negra carpeta se acerca y nos ofrece, a buen precio, alguna de sus acuarelas que despliega con profesional agilidad. A diferencia de las imágenes más comunes, en ninguna de las pintadas por el joven estudiante puede verse el cielo o el volcán gris como fondo: al acuarelista ambulante solo le interesa capturar la textura de los muros de piedra volcánica. En algunos trabajos, manchitas de colores puros se funden en un efecto óptico que afirma la nobleza de una fachada antigua. Virtuoso de la técnica puntillista, el joven parece haber aplicado todos los matices del blanco, vertido diferentes tonos de luz. El secreto del brillo en la pintura radica en pequeñas pinceladas de color diluido. En otras láminas ofrecidas, los colores se sobreponen y se convierten en sombras o húmeda tierra. En su despliegue comercial, nos invita a mirar sus trabajos con cierta distancia para que apreciemos cómo la imagen se funde en nuestras retinas. Mi amiga ha elegido la imagen que se llevará muy lejos, a su estudio al otro lado del océano.
Suele pasar en el Hay Festival que sus foros se presentan como un intercambio de ideas para reflexionar sobre los problemas más contemporáneos o urgentes. Y, con ese propósito, quienes participamos intentamos, muchas veces sin conseguirlo, diferenciarnos unos de otros, buscando seducir al público reciclando frases que parecen recién inventadas. Y, mientras tanto, el arte de este joven estudiante resulta la producción más actual que nos ha tocado ver en este estimulante fin de semana. Pintar al aire libre, en serena contemplación de la naturaleza, parece algo eterno, fuera del tiempo. Pero simplificar un volcán y convertir una casa en su esencia geométrica nos ha renovado nuestra idea de la ciudad.
Arequipa es patrimonio de la humanidad, un tesoro de todos. Pero he aquí el caso curioso de un acuarelista al que toda la ciudad le pertenece, porque carga con ella en su carpeta.