Desde que Donald Trump bajó de aquellas escaleras eléctricas de su propio edificio en junio del 2015 para anunciar su candidatura a la presidencia, la historia estadounidense dio un vuelco. Hasta entonces, todos pensaban que su postulación era un capricho más del niño rico excéntrico que hizo de su vida un ‘showbusiness’. Nadie avizoraba que en enero del 2017 estaría jurando defender la Constitución como el presidente número 45.
Aunque tuvo aspiraciones políticas algunos años antes, estas parecían otra estrategia del más marketero de los millonarios, que hizo de su apellido una marca.
Pero cuando Barack Obama ganó la presidencia, ya daba signos de que algo se traía entre manos. Fue uno de los más agudos voceros de la teoría que señalaba que el primer presidente afroamericano no había nacido en Estados Unidos, y se dio cuenta de que hablar sin tener pruebas le daba réditos. El Partido Republicano ya viraba hacia la extrema derecha con el surgimiento del Tea Party y se gestaba un campo propicio para un candidato como él: un millonario exitoso ultraconocido, además de blanco, mujeriego, padre y abuelo, y que hablaba sin filtros lo que muchos querían decir en voz alta.
Con un discurso nacionalista en una mano, y su inmenso ego en la otra, supo capturar a un electorado conservador que ya no se sentía representado en Washington. Era el hombre de negocios que Estados Unidos necesitaba “para hacer las cosas bien”. El pragmatismo americano encarnado en un hombre que quería “recuperar la grandeza de América”.
Con mucha perspicacia, Trump creó un culto alrededor suyo, más que una base electoral, capturando al Partido Republicano y dejando a sus más visibles representantes prácticamente anulados.
Ayer, Trump volvió a presentarse ante un juzgado después de ser acusado, por tercera vez en el año, de cargos penales. Y otra vez volvió a declararse inocente señalando lo que siempre dice: que es una cacería de brujas contra él.
El expresidente ha superado dos juicios políticos y, pese a todas las imputaciones en su contra (cerca de 50), se está postulando nuevamente a la Casa Blanca y las encuestas, pese a todo, le son favorables. Las acusaciones que esta semana presentó el fiscal especial Jack Smith son extremadamente serias e inéditas para un exmandatario estadounidense, pero se resumen así: Trump conspiró y mintió para desconocer las instituciones de su país con tal de permanecer en el poder, pese a perder las elecciones del 2020.
Para sus seguidores, obviamente, todo es parte de una conspiración y cualquier evidencia es inútil porque Trump siempre tiene la razón, no importa lo que diga o haga. Él mismo se encargó de decirlo alguna vez: “Tengo a la gente más leal. Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar y no perdería votos”.