Rolando Arellano C.

Quien tenga la suerte de estar por la Plaza de Armas del Cusco esta noche de , quizás se sorprenda al ver a cientos de personas, niños, adolescentes y adultos, disfrazados y pidiendo dulces, al más puro estilo del Halloween, la pagana de difuntos. Si bien los puristas pueden sentir que eso es impropio para una ciudad con tanto valor histórico, no deben olvidar que se trata de un fenómeno más en el imparable proceso de globalización cultural.

¿Se trata de un caso de alienación; es decir, de copia de modelos venidos de fuera? Parcialmente sí, pues el “Hallows Eve” (víspera del día de los muertos en celta) es la fiesta de origen europeo donde los difuntos regresan a visitar a los vivos, y es preciso disfrazarse para no ser reconocidos por ellos. Pero no es coincidencia que la fecha sea la misma que la víspera del Día de Todos los Santos en el calendario cristiano, pues ambas tienen el mismo origen en la noche de los tiempos.

Lo interesante es que su celebración en nuestros países tiene además manifestaciones propias, que se expresan en “las velaciones” que miles de familias peruanas hacen en los cementerios, similar a otros países de la región, siendo México la expresión máxima. Así, todo el país charro esta noche estará teñido del color naranja del cempasúchil, la flor de muertos, adornando altares en las casas con los platillos que gustaban a sus difuntos, junto con millones de personas disfrazadas de “calacas”, de charros y también, como en la antigua capital del Tahuantinsuyo, de zombis, de Harry Potter y de Superman. Y si muchos piden caramelos para no hacer bromas pesadas, otros regalan a sus amigos unas calaveritas de dulce con su nombre, “Guadalupe” o “Pancho”, escrito en la frente. Culto a la muerte que viene desde el imperio mexica y anteriores, que hoy internacionaliza Hollywood con la película ‘Coco’ y que tiene mezclas que seguirán ampliándose. Este es el caso del Perú, donde la celebración del Día de la Canción Criolla añadió otra variable a la fiesta, pues en las peñas se ven ya disfraces de esqueletos con sombrero de chalán, cantando “no quiero que me entierren, no quiero estar inmóvil”, del vals ‘El pirata’.

¿Significa eso que no debemos defender nuestras raíces culturales? No, en la medida de lo posible hay que tratar de preservar la memoria de nuestro pasado. Pero entendiendo que este debe convivir con los nuevos cambios, pues como ocurre con el lenguaje y otros aspectos de la vida, las sociedades están en evolución permanente y durante toda la historia del mundo muchos viejos han tratado de detener, sin éxito, los cambios que los jóvenes impulsan. Les deseo una noche muy tenebrosa.

Rolando Arellano C. es CEO Arellano Consultoría para Crecer

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