Natalia Palma

He sido estudiante desde hace 16 años y recuerdo claramente una asamblea en mi colegio en la que el director general mencionó que uno viene al colegio a sentirse bien, nunca lo contrario. Esa frase se quedó grabada en mi mente porque refleja una verdad que muchas veces pasa desapercibida en el sistema educativo: los estudiantes deben ser el centro del sistema. Si no nos sentimos bien, difícilmente podremos aprender, lo que subraya una verdad simple, pero poderosa: el bienestar es esencial para un aprendizaje efectivo.

Este es un principio que quedó claro en CADE Educación 2024, donde se discutieron estrategias para fomentar un aprendizaje efectivo. Allí, Fiorella de Ferrari, presidenta del evento, destacó lo siguiente: “No hay cultura de bienestar si no se trabaja para construirla”. Es decir, el bienestar no es algo que simplemente ocurre; debe ser una política pública y un acuerdo institucional, implementado de manera consciente y sostenida.

El bienestar educativo no es solo un concepto teórico, es una realidad multidimensional que abarca el entorno familiar, la comunidad y, por supuesto, el entorno escolar. Los estudiantes necesitan sentirse realizados, apoyados y escuchados por sus docentes para poder alcanzar su máximo potencial. En ese sentido, el bienestar no solo depende de los alumnos, sino también de quienes los educan. En el panel “¿Por qué es importante el bienestar para aprender?”, el líder pedagógico León Thratemberg presentó resultados de encuestas que mostraban una desconexión preocupante entre estudiantes y docentes. Frases como “no hay apoyo” o “¿qué le pasa al profesor?” revelan que el bienestar emocional de los docentes también influye directamente en la experiencia educativa de los estudiantes.

Esto nos lleva a una verdad fundamental: docentes felices, estudiantes felices. El estado de ánimo y la motivación de los docentes al enseñar se canalizan hacia los alumnos y su aprendizaje. Al final del día, la educación no es solo sobre impartir conocimientos; es sobre construir un espacio donde tanto estudiantes como docentes puedan prosperar. Por ello, si realmente queremos que la educación sea la respuesta a nuestros problemas como sociedad, debemos priorizar el bienestar como eje central. Sin este, cualquier intento de enseñanza quedará incompleto.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Natalia Palma es estudiante de Comunicación e Imagen Empresarial en la UPC