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El impacto de la extorsión en la salud mental
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En los últimos años, la extorsión se ha convertido en una de las mayores amenazas para la tranquilidad de los peruanos. Más allá del daño económico, sus consecuencias más profundas recaen en la salud mental. Vivir bajo amenazas constantes genera ansiedad, miedo, insomnio y una sensación de vulnerabilidad que deteriora la calidad de vida.
Las víctimas desarrollan síntomas propios del estrés crónico: preocupación permanente, irritabilidad, tensión muscular y agotamiento físico. Muchas viven en alerta constante, temiendo cada llamada o mensaje. Con el tiempo, este desgaste emocional puede transformarse en depresión o en un trastorno de estrés postraumático. El miedo se vuelve parte de la rutina y afecta el trabajo, la familia y las relaciones sociales.
El impacto no se limita a quienes sufren el delito directamente. La sociedad en general vive una inseguridad emocional colectiva, alimentada por la exposición diaria a noticias violentas. El miedo se instala en la mente y debilita los lazos comunitarios, generando aislamiento y desconfianza.
A esto se suma la pérdida de confianza en las instituciones. Muchas personas ya no denuncian porque sienten que no serán protegidas. Esa desconfianza agrava la ansiedad y refuerza la sensación de indefensión.
Frente a este panorama, no basta con reforzar la seguridad. Es indispensable un enfoque integral que incluya atención psicológica, campañas de prevención y políticas públicas que devuelvan la confianza. Una sociedad que vive con miedo no avanza. Cuidar la salud mental es también una forma de proteger la vida.

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