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En la rutina del Correcaminos y el Coyote hay con frecuencia un momento glorioso en el que este último, envuelto en el torbellino de la persecución, llega al borde de un precipicio y se sigue de largo; comprende de pronto que ha dado un paso en falso y, mirando a la cámara, nos hace chaucito con la pata antes de caer irremediablemente al vacío. Pues bien, se diría que el candidato de Ahora Nación, , ha arribado a un momento equivalente en su persecución de la presidencia. No es que su postulación estuviera desatando entusiasmos afiebrados (la verdad es que se andaba arranchando migajas en las encuestas con otros siete aspirantes para escapar de la napa freática del 2%). Pero, en fin, siempre se podía argumentar que la campaña recién empezaba y que, en una de esas, soplaba la flauta y conectaba con una porción no desdeñable de las desconcertadas gentes que deambulan por el territorio nacional. Tenemos la impresión, sin embargo, de que eso ya no es posible.

Ilustración: Víctor Aguilar Rúa
Ilustración: Víctor Aguilar Rúa

Unas líneas suyas de 1989 que el exintegrante del Grupo Especial del Inteligencia de la Dircote José Luis Gil ha sacado a la luz lo han mostrado como uno de los tantos fulanos de izquierda que torcían en esa época la boca para no llamar terroristas a los terroristas. Lo que López Chau escribió en la publicación emerretista “Cambio” fue que, a sus ojos, Víctor Polay, cabecilla reconocido ya entonces de la señalada gavilla de asesinos y secuestradores, no era “un delincuente común”. “Creo que es un hombre cuyo programa no comparto totalmente, pero creo que no solamente es un luchador social, sino un luchador político”, añadió. Y con eso nomás ya tendríamos que echarle aserrín y pasar a otra cosa. Pero hay más.

–Complicidad moral–

La defensa que el candidato ha ensayado para camuflar la poco sentadora excrecencia que esta visita a la hora del recuerdo ha dejado expuesta ha sido, en efecto, casi peor que el despropósito original. Tras dos días de exprimirse el seso para salir con una respuesta que liquidase el problema, el hombre ha proclamado en sus redes que su condena al terrorismo “es y ha sido absoluta”, y ha exhibido como prueba de ello que la aseveración que lleva su firma incluía el giro “cuyo programa no comparto”… Olvidó, claro, mencionar que la frase que blande como fundamento exculpatorio terminaba con el adverbio “totalmente”, lo que indica que, parcialmente, sí compartía el programa. Llamar, por otro lado, “programa” a una escalada de crímenes y atentados para sembrar el terror y eventualmente tomar el poder es tan indulgente como describir a quien comete esas atrocidades con la amable definición de “luchador social”. Y en ese contexto, la indulgencia es complicidad moral.

Pillado en la extensión de dispensas al patrón del MRTA, López Chau ha recurrido a la consabida llantina de decir que lo están “terruqueando”. Pero traer a la memoria lo que una persona que aspira a coger las riendas del país escribió en determinada coyuntura crítica de nuestra historia no es terruqueo. Es poner a disposición de los ciudadanos una radiografía del sistema de valores que anida en su interior: una información particularmente útil a la hora de decidir hacia dónde orientar el voto en las próximas elecciones. Por eso, a juicio de esta pequeña columna, el candidato presidencial de Ahora Nación, que ya estaba en un aprieto con las contemplaciones hacia el terrorismo de las que ofreció testimonio en 1989, ha dado con sus explicaciones fallidas un paso adicional al vacío y, como el Coyote, se dispone a despedirse de nosotros antes de precipitarse al fondo del abismo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es periodista

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