Le advertimos a Carlos Basombrío que no solo queremos hablar de la crisis del Mininter –como exministro de ese sector que pasó a retiro a varios generales, tiene mucho que decir al respecto–, sino aprovechar sus dotes de sociólogo y analista político para pasar revista a los dos poderes encontrados y al elenco de los que llama enanitos electorales.
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—Francisco Sagasti entró con una coalición grande de congresistas que votaron, pero no se entiende con el Congreso. Tampoco tiene el chip confrontador. ¿Cómo auguras esa relación?
Va a ser complicada. Votaron para solucionar un problema, el Congreso votó por Sagasti como su mal menor, la opción que tenían para salir del problema. Si hubieran tenido que escoger a alguien in péctore, jamás hubieran votado por Sagasti. Él expresa una minoría pequeñísima que se opuso a la vacancia, a las medidas populistas y se opone a la protección de los congresistas incorrectos. Esas tres cosas son minoritarias. Esto se vincula al voto de confianza, que no era lo que Violeta Bermúdez planteara, sino al temor de ser de nuevo arrastrados a su decisión inmanejable.
—Y ser vapuleados por la calle.
Por eso, la relación es más compleja y no necesariamente será confrontacional con Sagasti todo el tiempo, pero sí en una línea de actuación en casi todo opuesta a la del gobierno.
—Sagasti no tiene vocación de confrontar, sino de persuadir a sus excolegas. ¿En qué planes o ideas podría tener éxito?
Las ideas del Ejecutivo, como bien ha dicho Sagasti, son pocas porque solo pueden hacer una gestión que permita que fluyan las cosas. Las ideas que van a generar conflicto son las que vienen del Congreso. Una tremendamente complicada, más allá de toda posibilidad de implementarla, es la ley que ha movilizado el sentimiento de que los jubilados la pasan mal en el Perú y el Estado es indolente. Va a generar una frustración cuando la declaren inconstitucional, ahí el Ejecutivo se enfrentará al sentimiento ciudadano. Otro problema es la idea de la banca usurera y limitar las tasas de interés. Suena bien, pero tiene una complejidad mayor. Esta idea del Congreso, de que los problemas del país se resuelven con un chasquido de dedos, es peligrosísima. Parte de ese problema lo va a enfrentar Sagasti y parte lo va a enfrentar quien venga.
—Sobre los conflictos sociales, la teoría dice que ante una campaña, se trasladan a un próximo gobierno; pero eso es relativo en esta época con tantos candidatos y estrategias para saltar la valla.
Coincido en las dos cosas. La pandemia ha generado problemas de una envergadura que todavía no podemos medir. Lo que ha significado para millones perderlo casi todo, sus empleos, irse al campo. Se ha generado un nuevo momento socioeconómico para grandes mayorías que están muy angustiadas.
—Hay un nuevo ministro, civil, José Elice. ¿Qué fórmula podría tener para aquietar los reclamos de algunos altos mandos, tener una respuesta de qué pasó en las protestas, y tener una policía funcional para lo que se nos viene?
Le sugeriría tratar de entender la complejidad de la dinámica policial, reunirse en privado con diferentes sectores de oficiales y suboficiales y escuchar las opiniones y aspiraciones que tienen. Ahí se va a llevar la sorpresa de que el concepto de ‘la policía’ tiene diferentes percepciones y no se puede simplificar a que está enfrentada al gobierno o lo apoya. Es algo más complejo que la simplificación que han logrado poner sobre la mesa los generales retirados.
—Vamos a la campaña. Ha crecido en las últimas encuestas el número de indecisos o que no quieren votar por ninguno. ¿Es un castigo generalizado a todo el plantel?
No en el sentido de que hay una fragmentación que llamaría 11 enanitos sin Blancanieves. No veo fácil que alguien se dispare de aquí a abril. Creo que es más probable que tengamos una votación que nos arroje resultados parecidos a los del Congreso y nadie se coloque muy por encima de los demás. Puedes colegir que hasta con 2% de ahora pasas la valla y entras al Congreso. También puedes colegir que puede suceder que vayamos a una segunda vuelta con dos minorías. Todo eso haría una presidencia débil. Eso puede ser malo o consolidar a quien gane, quién sabe. Pero podría haber una mayor fragmentación en el Congreso que la que tenemos ahora y ese es el principal riesgo que tenemos.
—Hablemos de algunos enanitos. Forsyth entró con mucho ímpetu y empieza una sangría de su intención de voto. ¿Qué podría detenerla?
Él brilló en un escenario en el que mostró una vitalidad muy grande en su gestión de alcalde, tiene la ventaja de ser conocido en el mundo del deporte, que es tan importante para el peruano al que no le interesa la política, y en el de la farándula. La dificultad es que ahora tiene que ser candidato y tiene que explicar y convencer. Su posición no queda del todo clara, ya no basta una foto enfrentando turbas que no quieren ser desalojadas, tiene que dar el salto a opinar sobre temas complejos. En ese tránsito no le está yendo bien. No ha capitalizado –nadie lo hizo, y tal vez eso es bueno– las marchas de los muchachos. Tiene dinero, eso lo ayuda, y algunos cuadros inteligentes.
—Hay quienes piensan que Verónika Mendoza, por los efectos de la pandemia contra el sistema y porque no tiene mucha competencia, va a crecer. ¿Piensas lo mismo?
Creo que sí, que puede crecer en su intención de voto por esas razones. Sin embargo, en el momento en que la calle expresa mucho, no le ha ido bien, fue expulsada de una marcha en el Cusco. Tiene esta obsesión por la nueva Constitución que puede alejarla de demandas concretas de la población. Creo que es de élites ideologizadas el debate sobre una nueva Constitución donde la gente quiere mejores servicios. Le favorece ser casi la única candidata viable de la izquierda. Creo que Pedro Castillo puede conseguir, por los vasos comunicantes entre sectores vinculados al Movadef y los antauristas votos del radicalismo de ultraizquierda.
—¿Crees que la transición con su correligionario Sagasti afecte o beneficie a Julio Guzmán?
Si me remito a las elecciones últimas, Guzmán pasa la valla por sus invitados de Lima. Quita los votos de Alberto de Belaunde, Gino Costa, Daniel Olivares y hay una ficción de haber construido un partido que en realidad es muy parecido en endeblez a los demás y él tiene el problema de carácter, es ‘flip-flop’ que se adapta a lo que quiere la gente. Creo que va a pasar la valla.
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—¿Keiko se redujo a su famoso núcleo duro?
Tiene incluso un voto oculto adicional, es la candidata ideal para todos los candidatos a la segunda vuelta. Si en la cumbre de su esplendor perdió con Kuczynski, casi es imposible que logre algo más, aunque en este mundo de enanitos no se puede descartar que pase a segunda vuelta. Creo que va a tener una bancada, pero no la veo gobernando al Perú.
—¿Urresti se ha afectado por la performance de su bancada y la suya propia en el Congreso?
Cometió un grave error. Fue el congresista más votado, pero ser congresista no es precisamente un lugar desde donde ganar elecciones; menos participando de lo que muchos consideran el peor Congreso que hemos tenido. Luego, Podemos es una marca con manchas de nacimiento.
—Hernando de Soto ha crecido algo en ese terreno que se veía tugurizado de la derecha.
Le ha pasado algo parecido a Verónika. Es el único candidato viable de los sectores altos y medio altos. Veo algunas dificultades que enfrenta. Su discurso es especial: le preguntas sobre los homosexuales y habla del entierro de su gato; le preguntas sobre la ONP y respondió sobre la ONPE. También es vulnerable en el discurso y el candidato de los sectores altos tiende a tener un rechazo grande. Eso da dificultad de crecer. Tampoco lo veo gobernando al Perú, no veo a ninguno en realidad.
—¿Saltará la valla Daniel Salaverry con Vizcarra?
Me parece una de las demostraciones más claras de por qué la política es tan repudiada. Somos Perú de Alberto Andrade creció en oposición al fujimorismo y asume a un candidato que escapó oportunistamente de esa posición. Había sido cuchillo de Vizcarra y Vizcarra escoge a ese movimiento, y esa persona lo escoge como su aliado principal. Creo que sí va a subir bastante por Vizcarra. Se le apareció la virgencita a Salaverry. Creo que de todas maneras va a pasar la valla. Con Vizcarra y en el mundo de los enanitos puede pasar cualquier cosa con esa candidatura y puede terminar gobernando Salaverry.
—¿César Acuña y Yonhy Lescano?
Lescano es un candidato que no habría que desdeñar. Ese 4% en el momento de la peor crisis de AP está vinculado al que muchos lo asocian a la defensa del consumidor. Al que lo veo bien golpeado es a Acuña. Su palabra ha perdido credibilidad luego de la vacancia. APP fue el partido que definió la vacancia, punto, y había dicho que no iban a votar por ella. Tiene dos cosas que son útiles en una campaña: dinero y estructura partidaria nacional.
—En resumen, fragmentación y mal menor. ¿Apuntarías una esperanza?
No quiero deprimir. Un amigo me decía: “Mira, Carlos, en el 2021 no podemos aspirar al triunfo, tenemos aunque sea que empatar”. Un empate que nos permita ir hasta el 2026 y ahí encontrar mejores escenarios para que el Perú salga adelante.
Los nudos de la policía
— Rubén Vargas, viceministro en tu época, ¿subestimó la respuesta que iba a encontrar en la policía?
Primero, la policía son 130 mil efectivos, de los que alrededor de 100 mil tienen problemas muy diferentes a los del general que puede pasar a retiro. Efectivamente, no se solucionó el problema y se ha acentuado una falsa dicotomía entre gente buena que defiende a la policía y los malos del gobierno que atacan a la policía. Defiendo la necesidad de la medida que tomó el ministro Vargas y el derecho de escoger al comandante general. Hay una discusión sobre la legalidad, aunque el Minjus insiste en que es legal. Lo cierto es que no se logró el objetivo. Vargas me contó, no creo ser infidente, que vino la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas y se reunió con el comando policial, en el contexto de preocupación por excesos y muertos durante las protestas. Ahí, en resumen, dicen que no hubo ningún problema; o sea, la versión Cluber Aliaga, por decirlo de algún modo. Eso lleva al ministro a la necesidad de que esto no podía quedar así, y le traslada esa necesidad al presidente. El Perú, la policía y los ciudadanos no podían reconciliarse con una versión de los hechos, que la siguen repitiendo, de que aquí no pasó nada, que no se disparó ni un solo perdigón prohibido.
—O sea, lo que me dices es que el negacionismo de cierta oficialidad pudo llevar a la decisión temeraria de escoger al general César Cervantes y pasar al retiro a tantos.
Me parece legítima tu calificación de temeraria, pero yo la calificaría de necesaria, porque no podías convivir con un alto mando que decía que no había pasado nada. Doy fe de que la policía es magnífica en el mantenimiento del orden público; doy fe de que durante la huelga del Sutep con Pedro Castillo vinculado al Movadef, hoy candidato presidencial, no hubo una sola víctima mortal. Algo pasó en estos días que todavía no conocemos. Estamos perdiendo de vista que la policía no puede ser deliberante y el concepto de institucionalidad es usado por algunos para defender la impunidad.
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