Las noticias falsas –o ‘fake news’– y las teorías conspirativas acerca del COVID-19 nacieron casi al mismo tiempo que el virus mismo. Entre estas se han develado variopintas versiones sobre su origen, teorías negacionistas que han originado protestas alrededor del mundo y desinformación sobre medicamentos con severas consecuencias médicas.
En el Perú –según una encuesta de Ipsos–, el 11% de las personas que no se vacunarían contra el virus argumenta que cree que esta tendría un microchip con fines de control. A esta pandemia de la desinformación, las autoridades científicas le han puesto nombre: infodemia. Sobre esto y más temas conversamos con David Alandete, periodista español autor del libro “Fake news: la nueva arma de destrucción masiva”.
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—Definamos noticias falsas y teorías de la conspiración. ¿Son lo mismo?
La desinformación, o lo que se conoce como ‘fake news’, es un método de creación y distribución de información dudosa, manipulada y malintencionada, aprovechando la manipulación de los algoritmos en las redes sociales para disfrazar esas mentiras o medias verdades como si fueran información para conseguir el máximo impacto en esas plataformas digitales.
La desinformación puede tomar muchos géneros, y las teorías de la conspiración son uno [de ellos]. Como las que, por ejemplo, [señalan que] Bill Gates y George Soros están detrás de la pandemia del coronavirus. También pueden ser falsos estudios médicos o noticias que son en realidad opiniones, pero que se presentan como información. Es decir, las teorías de conspiración, como muchos otros géneros de mentiras, son parte de la desinformación, pero la desinformación es mucho más amplia.
—En el contexto del COVID-19 hemos visto de todo: desde noticias falsas hasta marchas en varios países negando la existencia del virus. ¿Por qué afloran estas teorías y noticias falsas con tanta fuerza en esta situación de pandemia?
La desinformación como técnica de manipulación es un medio de control por parte de regímenes autoritarios. Desde hace mucho tiempo existen la propaganda, las mentiras, las manipulaciones de los medios públicos, de los medios privados. Esto ha sucedido en Perú y en muchísimos otros sitios. Ha existido siempre.
Lo que hay ahora es que hay regímenes autoritarios que invierten grandes cantidades de dinero en medios pagados con recursos públicos para publicar este tipo de desinformaciones o de noticias falsas para servir a sus propios intereses.
En el caso del coronavirus, regímenes como el de China, sobre todo, pero también el de Rusia, y otros, estoy pensando en Venezuela y Cuba, regímenes comunistas, lo que hacen es publicar información dudosa que alienta dudas sobre el virus con dos grandes objetivos: el primero es limpiar responsabilidades. Es decir, la desinformación procedente de China, por ejemplo, viene a [sostener] que el coronavirus en realidad lo llevaron los estadounidenses a Wuhan, que fueron unos soldados estadounidenses que participaron en las olimpiadas militares que tuvieron lugar en el 2019 en China, que es una creación estadounidense, etc. Irán, por ejemplo, ha llegado a publicar que Israel manipuló el coronavirus y lo modificó genéticamente para que fuera más mortal con los iraníes, cosa que no tiene sentido.
Esto viene, por un lado, a justificar las fallas catastróficas de estos gobiernos en cuanto a la gestión del coronavirus porque en China fue donde empezó la pandemia y donde se descontroló. En Rusia ha habido muchos muertos; en Irán también, aunque no hay cifras oficiales porque se niegan a darlas.
La segunda finalidad es crear divisiones en las democracias consolidadas que son antagonistas o adversarias de estos regímenes autoritarios. Sobre todo la desinformación de China y de Rusia se centra en poner en duda la fiabilidad y la credibilidad de Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte] en cuanto a la gestión de la pandemia.
Luego, hay informaciones radicadas sobre todo en Venezuela, por Telesur y otros medios financiados por el chavismo, que ponen en duda lo que se ha hecho en Colombia y lo que se ha hecho en Ecuador con los refugiados venezolanos; que en Venezuela no hay tanto coronavirus como parece. Simplemente [lo hacen] para justificar al régimen y para criticar a los países vecinos que están criticando la situación de emergencia humanitaria que vive Venezuela en este momento.
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—Pero se ha visto también, por ejemplo, en Europa y en Estados Unidos, que los grupos de extrema derecha están capitalizando el tema del coronavirus y lo están llamando una mentira, o están protestando en contra del uso de las mascarillas o las cuarentenas.
Claro. Yo te he hablado de una serie de regímenes radicados en América Latina, pero en realidad en el uso de la desinformación los extremos se tocan. Es decir, tanto la extrema derecha como la extrema izquierda hacen uso de la desinformación para sus objetivos. La extrema izquierda tiene su eje en determinados partidos europeos y en el régimen chavista. La extrema derecha tiene su referente en Rusia, el Gobierno es un gobierno nacionalista que yo diría tiene más en común con la extrema derecha y eso lo confirman los acuerdos que han alcanzado el partido de Putin, Rusia Unida, con el Frente Nacional de Marine Le Pen [Francia], y con la Liga en Italia.
Entonces, la extrema derecha también copia ese sistema ruso de desinformación. Rusia tiene un imperio de desinformación en español y se valen de ello. La extrema derecha en Alemania, por ejemplo, se ha valido de los medios rusos para difundir teorías de la conspiración, creando miedo sobre los refugiados sirios que han sido acogidos por [Angela] Merkel y con el coronavirus también.
—¿Cuál es el rol de Internet y las redes sociales en el esparcimiento de las noticias falsas?
No es un rol, es una parte central. Es decir, si no existiera Internet, las redes sociales y los algoritmos, no se podría dar la desinformación tal y como la conocemos hoy. Es decir, la manipulación y la mentira han existido siempre, pero antes simplemente se circunscribían a periódicos que podía publicar un régimen o a cadenas de televisión que tenían su capacidad de emisión muy limitada.
Lo que sucede hoy es que las plataformas digitales, porque no son solamente las redes sociales; a mí me gustaría aclarar que son las plataformas digitales... no es solo Twitter o Facebook, sino también es Google, Bing, WhatsApp, etc. Todas las plataformas digitales, debido a la conformación de sus algoritmos, favorecen que se viralicen determinados contenidos dependiendo de determinadas variables: titular, veces que algo ha sido compartido, veces que algo ha recibido comentarios, los ‘likes’, etc. La desinformación lo que hace es manipular estos algoritmos para conseguir el mismo impacto que la información normal.
Por ejemplo, tenemos dos informaciones. Una, publicada por un periódico muy prestigioso, viene a decir, por ejemplo, “el medicamento hidroxicloroquina no tiene ninguna eficiencia para tratar el coronavirus”. Luego tenemos un titular falso propuesto por una de estas grandes maquinarias de desinformación que viene a decir “gran tratamiento que puede cambiar el curso de la pandemia y curar el coronavirus. Se llama hidroxicloroquina”. Es falso, pero contiene muchos más elementos –por la titulación, etc.– que hace que pueda llegar a muchísima más gente y generar dudas.
—¿Por qué las personas deciden creer en información que no viene de fuentes oficiales o verificadas?
Bueno, ¿qué es una fuente autorizada o verificada? Es un concepto un poco difícil de atar. Normalmente la separación entre medios públicos y privados ha permitido durante mucho tiempo mantener un equilibrio que garantizaba el libre ejercicio del periodismo y sustentaba la democracia. Los medios privados no tienen ninguna certificación, son empresas privadas con una línea editorial, son la base real del periodismo.
Es precisamente por esa libertad de montar medios de comunicación como empresas [que] estados autoritarios como Rusia, China y otros han creado lo que parecen ser medios de comunicación serios que compiten con los otros. Entonces, se aprovechan de la crisis que sufre el periodismo, crisis de recursos, cada vez menos personas en las redacciones, cada vez hay menos dinero para hacer periodismo. Y lo que hacen es que compiten con ellos y ofrecen contenidos con elementos manipulados en los titulares, en las fuentes, que les permiten manipular los algoritmos y llegar a tantos lectores o más que los otros. Ese es el problema.
Y ahí los medios de comunicación tienen una gran parte de responsabilidad, porque en los pasados 10, 12 años, cuando las plataformas de Internet, sobre todo Facebook y Google, irrumpieron en el mercado de la información, los medios de comunicación empezaron a tender a titulares más escandalosos, más virales, a tener un titular específico para redes sociales, otro para los buscadores como Google. Con esto, lo que hicieron fue convertir las normas del periodismo en algo negociable, manipulable y ahí le dieron entrada a estos pseudomedios que publican desinformación.
“Se ha visto muchas teorías de la conspiración”
—¿Es especialmente peligrosa la desinformación en un contexto de pandemia? En el Perú, por ejemplo, una encuesta ha mostrado que un porcentaje de personas no se pondría la vacuna contra el COVID-19 porque cree que podría traer un chip para controlarlas.
La pandemia es un apartado de la desinformación. En este contexto de pandemia, lo que se ha visto es muchas teorías de la conspiración o muchas mentiras o manipulaciones publicadas simplemente para desestabilizar y generar caos en países democráticos. Esto se disfraza en muchas ocasiones de falsos remedios, miedo a las vacunas.
Aquí en Estados Unidos hubo una persona que bebió un medicamento defendido por el presidente (Donald Trump), que luego se demostró que no funcionaba. Lo vio en un líquido para limpiar acuarios, se lo bebió y terminó muriendo.
“Las plataformas digitales han actuado tarde”
—¿Por qué, en medio de esta crisis por el COVID-19, no se confía lo suficiente en fuentes autorizadas como la Organización Mundial de la Salud (OMS)?
Vivimos en una época de sobreinformación. Es decir, tenemos constante acceso a plataformas digitales en las que la información está constantemente actualizada. Esto lo que crea es una sobreabundancia de información. Entonces, esto de estar contando una pandemia en tiempo real genera una gran incertidumbre en las personas.
—¿Cómo se puede combatir la desinformación? Hay una crisis de credibilidad que atraviesa a medios y autoridades en la que la evidencia tiene poco valor.
Los medios de comunicación tienen que asegurarse de tener vigentes los máximos estándares de rigor y de calidad, y eso es difícil en un contexto de crisis económica. Lo segundo es que las plataformas digitales –Facebook, Google, etc.– tienen que darse cuenta de que esa desinformación es un problema de primera magnitud y hasta ahora han actuado tarde y mal. Ahora empiezan a tomar algunas medidas, borrando perfiles, etc., pero han llegado muy tarde.