Al día siguiente de asumir funciones, Pedro Cateriano cambió a cinco altos funcionarios de la Presidencia del Consejo de Ministros. Cuatro de ellos tuvieron una corta duración y solo una permanece en su puesto hasta ahora. Lo que pasó allí es un fenómeno recurrente en la administración pública: la alta rotación de funcionarios.
Desde el 15 de junio –el último mes de Zeballos– hasta el inicio de la era Walter Martos, no solo se cambiaron a 16 ministros, sino también a 16 viceministros, 18 directores generales, 14 secretarios generales, entre otros altos funcionarios. Algunos de ellos no duraron ni un mes en su puesto.
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Durante las últimas semanas de la gestión de Zeballos, fuentes de este Diario advirtieron que se estaban removiendo a varios funcionarios sin dar mayores explicaciones al interior de la PCM. El archivo de resoluciones ministeriales lo confirma: nueve personas dejaron sus puestos en el último mes de Zeballos. Dos de ellas volverían a la PCM con la llegada de Cateriano.
El 18 de junio, Sara Arobes, una de las funcionarias con más experiencia en modernización del sector público, salió de la Secretaría de Gestión Pública de la PCM, y fue reemplazada por Juan Trelles Castillo. Con Cateriano, ella volvería al puesto del que salió y Trelles se convertiría en una de las personas que menos tiempo duraron. Además, pocos días después, el entonces primer ministro designaría a Gisella Santivañez Anto como secretaria de Demarcación y Organización Territorial. Ella había salido de una subsecretaria de ese despacho en el último día de Zeballos.
¿Era necesario hacer estas rotaciones ante los cambios de primer ministro? Guiselle Romero, directora de la maestría en Gobierno y Políticas Públicas de la PUCP, y Mayen Ugarte, docente de la facultad de Gestión y Alta Dirección de la misma universidad, indican que este tipo de cambios retrasan la toma de decisiones. “La implementación de políticas públicas se demora, cortas ciclos de implementación, no hay continuidad en las acciones. ¿Cuánto le cuesta al Perú el cambio, por ejemplo, de directores generales cada siete meses?”, se pregunta Romero.
Vale la pena resaltar las rotaciones en otros tres puestos de la PCM. Cateriano también cambió al viceministro de Gobernanza Territorial: el lugar de Raúl Molina lo ocupó Manuel Mesones, pero solo lo haría por 20 días. Tras presentar su renuncia luego de que el Congreso le negara la confianza a Cateriano, fue reemplazado por Paulo Vilca. Ahora Mesones es el jefe del gabinete de asesores del Ministerio de Ambiente.
Otro cambio que se hizo fue el del entonces jefe de la Oficina de Cumplimiento, Jorge Arrunátegui. Ese despacho tiene como función velar por el cumplimiento de los objetivos del Gobierno en cada sector, pero es, a la vez, uno de los más complicados pues cuestiona los avances de los ministerios. Desde su creación, en el 2017, ninguno de los cuatro funcionarios que fueron designados en ese puesto llegó a cumplir ni 10 meses de gestión. Un informe de este Diario mostró que, antes de la pandemia, los avances en el cumplimiento de los hitos por sector ya eran bajos.
Por último, también se realizaron dos cambios de secretario de Comunicación Social, el área que, en plena pandemia, debería enfocarse en la estrategia comunicacional del Ejecutivo para mitigar la crisis. Juan José Vega, designado por Cateriano, duró 9 días.
Ante esto, Ugarte anota una cuestión de fondo: “Creo que se subutiliza a la PCM. Ante diferentes coyunturas y crisis, en lugar de voltear hacia la PCM para usarla como una gran herramienta, se generan equipos paralelos a diferentes niveles. Hay un problema para entender el rol de la PCM”.
Desorden sectorial
Si bien la PCM fue el epicentro de los cambios, los otros ministerios también se vieron afectados. Desilú León ocupó el Viceministerio de Justicia por 16 días. Ella fue removida de la Secretaría General de la PCM por Cateriano, y reemplazada por la exministra Diana Álvarez Calderón; pero volvió a ese puesto tras el ascenso de Martos.
Otro viceministerio de corta duración fue el de Mujer: Nancy Tolentino, vocera en temas de prevención de la violencia de género, duró poco más de dos meses. Dejó el cargo durante la gestión de la nueva titular, Rosario Sasieta.
Los viceministros de Justicia y de Salud Pública, designados en febrero de este año, también dejaron sus puestos al cumplir los cinco y seis meses de gestión. En opinión de Romero, un funcionario necesita al menos tres meses para adecuarse al puesto.
En algunos casos, explica Ugarte, los cambios también se pueden producir porque los funcionarios deciden no trabajar con los nuevos jefes. Afortunadamente, muchos de los designados han estado relacionados a los sectores, por lo que la adaptación no debería ser lenta.
Además, cuatro viceministros que asumieron sus puestos tras la disolución del Congreso también renunciaron. Uno de ellos es José Salardi, quien subió para ocupar la cartera de Producción.
En cambio, no hubo grandes cambios en las direcciones generales, la primera línea técnica debajo de los viceministros. Los ministros que dejaron el Gabinete junto a Cateriano, Rafael Belaunde y Martín Ruggiero, no removieron funcionarios de ese nivel.
Para Romero, hay una cultura instaurada en el sector público que intenta borrar lo hecho antes de que un funcionario llegue. “Tenemos el complejo de Adán: todo empieza de nuevo con nosotros. Eso está mal”, finaliza. Ello no significa que los cambios estén mal, sino que necesitan mejores evidencias.