Esta es una crónica de lo que Dina pudo ser y de lo que resultó ser. Dejó de oír consejos y encontró un entorno apañador. “La presidenta tiene un temperamento fuerte, no hacía caso si le planteabas algo que le molestara. Pero sí escuchaba. Si se razonaba con ella podía hacer caso a un consejo”, me dice un ex colaborador suyo. “Siento que ahora la dejan que haga lo que ella cree”, remata, con pica.
Cuando reemplazó a Pedro Castillo a la carrera, el 7 de diciembre del 2022, le tocó un gobierno débil en un país convulso. La tenía dificilísima. Pero, a la vez, como pasó con previos sucesores constitucionales como Paniagua, Vizcarra y Sagasti, siendo una desconocida que no había pasado por el escrutinio de una campaña, era una página en blanco para escribir un relato de liderazgo a partir de sus rasgos biográficos. A los pocos meses, quedó claro que esto no iba a suceder.
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Sus sucesivos ‘dircoms’ (directores de comunicación) y asesores, según me contaban en su momento, exploraron su origen andino en la provincia apurimeña de Aymaraes, su dominio del quechua, sus ganas de cantar y bailar, su femineidad, su condición de madre separada del padre de sus hijos, su experiencia de abogada y funcionaria de Reniec afincada desde largo tiempo en Lima; para construir a partir de todo eso una imagen que ni la alejara tanto del electorado castillista ni la acercara demasiado a la coalición de derecha. Pero las tentaciones del poder le acentuaron rasgos más bien impopulares paras todos los bandos. A los consejos de que fuese austera y mostrara empatía con las preocupaciones ‘top’ en las encuestas (inseguridad, corrupción, apremios económicos); empezó a responder esquiva.
Pasado el susto trágico de muertes y protestas, las tentaciones del poder la vencieron. Se empecinó en un viaje inútil a Alemania empeorado con una visita al papa Francisco, que todo hacía presagiar la dejaría mal parada. Aceptó los Rolex y joyas ‘prestadas’ por el gobernador ayacuchano Wilfredo Oscorima y se arregló la cara (En su mensaje de la nación del jueves admitió que se operó pero por motivos respiratorios. La presunción de que también hubo razones estéticas se confirma con la mera observación de su rostro).
He aquí el trío de errores fatales que la hacen terminar el año con menos aprobación (entre 3% y 6% según distintas encuestadoras) que la que tenía en pleno ciclo de protestas. Los viajes se van olvidando y el escándalo de los Rolex ha quedado encapsulado en una denuncia constitucional que no puede ir más allá por la inmunidad que le otorga el Art. 117 de la Constitución. Pero la cirugía ha abierto un nuevo flanco que pone a prueba las lealtades de los ex colaboradores y la sensatez del gabinete.
En la cara, no
La Comisión de Fiscalización en manos del congresista Juan Burgos ha apuntado a la revelación de ATV sobre un par de notas de prensa con fotos que mostraban a Dina recibiendo gente y socializando en público, en los días entre el 29 de junio y el 10 de julio. En ese lapso, la realidad es que no se dejó ver por obvias razones posoperatorias. Los hechos y fotos divulgados correspondían a actividades previas a la cirugía. Suzie Sato, dircom de aquel entonces, respondió ante la comisión que esas publicaciones no se hicieron en el portal sino en las redes (precisión menor) y que no hubo intención de dar falsas apariencias (descargo necesario que dejó inconformes a los críticos). Indagué con mis fuentes y me contaron que Sato está buscando ejemplos de otras ocasiones en las que republicó notas recientes sin que tuviera sentido tapar nada.
He vuelto a conversar, para esta crónica, con algunos de los ex colaboradores que prefieren guardar la reserva. La decepción y, a veces, la sorpresa, prima en ellos. Alguien que la acompañó en la campaña del 2021 me cuenta que entonces lucía muy austera y se molestaba hasta ponerse hostil cuando le sugerían mejorar su apariencia. “Ella misma se maquillaba y comentaba que estaba fastidiada porque una amiga de la infancia, que era actriz, se ofreció para ayudarla a mejorar su ‘look’” me dice la fuente. La amiga en cuestión es Lilian Nieto y este año se ha tomado una revancha simbólica encarnándola en la serie “Los waykis” estrenada el 3 de diciembre en el canal de Youtube de Perú21.
Las cosas empezaron a cambiar cuando se hizo ministra de Inclusión Social (Midis). El roce de fajines y los viajes a eventos en los que representaba a Pedro Castillo avivaron su gusto por relojes y joyas doradas, nada aparatosas, que sí le emocionaba mostrar. Le hacía caso, eso sí, a su equipo de comunicaciones cuando le sugerían que se quitara relojes y anillos en las visitas a ollas comunes y colegio adscritos al programa Qali Warma. Su entorno íntimo del Midis conocía bien su afición relojera pues cuando cumplió 60 años el 31 de mayo del 2022, hicieron una chancha y le compraron un reloj. “Pero era mucho menos caro que un Rolex” ríe y advierte la fuente.
La temporada en el Midis fue una primera fase en su transformación pero aún estaba lejos de Rolex y cirugías. El sastre amarillo patito con el que juramentó lo había estrenado unas semanas atrás de jurar la presidencia, en la cumbre de APEC 2022 en Tailandia. Esos viajes que hizo en nombre de Pedro no renovaron su lealtad en él sino la determinación de sucederlo a como diera lugar. Una fuente que cree que Nicanor Boluarte pesó demasiado y mal para su hermana, me dice que le extrañaba que pocos días antes del 7 de diciembre, la instaba a acercarse a Pedro para respaldarlo. Ella no le hizo caso. Ya no era ministra, lo que marcaba una distancia perfecta para suceder a Pedro. Además, en el Congreso, su abogado Alberto Otárola se movía para salvarla voto a voto de una inhabilitación. Lo último que quería de ella era un tardío arrebato castillista. Nicanor nunca ‘la vio’. Ella sí la vio y abrió los brazos y la caja fiscal al Congreso.
Las protestas y los muertos pesaron demasiado como para que se dejara atarantar por las tentaciones del poder. Es cierto, según mis fuentes, que pensó y dudó mucho sobre la conveniencia de renunciar; pero Otárola y Grika Asayag, su asistente y consejera íntima, le dieron ánimo para seguir adelante. Dos fuentes diversas coinciden en que Grika ha podido tener una malhadada influencia en la decisión de Dina de dejarse arrastrar por la frivolidad plástica con coartada respiratoria.
Los sucesivos dircoms como Silvia Rojas, Suzie Sato, Eduardo Guerrero, incluso el actual Jean Pajuelo, entre otros que no necesariamente compartían el mismo cargo, buscaban explorar y explotar su biografía para levantar su imagen (el ABC de la comunicación política), y los jefes de gabinete de asesores como Raúl Molina y el propio Morgan Quero coincidían en el mismo afán. Pero la brisa del poder soplaba y la veleta apuntó hacia otro lado. Cuando Dina dio su ‘mensaje a la nación’ del 5 de abril de este año y contó que los Rolex y algunas joyas fueron ‘prestadas’ por Oscorima; usó esta frase: “Quizá el ánimo de querer representar bien a mi país me llevó a aceptar, pero ya fueron devueltos”. Solo una escasa o deformada cultura política podría validar semejante idea de la buena representación. Por el contrario, nuestra tradición republicana está llena de lemas austeros como ‘ensuciarse los zapatos’, ‘trabajar 24/7′, ‘no descansar’ que se contradicen con una preocupación excesiva en la apariencia.
Por otro lado, El ABC de la comunicación política dice que lucir símbolos de lujo son veneno para la imagen presidencial, sobre todo, si al mandatario no se le conoce fortuna propia. Le pregunté a todas mis fuentes, como así el entorno dejó que esto pase y no la persuadieron de evitar una cirugía, aunque tuviese una coartada de salud ¿Quiénes serían los aquiescentes que la rodean? Tengo distintas versiones, pero en ese grupo está enrolado sin duda Fredy Hinojosa, jefe de su gabinete de asesores y vocero oficioso, que ha ido consolidando su poder en el equipo llamando a colaboradores como Roque Bejarano y César Sandoval. No menos importancia tiene el secretario general del despacho, Enrique Vílchez, cuyo papel es crucial en la determinación de la agenda presidencial.
Tanto Hinojosa como Vílchez y Morgan Quero, que a pesar de conducir el Minedu, apoya en el arsenal presidencial, además de Julio Demartini, cabeza del actual Midis; eran del equipo de Dina en ese ministerio. O sea, el entorno ha acrecentado su poder, pasando de la acotada dimensión sectorial de los programas para pobres extremos del Midis, a la inabarcable transversalidad del despacho presidencial. El aparato de comunicación de la presidenta ya no sirve para apuntalarla, sino, sobretodo, para cubrirla.