El 11 de abril del 2021, Pedro Castillo Terrones, un maestro de escuela rural que tan solo un mes antes no alcanzaba el 4% en las encuestas, recibía con sorpresa el conteo rápido tras la primera vuelta electoral. Con 18% de votos válidos, le había ganado a otros 17 candidatos. Dos meses más tarde, en una ajustada segunda vuelta contra Keiko Fujimori, resultó electo presidente de la República.
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Ni Pedro Castillo ni los líderes de Perú Libre, partido al que fue invitado como candidato presidencial, tenían en sus planes hacerse de la presidencia. Las especulaciones sobre el triunfo imprevisto fueron confirmadas por el mismo Vladimir Cerrón, secretario general de la organización, quien en una columna publicada el pasado 31 de octubre escribió: “Nuestro cálculo era pasar la valla y colocar una bancada que allanara el camino a la presidencia, matemáticamente era posible, no planificamos un triunfo presidencial, pero la casualidad hizo su trabajo”.
Este viernes 5 de noviembre, el hombre que fue colocado como candidato presidencial casi como un trámite formal para no perder la inscripción cumple 100 días como presidente del Perú. Y la improvisación de su candidatura ha sabido reflejarse en su gobierno.
Cerrón: una sombra que se achica
A finales de setiembre, una encuesta elaborada por Ipsos Perú por encargo de Lampadia mostraba que el 44% de peruanos consideraba que lo más preocupante sobre Pedro Castillo era que Vladimir Cerrón tenga demasiada influencia en su gobierno.
De hecho, la influencia del exgobernador regional de Junín en el Ejecutivo se hizo notar durante los primeros dos meses de mandato, especialmente a raíz de la conformación del Gabinete encabezado por el congresista Guido Bellido. Ministros como el entonces canciller Héctor Béjar y el mismo Bellido eran cercanos a Cerrón. Otras designaciones en cargos del Estado dieron cuenta también de la influencia cerronista en las decisiones de gobierno.
Así, el Gabinete Bellido estuvo conformado por 4 facciones: un ala castillista (6 miembros), una cerronista (5 miembros), una conformada por aliados de movimientos de izquierda (6) y una de independientes (2).
Hubo, sin embargo, un hecho que mostró, al menos en apariencia, un resquebrajamiento en la relación de poder compartido entre Castillo y Cerrón: la renovación del Gabinete Ministerial. El 6 de octubre, el presidente anunció que Bellido ya no iba más. En su lugar, se designó como titular de la PCM a la expresidenta del Congreso, Mirtha Vásquez, una mujer de izquierda moderada o “caviar”, como la llamaría poco después el mismo Cerrón y miembros de la bancada de Perú Libre.
Ese día, Cerrón perdió una cuota de poder. Según fuentes de El Comercio en la PCM, a diferencia de lo que ocurría en el Gabinete Bellido, en el equipo liderado por Mirtha Vásquez ya no hay un ala cerronista, sino de Perú Libre. Con la renovación del equipo ministerial, la facción del lápiz pasó de tener seis integrantes a solo dos: Luis Barranzuela (Interior) y y Eduardo Gonzáles (Energía y Minas). Estos ministros, sin embargo, no fueron recomendados por Cerrón, sino por el congresista Guillermo Bermejo y el ex parlamentario y militante de Perú Libre Roger Nájar, respectivamente.
Con la salida de Barranzuela y su reemplazo por Avelino Guillén, la cuota de Perú Libre quedó reducida a su mínima expresión, con Gonzáles como el único representante del partido.
Por si fuera poco, Guillén no solo no es cercano al partido ni a Cerrón, sino que ha sido abiertamente crítico con la posibilidad de que este último tenga presencia en el gobierno. En junio, luego de la segunda vuelta electoral, el exfiscal, quien formó parte del equipo técnico de Castillo, aseguró que Cerrón no tendría participación en el Ejecutivo. Luego, en setiembre, criticó un supuesto “triunvirato” ejercido por Castillo, Cerrón y Bellido.
“El presidente Castillo toma sus decisiones, pero lo que sí está mal es que se haya abierto una especie de triunvirato, una especie de compartir el poder de manera voluntaria”, dijo en entrevista con Ideele Radio.
En el Gabinete, Guillén integra el ala de independientes, conformada por ministros que si bien no formaban parte del entorno cercano del presidente antes de ser gobierno, sí responden a él o a la premier Mirtha Vásquez. Otros miembros de esta ala son Óscar Maúrtua (Relaciones Exteriores), Roger Incio (Producción), Gisella Ortiz (Cultura), Aníbal Torres (Justicia) y la misma Vásquez.
Pero en la facción de independientes hay, además, miembros de Perú Libre que se alejaron del partido y se plegaron a Pedro Castillo. Se trata de Dina Boluarte y Betssy Chávez. Esta última, cabe recordar, ingresó a Palacio de Gobierno junto a Mirtha Vásquez un día antes de la renovación del Gabinete.
Para Zavaleta, el “desorden” que existe del partido del lápiz es una consecuencia de los diversos grupos de interés que existen dentro de la organización.
“Finalmente, en Perú Libre pasa una cosa que es parte de todas las alianzas: tienes a gente más cercana a Cerrón, tienes a personas más radicales que encuentran en Perú Libre un espacio para hacer política y tienes una facción del magisterio con una agenda gremial. Entonces, tenemos gente con intereses diversos que se unen con un objetivo electoral, ganaron la ‘tinka’ y ahora se pelean por el poder”, explica.
Por otro lado, el ala castillista del Gabinete está integrada por los ministros Juan Silva (Transportes y Comunicaciones), Walter Ayala (Defensa), Rubén Ramírez (Ambiente), Carlos Gallardo (Educación) y Geiner Alvarado (Vivienda).
Por último, la facción de aliados de izquierda —que incluye a miembros de Juntos por el Perú, Nuevo Perú y Frente Amplio— la integran Pedro Francke (Economía), Anahí Durand (Mujer), Roberto Sánchez (Comercio Exterior y Turismo), Víctor Maita (Agricultura) y Hernando Cevallos (Salud).
“Sin duda, Cerrón ha perdido poder. Y lo ha perdido poder por sus propios méritos”, considera Zavaleta. Según el politólogo, el tener tanta presencia en el debate público a través de sus redes sociales terminó por costarle políticamente. “La pataleta pública es lo peor en lo que uno puede caer en política”, señala.
“Quizás Cerrón esperaba tener más control sobre la bancada del Congreso, pero lo que hemos visto es que, incluso, algunos individuos del ala cerronista están buscando dialogar con el gobierno, porque entienden que el otro escenario, que es la vacancia, es peor”, añade Augusto.
La población, sin embargo, aún duda. Hacia finales de octubre, 29% de la población creía que el distanciamiento entre Castillo y Cerrón es solo aparente. Un cuarto de peruanos considera que, pese a haberse producido cierto alejamiento, Cerrón continúa teniendo influencia en el presidente.
¿Con qué sectores gobernará Pedro Castillo, en caso el alejamiento de Perú Libre sea definitivo?
“Creo que hay un espacio en las bancadas de centro e izquierda con las cuales se puede formar cierta estabilidad. Hablamos de un sector de Perú Libre, Juntos por el Perú, Somos Perú-Partido Morado, parte de Acción Popular y, quizás, Alianza Para el Progreso”, estima Zavaleta. El pasado jueves, el Congreso le otorgó el voto de confianza al Gabinete Vásquez con votos de dichos grupos parlamentarios.
Un gobierno de contradicciones
En el primer centenar de días del gobierno de Pedro Castillo, han abundado los nombramientos cuestionados, las decisiones deshechas y, sobre todo, las contradicciones entre los mismos miembros del Ejecutivo. Para ilustrarlo bastan algunos ejemplos, como el del debate sobre el destino de los restos del cabecilla terrorista Abimael Guzmán: mientras que Guido Bellido, entonces primer ministro, aseguraba que el tema no había sido tocado en Consejo de Ministros, Dina Boluarte, ministra de Desarrollo e Inclusión Social, dijo que el asunto sí había sido discutido, aunque no votado. Antes, el entonces titular de Cultura, Ciro Gálvez, había dicho en un medio regional que el tema no solo había sido conversado, sino que había sido sometido a votación por el equipo ministerial.
Poco tiempo después, a fines de setiembre, Castillo contradijo públicamente a Bellido, quien horas antes había amenazado con nacionalizar el gas de Camisea en caso la empresa concesionaria se niegue a renegociar el contrato con el Estado. “Cualquier renegociación se dará con respeto irrestricto al Estado de derecho”, escribió el presidente en Twitter.
Otro tema que generó mensajes cruzados en el Ejecutivo fue el de la supuesta cuestión de confianza que el gobierno plantearía en defensa del entonces ministro de Trabajo Iber Maraví. A inicios de octubre, el ministro de Justicia Aníbal Torres negó que ello ocurriría, pues —según dijo— así lo había decidido el propio Castillo. Sus dichos, sin embargo, fueron rebatidos por Boluarte y el propio Bellido, quienes señalaron que aún no había decisión tomada.
Para el politólogo Mauricio Zavaleta, la desarticulación entre los miembros del Ejecutivo, común en los gobiernos peruanos, pero particularmente pronunciada en el gobierno castillista, es un síntoma de la improvisación de la candidatura presidencial.
“Creo que hay que ser claros en que la presidencia de Castillo es casi un accidente de la historia. Es una candidatura que se arma sobre la marcha por parte de Perú Libre y otros sectores que no piensan que van a ser gobierno, sino que solo van a conseguir una bancada pequeña en el Congreso. Entonces, tienes gente con intereses diversos que se unen con un objetivo electoral, se ganaron la ‘tinka’ y ahora se pelean por el poder”, sostiene.
En la misma línea, la también politóloga María Claudia Augusto considera que los desaciertos que hasta el momento han caracterizado al gobierno son un síntoma del desconocimiento del funcionamiento de la gestión pública a nivel de Ejecutivo.
“Los errores de los primeros 100 días están casi todos vinculados a una falta de conocimiento sobre cómo funciona el Estado: pones a una persona cuestionada en un cargo, la tienes que sacar al día siguiente. Intentas unir dos ministerios, pero ni siquiera coordinas en la PCM. Entonces, este tipo de errores se van a seguir presentando más allá de los 100 primeros días. Creo que el gobierno va a tener que aprender el arte de gobernar”, indica
Pedro Castillo no estaba en el cálculo de nuestros planes iniciales, su presencia se origina frente a la imposibilidad de la candidatura natural de Perú Libre, a la flexibilidad brindada por el Partido aceptando su postulación, pero también debemos reconocer al espacio mediático que el candidato había ganado tras la huelga magisterial del 2017. Así, el triunfo presidencial responde a la casualidad objetiva, eso es una realidad y todos los peruanos lo saben.
Vladimir Cerrón.
Para Augusto, sin embargo, buena parte de la descoordinación entre los miembros del Ejecutivo ha menguado con el cambio de Gabinete ministerial. “La designación de Bellido significó una pugna por quién tiene más poder: Cerrón o Castillo. Y lo que se ha visto en el Gabinete Vásquez es el cambio de muchas personas que respondían más a Cerrón que al presidente”, sostiene.
No obstante, la politóloga hace una precisión: pese a que Vásquez es una persona “con una postura mucho más institucional, con una mayor experiencia política y mayor capacidad de convocatoria”, las probabilidades de que permanezca en la PCM en el largo plazo son bajas.
“Se está poniendo mucha esperanza en una persona, cuando la data nos muestra que la rotación de primeros ministros en el Perú es bastante alta. Es poco probable que Vásquez se quede en toda la gestión de Castillo”, indica.
¿Luna de miel?
En sus primeros 100 días de gobierno, la regla de Pedro Castillo fue, en la medida de lo posible, optar por el silencio. De las casi 9 horas que el jefe de Estado estuvo frente al micrófono, solo 30 minutos fueron dedicados a los medios de comunicación en declaraciones al paso, cuando fue abordado por reporteros. Desde que asumió la presidencia, no ha dado una sola entrevista a la prensa, a pesar de los diversos cuestionamientos relacionados con su gobierno.
A finales de octubre, el informe anual de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) calificó a Pedro Castillo como el mayor agresor a la prensa en el Perú. Con ello, destronó al Congreso de la República, que había ocupado dicho puesto en más de una oportunidad.
Pese a las polémicas y al silencio, en los primeros tres meses de gestión la aprobación del jefe de Estado ha pasado de 38% a 42%, según cifras de El Comercio-Ipsos. Ello convierte a Castillo en el único presidente de los últimos 20 años cuyo respaldo no disminuyó entre el primer y el tercer mes de mandato, con la excepción de Ollanta Humala.
A fines de octubre, la Unidad de Periodismo de Datos informó que la única región en donde el respaldo al presidente no aumentó ni se mantuvo fue el sur, según cifras de El Comercio-Ipsos. En dicha zona, por el contrario, se registró una tendencia a la baja, que se vio también en las encuestas del IEP y Datum.
Para Zavaleta, la continuidad del respaldo se explica tanto por el poco tiempo transcurrido como por la magnitud de los escándalos. “Lo que tenemos es una serie de pequeños incendios, pero no, por ejemplo, un gran escándalo de corrupción. Además, dentro de todo, es poco tiempo, y la mayoría de gente no está completamente atenta a las noticias”, indica.
Según Augusto, la respuesta de por qué la aprobación del presidente no se ha desplomado pese a los continuos cuestionamientos hacia su gobierno está en lo que Pedro Castillo simboliza para parte importante de la población.
“La carga simbólica sigue siendo importante. Para muchos, Castillo representa un gobierno que quiere hacer un cambio en el Perú, representa a una persona humilde, de origen rural”, considera.
Los especialistas coinciden en algo: a pesar de que la aprobación ha sabido mantenerse en los primeros meses de gestión, es probable que la tendencia cambie en el futuro.
“En estos 100 días hemos visto cómo esta carga simbólica no es suficiente. Si bien existe un deseo por parte de la población de tener una voz en la política, y que ha sido canalizada a través de un discurso populista, en la administración pública se necesita más que palabras”, señala Augusto.
Zavaleta, por su parte, sostiene que, pese a que el respaldo se ha mantenido, este continúa siendo bajo. El presidente, agrega, es “muy débil”.
“Tienes un presidente con una agenda populista, pero que no es popular. Además, no es particularmente carismático”, concluye.
Con los ojos puestos en Interior
Tras la salida de Luis Barranzuela del Gabinete, Perú Libre ha dejado de tener control sobre el ministerio del Interior. En comunicación con este Diario, fuentes de la PCM aseguraron que el partido del lápiz tiene especial interés en dicha cartera.
Según pudo conocer la Unidad de Periodismo de Datos, en Perú Libre existe la voluntad de ocupar una entidad en particular dentro del ministerio: la Dirección General de Gobierno Interior (DGIN). La entidad, encargada de designar o remover más de 20 prefectos regionales, alrededor de 200 subprefectos provinciales y cerca de 1500 subprefectos distritales, podría servir como una red clientelar que permita penetrar en el interior del país con miras a la campaña por la asamblea constituyente y a la de las elecciones regionales y municipales del 2022.
Los intentos de hacer un uso político de la DGIN no son cosa nueva. Durante el gobierno de Ollanta Humala, se denunció que distintas gobernaciones de la entidad –entonces llamada Oficina Nacional de Gobierno Interior (ONAGI)– estaban a cargo de personas vinculadas al Partido Nacionalista o, incluso, de familiares del mismo presidente.
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