Al final de hoy deberían saberse –al menos parcialmente– los nombres de quienes conformarán el Congreso 2020-2021. Pero la información terminará siendo insuficiente: esos nombres no aclararán los rostros. Las caras desconocidas no despejarán la incógnita. ¿Qué esperar del Parlamento que la ciudadanía decida hoy?
Por lo pronto, podría terminar siendo tan o menos representativo que el Congreso disuelto, elegido en el 2016 por algo menos que la mitad del electorado. Si se considera el total de la población electoral, entre los ausentes (18,1%), los que votaron blanco o nulo (28,6%; la cifra sube a 35%, si se parte de los votos emitidos) y los que optaron por partidos que no lograron pasar la valla (4,5%), el 51,2% de peruanos no tuvo voz en el Congreso. Si sirven de guía las encuestas que se divulgaron hasta hace algunos días, el voto blanco y nulo podrían alcanzar una proporción similar o mayor que la del 2016.
A ello debe agregarse lo inusual del calendario electoral para este año, que podría impactar en un incremento del ausentismo, sobre todo fuera de Lima. Confabulan para este potencial desenlace la temporada de lluvias en la sierra y selva, el ánimo veraniego en la costa, o el desconcierto que generan elecciones sin candidato presidencial y, por primera vez, con limitaciones para el financiamiento.
Aunque se espere que el Congreso pueda proseguir con un ánimo reformista, es poco probable que se alcance una agenda consensuada, debido a lo fragmentado que terminará siendo un Parlamento con no menos de cinco bancadas. A la segmentación de las bancadas, se debe agregar la dispersa composición de cada grupo político: conglomerados en los que pueden convivir posiciones matizadas o hasta enfrentadas.
Finalmente, tendrá que verse con atención cuál es la posición que tomará el Ejecutivo. Esta semana, el presidente Martín Vizcarra mostró su confianza en trabajar de cerca con el Parlamento entrante, ya que será un “Congreso identificado por la población y con sus necesidades” (24/1/2020). Quizás quería calmar las aguas ante la alerta que generó el primer ministro Vicente Zeballos días antes, quien no descartó la posibilidad de “presentar una cuestión de confianza para defender los decretos de urgencia” (16/1/2020).
Con lo poco que se sabe, el país se encamina a un breve período de estabilidad amodorrada, en el que será clave la responsabilidad y prudencia con que se maneje una minoría crítica que forje pasos mínimos para llegar al bicentenario en mejor forma.
Además, lo aprendido en estas elecciones, que han terminado absolutamente desconectadas de su origen (el 30-S), debería servir de base para mirar los comicios que se vienen: las primarias abiertas de finales de este año y las generales de abril del 2021. Al final de cuentas, uno termina siendo esclavo de las decisiones que toma. A tono con el clásico tema de Rubén Blades: “Decisiones, cada día / Alguien pierde, alguien gana / ¡Ave María! / Decisiones, todo cuesta / Persígnate / Salgan y hagan sus apuestas / ¡Ciudadanía!".