(Ilustración: El Comercio)
(Ilustración: El Comercio)

Un país para que tenga una base de funcionamiento político requiere no solo representación política, sino que esta se encuentre integrada. Esto se logra a través de los que, de alguna manera, recrean cierta canalización y sistematización de intereses. Digo, de alguna manera, no plenamente. Pero algo de eso deben tener.

Para que ello ocurra, es necesario que estos partidos demuestren algo de existencia real. Pues bien, en nuestro país esto está distorsionado. Existen veintitrés partidos políticos inscritos, pues se permite que estos puedan no presentarse a una elección general (p.e. Frepap), que puedan retirarse luego de hacer campaña (p.e. PPS, SN, PNP) y no conseguir un escaño, pero mantienen su inscripción por formar parte de una coalición que superó el umbral mínimo (p.e. RN, Vamos Perú).

En concreto, de los veintitrés partidos, tan solo seis tienen representación parlamentaria. Lo mismo ocurrió con los llamados movimientos regionales. El resultado ha sido la proliferación de candidaturas y la mayor mercantilización de la política, pues la gran mayoría de estas organizaciones no eran capaces de colocar candidaturas propias y fungieron de “vientres de alquiler”.

En ese contexto, ¿el resultado del domingo 7 ha sido el punto de inflexión para el resurgimiento de los partidos políticos? Pues no. Ha sido la mantención de la tendencia de la separación de la dinámica nacional (partidos) y subnacional (movimientos) y la fragilidad del conjunto de la representación política.

De esta manera, si bien los partidos nacionales han presentado más listas que las organizaciones regionales, han ganado, al igual que en el 2014, menos regiones que estas últimas. Pero de este total de partidos, el de mejor desempeño es Alianza para el Progreso con dos gobernadores y compite en segunda vuelta en cuatro regiones, de un total de veinticinco lugares donde participó. Acción Popular consigue que sus candidatos pasen a segunda vuelta, en tres regiones, de veintitrés en donde compitió. Pero los partidos con mayor presencia parlamentaria: Fuerza Popular, Frente Amplio, Peruanos por el Kambio y el Apra no consiguieron ningún gobernador. Este panorama se acentúa a nivel nacional, donde los partidos publican que han ganado en varios lugares, pero no señalan que delante de las 196 y 1.678 alcaldías, provinciales y distritales, respectivamente, son insignificantes. Es decir, los partidos políticos podrán ganar la presidencia y escaños parlamentarios, pero son, como hemos visto, poco representativos a nivel subnacional.

Esta elección no muestra por eso, nada nuevo. Pero la mantención de esta configuración de la representación es profundamente peligrosa. Por eso, si la puerta de salida se ha cerrado (perder la inscripción) y la puerta de entrada (lograr la inscripción) también, en vista del tan discutido elevado número de firmas requeridas para la inscripción, no se permite la fluidez y oxigenación del sistema de partidos y, por el contrario, se incentiva la fragilidad y mercantilización de la política. Con estos veintitrés partidos inscritos, nos encaminamos al 2021 a repetir este círculo vicioso.