Aunque a ratos pareciera que las productoras latinoamericanas se enfocan principalmente en productos vinculados a la comedia, de fácil ‘digestión’ y enganche en redes sociales, hay casos que demuestran lo contrario. “Cromañón: la noche del incendio” es un ejemplo inmejorable.
Dirigida por Marialy Rivas, esta propuesta de ocho episodios coescrita por Josefina Licitra, Pablo Plotkin y Martín Vatenberg, cuenta el antes, durante y después de una de las tragedias vinculadas a discotecas más dolorosas en la historia de Latinoamérica.
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Un 30 de diciembre de 2004, 194 personas –en su mayoría jóvenes de clase media—murieron al interior de la discoteca República de Cromañón. Aquella era la tercera noche de conciertos que la banda de rock Callejeros brindaba de forma seguida. Pero el grupo, y su música, es solo la punta del iceberg de una serie que aspira a mucho, y aunque parece tomarse más tiempo del debido, resulta efectiva, capaz de tocar nuestros corazones y conmovernos ante el dolor de los demás.
La serie sigue dos caminos. El primero tiene como rostro central a Malena (interpretada magistralmente por la actriz Olivia Nuss). El segundo presenta un tono con aire documental, y está encabezado por Carlos Binder (Luis Machín), padre de Lucas (José Jiménez Zapiola), uno de los jóvenes integrantes de la banda de amigos de Malena (además, su novio), fallecido en el incendio.
“Cromañón: la noche del incendio” inicia luego de que Carlos Binder contactara a Malena para que, casi cuatro años después de la tragedia, ella se anime a declarar en el juicio contra los responsables de “la masacre de Cromañón”, tal como los deudos denominan a dicha tragedia. Como elemento clave en la toma de su decisión, el papá de Lucas le informa que “ha encontrado una mochilita que ella usaba la noche de la tragedia”. El objeto lo recogió un joven sobreviviente que “hace poco” se suicidó sin superar las consecuencias emocionales del suceso luctuoso.
Tanto por su mochila, por lo que esta representa, pero fundamentalmente por descubrir (o recordar) qué tiene en su interior, Malena ha decidido dejar su estancamiento en Rosario y volver a la Ciudad para enfrentar su pasado. Ese ese tono de “regreso al dolor” el que representa la miniserie que tenemos al frente. Y en dicho propósito es la habilidad de la actriz Olivia Nuss la que hace gran parte del trabajo.
Lo primero clave es identificar al grupo que acompaña a nuestra protagonista. Como en gran parte de Latinoamérica, se trata de jóvenes que, al borde de sacar su documento nacional de identidad, no tienen muy claro qué es lo que quieren de sus vidas (nótese que tal vez la única vez que alguien menciona la palabra futuro es cuando, paradójicamente, Lucas, le pregunta a Nico/Toto Rovito si no piensa en qué será de él mañana). La respuesta del joven, convertido tras la tragedia en un activista del dolor, expresada en el natural miedo que tenemos todos a dejar nuestro barrio de siempre, es uno de los mejores instantes de este producto audiovisual dramático.
Las falencias del sistema, los errores de la clase política y la falta de oportunidades son solo tres de las muchas casusas que pueden atribuirse a que jóvenes como Malena, Lucas, Nico y demás, sean incapaces de sentirse ‘parte de’ una idea de desarrollo. Pero como ellos, hay otros personajes secundarios que “Cromañón” –desde sus guionistas—retrata con astucia. Está, por ejemplo, Luli (Nicole Mottchuck), una post-adolescente que, a pesar de su talento para patinar, no se cree capaz de ir más allá de dos o tres torneos de poco prestigio. También se luce en la serie el Bichito (Eloy Rossen), un ‘Pibe’ que --aunque parece obedecer a su madre y ayudarla en todo lo que esta necesita-- es incapaz de abrirse y confesarle su orientación sexual.
Tal vez dedicarse solo a narrar una tragedia hubiera sido un trago muy difícil de digerir para el equipo detrás de esta serie de Marialy Rivas. Esto explicaría el gran peso que tiene los casos personales. El regreso de Malena, los sueños interrumpidos de Lucas, la desazón de Bichito, sin embargo, no serían nada sin la magia que transmite Nico, un chico que solo parece disfrutar dos cosas, tocar el bajo en su banda de barrio ‘Peces Chinos’, y observar lo más de cerca posible a Malena.
Paralelamente, y valiéndose de saltos temporales decididos con sutileza, la serie de Prime Video desnuda algunas de las causas de la tragedia ocurrida la noche del 30 de diciembre de 2004. Y en dicho propósito, aunque valiéndose de pocas piezas, retrata con rigurosidad el conjunto de irregularidades que caracteriza gran parte del sistema vinculado al entretenimiento ‘local’ en Argentina y gran parte de Latinoamérica. Aquí la cara más visible es el empresario Omar Chabán (Roberto Suárez), quien hace todo lo posible para meter la mayor cantidad de gente en un local que ya superó su capacidad, o quien menosprecia el pedido de una de sus trabajadoras (heroína en las tres jornadas del show de Callejeros, según la serie) referente a “la falta de agua” en la discoteca. Su objetivo: que la sed motive a sus clientes a comprar más y más bebidas alcohólicas.
Exponiendo esto, y dejando en sobre entendido que para que una discoteca funcione saltándose tantas reglas es porque antes hubo funcionarios públicos que se hicieron de la vista gorda presuntamente a cambio de dinero, “Cromañón: la noche del incendio” es también el retrato del horror, de lo peor de nuestra sociedad que, en una noche que debía casi cerrar el año sin más cosas que pegadizas melodías de rock, termina mostrándonos una montaña de cadáveres descubiertos tras una puerta que permaneció cerrada en pleno desarrollo de la tragedia.
Es imperativo retomar la historia de Malena porque la joven no deja de representar el corazón de esta historia de dolor. Su aspecto al volver a la Ciudad tras ‘mudarse’ a Rosario es lo más parecido a lo que Google debe guardar para la expresión “sentimiento de culpa”. La joven (con 17 años al momento de la tragedia) se desplaza como si se tratase de un espíritu, en la calle, en el barrio, pero también en su propia casa. Los recuerdos de la tragedia regresan a ella en flashbacks. Su madre, Betty (Soledad Villamil) –otro deudo paralelo de la masacre de Cromañón—en algún momento pierde los papeles y le increpa: “¡Sobreviviste! Tienes una vida y no es tu culpa que otros no la tengan. Encerrarte a sufrir no te ayudará en nada. Te extraño. ¡Necesito que vuelvas!”.
Argentina es punto clave en el desarrollo de la industria del streaming a nivel regional. Desde ese país se han producido comedias como “El encargado”, “Nada” o “Los protectores”, capaces de traspasar fronteras o de resistir la siempre difícil barrera del tiempo. Tal vez “Cromañón: la noche del incendio” es el mejor ejemplo de que no todo tiene que ser ingenio e impronta de mega estrellas como Guillermo Francella, Luis Brandoni o Adrián Suar.
Esta serie de Marialy Rivas ofrece un casting con actores mayormente jóvenes, muchos de ellos casi desconocidos fuera de su país y lejanos de la gloria que te dan los contratos millonarios y los premios internacionales, sin embargo, no puede ocultarse el acierto que ha significado juntarlos para abordar una historia absolutamente dolorosa, pero que no deja de encerrar cierto halo final de esperanza: ver a cientos de personas movilizarse a través de la empatía para exigir justicia. Veinte años después, y para que no se repita, el pedido sigue latente.
CROMAÑÓN, LA NOCHE DEL INCENDIO/PRIME VIDEO
Sinopsis: Año 2008. Una noticia conecta a Malena, de 22, con un pasado traumático. En 2004, fue a un recital de rock en el local República de Cromañón. Allí se desató un incendio y murieron 194 jóvenes. Ahora, cuatro años después, un nuevo acontecimiento la vinculará a viejos amores y amigos, y la ayudará a sobreponerse a la culpa que siente por estar viva.
Elenco: Olivia Nuss, Toto Rovito
Dirección: Marialy Rivas
Productores: Armando Bo, Natacha Cervi, Mercedes Reincke
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