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Más allá del Misti: cinco joyas escondidas para explorar Arequipa y conocer sus rincones, a los que los turistas no suelen llegar
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Como todos los años, un viento festivo sopla en Arequipa cada agosto. La ciudad se viste de gala, el sillar reluce más blanco que nunca y sus plazas se llenan de música. Probablemente, no hay mejor momento para conocer y redescubrir esta región del sur peruano, a través de rutas que pocos miran, pero que también merecen ser visitadas (y celebradas).
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Mirador Carmen Alto
A diferencia del mirador de Yanahuara, que suele convocar gran cantidad de turistas, este lugar conserva un ritmo más calmado. Desde su balcón natural se abre el valle del Chili, verde y profundo, donde se cultiva papa y maíz desde hace siglos. Aquí la ciudad se siente lejana, aunque esté tan cerca. El espacio es ideal para hacer picnic y admirar los andenes, el cielo azul y los volcanes que nunca dejan de vigilar. También se pueden hacer experiencias de aventura como canopy (tirolesa) y columpio extremo. Abren de lunes a domingo (de 8 am a 5 pm) y la entrada tiene un costo de cinco soles.
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Callejón del Cabildo
Es un pequeño y hermoso pasadizo ubicado cerca a la plaza principal del distrito de Yanahuara. Angosto, silencioso y con muros de sillar que son parte de la identidad de la ciudad, este enigmático pasaje parece resistirse al paso del tiempo. En el pasado, fue ruta de frailes, refugio de caminantes. Hoy, al cruzarlo, uno no solo se traslada de una calle a otra, sino también de un siglo a otro. Un viaje a de la época virreinal hasta nuestros días, en apenas tres cuadras.

Quebrada de Culebrillas
No hay señal de celular ni caminos definidos. Solo una grieta entre las rocas de Uchumayo, que forma de la ruta de sillar. Allí se encuentra la Quebrada de Culebrillas, una especie de pasadizo natural donde las paredes se alzan como cuchillas. En sus muros descansan petroglifos de siglos pasados: espirales, llamas, figuras humanas. Mensajes grabados por culturas que ya no están, pero no se han ido del todo. Este lugar se encuentra media hora a las afueras de Arequipa y el costo de la entrada es de cinco soles. Se aconseja el uso de bloqueador y repelente.

Biblioteca Vargas Llosa
Arequipa no solo vio nacer a Mario Vargas Llosa, también atesora gran parte de su memoria. Una casona colonial del siglo XVIII, ubicada en pleno centro histórico de la ciudad, resguarda más 20 mil libros, además de manuscritos, medallas y otros objetos personales del Nobel. El espacio está abierto para los visitantes que tramiten un carnet gratuito en la web del Gobierno Regional de Arequipa. A un kilómetro y medio de este punto, además, se puede visitar la vivienda donde nació el escritor peruano (avenida Parra 101).

Salinas
A una hora y media del centro, la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca parece otro planeta. Uno de sal, agua y cielo abierto. En el horizonte, el Misti y el Chachani observan sin moverse. Esta área protegida es conocida por su belleza paisajística, su gran diversidad de fauna y flora, y por ser el hogar de la laguna de Salinas, un espejo de agua salada donde se pueden observar flamencos andinos. Para llegar a este lugar, podemos tomar el servicio de los operadores turísticos de la ciudad, a setenta soles por persona. Simplemente imperdible. //

Los tips
Todos los días salen vuelos desde Lima (1 hora y 30 minutos) con diversas aerolíneas. El aeropuerto de Arequipa está a solo veinte minutos del centro de la ciudad.

Prueba una picantería tradicional como La Nueva Palomino, Sol de Mayo o La Capitana. El rocoto relleno, adobo y chupe de camarones son sus platos típicos.
La ciudad es caminable. El Centro Histórico se recorre a pie y sus atractivos están muy cerca unos de otros. Ideal para perderse sin apuro.
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