Oscar García

Hasta hace una semana, el rapero estadounidense Sean ‘Diddy’ Combs (54) y el presentador peruano (57), conocido como Chibolín, compartían pocas similitudes más allá de su notoriedad mediática y su gusto por ostentar. Hoy, sin embargo, una triste coincidencia ha colocado a ambas figuras públicas en el centro de las páginas policiales. Ambos son celebridades caídas en desgracia, estrellas estrelladas en el pavimento de la infamia debido a distintas acusaciones legales. Combs es señalado por la justicia de su país por que involucraría a más de un famoso de Hollywood. Actualmente, se teme por su vida y está en máxima custodia para que no se lleve sus secretos a la tumba, como hizo el controvertido magnate Jeffrey Epstein.

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Por su lado, Chibolín es investigado por presuntos delitos de tráfico de influencias y lavado de activos. Esta semana, tanto el Ejército como el Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Perú le retiraron las distinciones que le otorgaron hace un tiempo. Por si fuera poco, agentes del Ministerio Público allanaron sus domicilios, y en uno de ellos encontraron muestras de lo que es (¿fue?) su estilo de vida: costosos whiskies, candelabros dorados y cubrecamas Versace. De todo lo hallado, solo una guía de remisión fue incautada por las autoridades para su posterior revisión. La caída de estas dos figuras, Combs y Chibolín, sirve como un recordatorio sombrío. Hace reflexionar sobre cómo la fama y el poder pueden desvanecerse en cuestión de horas cuando se mueven las cuerdas del sistema. También cuestiona la manera en que la sociedad, los organismos y entidades estatales expiden fácilmente carnets de validación a personas con pasado, por decir lo menos, cuestionable.

La cantante Thalía y su imitador Andrés Hurtado 'Chibolín'. La foto fue tomada el 27 de julio de 1997. (Foto: Pedro Cárdenas)
La cantante Thalía y su imitador Andrés Hurtado 'Chibolín'. La foto fue tomada el 27 de julio de 1997. (Foto: Pedro Cárdenas)
/ PEDRO CARDENAS

Retratar el ascenso y caída de Chibolín, o la génesis del “monstruo mediático” que se presentaba a sí mismo como millonario en su Instagram (aunque a la policía le dijera que podía haber meses en los que solo ganaba 3 mil soles), obliga a remontarse a sus años formativos en la vieja quinta del jirón Cusco, interior B, en el Callao, donde vivió de niño con sus seis hermanos en situación de pobreza. Su historia de vida, entonces, era la de un chico que debía abandonar el colegio porque la necesidad de trabajar era primordial.

“Yo me acuerdo de Chibolín cuando tenía que hacer mis recorridos en cafés-teatro a mediados de los 80, y él era un joven que bailaba en esos lugares. En esa época, no hacía personajes travestidos”, recuerda el experimentado periodista de espectáculos Johnny Padilla. Su salto a la televisión fue un tanto inexplicable. “Si te pones a pensar, como artista era mediocre. No era alguien que se aprendiera diálogos, y él mismo lo admite. Por eso empezó a interpretar personajes femeninos”, apunta Padilla, quien también destaca una característica que Chibolín aprovecharía en los años siguientes: la adulación. “Era de esos personajes adulones, querendones, que se valen de eso para otros fines, como vemos que está ocurriendo ahora”, dice el periodista de “Correo”.

Chibolín
Chibolín

Aquellos eran los años noventa, las épocas del montesinismo, cuando los programas cómicos de golpes y patadas y de parodias a mujeres podían hacer tranquilamente 50 puntos de ráting. En el año 1997, cuando ya era una figura consolidada de la televisión, le contó a El Comercio que hacer de mujer era lo que le salía más natural. “Me considero suficientemente hombre, pero algunas veces me han dicho que tengo movimientos gays que se me escapan, lo que creo es que me criaron como un hombre delicado, y delicadeza no significa homosexualidad”.

Otra cosa que el Diario le preguntó por esas épocas fue por su propensión a figuretear cuando se prendían las cámaras. “¿Para qué trabajas en televisión? ¿No es para figurar? Entonces siempre tienes que estar haciendo algo, no conozco a ningún artista que retroceda cuando sale ante cámaras. Yo soy la persona que, si sale en cámaras, vende una sonrisa, su vestuario; si no, ¿para qué salí?”, se defendió.

Hurtado supo mantener un perfil bajo durante algunos años, cuando empezaron a circular con fuerza en los medios acusaciones de proxenetismo, las cuales negó. Se reinventó como presentador de televisión en la década pasada, con su característico peinado pompadour, para un programa de ayuda social que ha sido cuestionado por la veracidad de su altruismo, como cuando prometió más de 4 mil millones de soles para niños con cáncer, una cifra irreal que, por supuesto, no se concretó. En 2017, fue detenido en Venezuela por intentar sacar a un grupo de niños (su retórica era que los ‘salvaba’) sin el permiso de sus padres.

Desde entonces ya se rumoraban sus ambiciones políticas, apareciendo en mítines del Frepap, UPP e incluso asesorando al candidato Hernando de Soto, quien sorprendió al decir que Hurtado debía tener el IQ más alto del Perú. No menos extraños fueron ciertos devaneos megalómanos, como cuando expresaba que hablaba con Dios o con extraterrestres. La sinuosidad de su vida y lo incomprensible de sus conexiones con narcotraficantes como Demetrio Chávez, alias Vaticano, dejaron una estela de suspicacias que la justicia ya no ha podido seguir ignorando. Al cierre de edición, Chibolín brindaba su manifestación en la fiscalía. La telenovela tiene aún para rato. //

Además…
Cinco frases de Andrés Hurtado, "Chibolín"
  1. "Yo soy un lobbista internacional, que digan lo que digan, le duela a quien le duela."
  2. "Yo les recomiendo mejorar la raza. No voy a ser hipócrita, detesto ser como soy."
  3. "A mí me hubiera gustado ser blanco, de 1,75 m y ojos azules."
  4. "Para mi cumpleaños, no me manden perfumes ni flores, necesito Rolex. Me encanta la platería y el oro."
  5. "Yo soy un hermano superior que está conectado con los mal llamados hermanos extraterrestres."


Cinco frases de Andrés Hurtado, "Chibolín"

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