Hace muchísimos años vivía en la ciudad de Bagdad un comerciante muy rico que se llamaba Abul Mesián. A lo largo del tiempo, había atesorado una inmensa fortuna, conseguida con su negocio de compra y venta. Pero, a pesar de ser tan rico, Abul Mesián era tan egoísta, tacaño y avaricioso que en todo Bagdad no había nadie de aspecto tan desastroso […] Pero lo que realmente era un verdadero desastre eran las babuchas con la que calzaba sus pobres pies. Tan viejas eran y tantos parches les había puesto que no había nadie capaz de imaginar cómo habían sido de nuevas
Ese es un fragmento de ‘Las babuchas de la desdicha’, el cuento de ‘Las mil y una noches’ que, de niñas, arrullaba a las hermanas Fiorella y Úrsula de la Sotta. Ese y ‘Pericles y la ballena’ eran los únicos cuentos en el cassette (tenían una colección, pero se extravió) que su madre solía ponerles todas las noches. “Mi mamá trabajaba un montón. Hubiera sido lindo que se sentara a leernos cuentos, pero era superpráctica y nos ponía los cassettes. Nos íbamos a dormir felices, acompañadas, imaginando algo lindo”, recuerda Úrsula. De esa costumbre, afianzaron una virtud que las ayudó a nivel personal y profesional: el arte de escuchar.
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Fiorella, la mayor, trabajó por más de 15 años en el área de marketing de una renombrada empresa de consumo masivo, liderando estrategias para marcas dirigidas hacia niñas y niños. Cuando Sofía -su pequeña de ahora tres años- cumplió un año, dio un paso al costado del mundo corporativo para pasar tiempo con sus hijos (junto a Matías, el mayor de 6 años). Admite que le duró poco porque “al toque quería hacer algo. Necesitaba usar mi tiempo y mis conocimientos en algo”. Úrsula, por su parte, trabajó en agencias de publicidad, aunque su verdadero sueño era escribir historias para Pixar. “Siempre tuve ese afán por escribir historias para niños. Mi dreamjob [en Pixar] estaba en mi currículum hace muchos años”. Fue directora creativa en agencias de Perú, Chile y México. Su esposo consiguió una maestría en Chicago y se mudaron.
A finales de 2019, la tercera hermana de la Sotta se trasladó a París. “Se iba con una hija chiquita, de 4 años. Era navidad y quería hacerle un regalo, pero no tenía chamba. Se me ocurrió hacerle un cuento sobre una mariquita que se de mudaba de un árbol a otro y no entendía el idioma que hablaban, pero la sonrisa sí [se entendía] y le sonreían de vuelta. Lo hice en Power Point, horrible [risas]. Mi hermana me dijo que le sirvió un montón para explicarle a Emilia (su sobrina) lo que implica mudarse”, explica Úrsula.
Llegó la pandemia y todo se volvió difuso, complicado. ¿Cómo explicarles a los niños una situación que uno mismo no entendía? “No sabíamos cómo abordar qué era el covid, por qué no podían jugar en el parque, por qué no podía venir los amigos, por qué se moría la gente. Los papás también estábamos saturados y frustrados”, admite Fiorella y no es para menos. Le pidió a ‘Uchi’ (como le dice la familia a Úrsula) unos cuentos para “necesidades reales”. Los primeros filtros fueron Matías y Sofía. Pasaron. El proyecto fue tomando forma y así nació Cuentología, la primera plataforma virtual de audiocuentos para niños entre 3 y 8 años que responden a temas tan actuales y necesarios de hablar. “Todo es disciplina positiva, que es un poco la filosofía de Cuentología. Siempre uso este cuento del home office que es un poco para explicarle a los niños el porqué es importante respetar el tiempo de papás. La historia [del teletrabajo] es de un pingüinito que - al interrumpir a su papá- su papá quiere jugar con él. Su chamba que era la pesca del pueblo se entrevera porque estaba distraído. Al final, el pingüino no tiene nada que comer. Es eso, construimos por ese lado del positivismo, en lugar de la amenaza. Te dice por qué está bueno no interrumpir a tu papá/mamá: lo que hace tiene un montón de valor”, reflexiona Úrsula.
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Cuentología tiene tres pilares. El primero es la originalidad. Las historias son escritas por Úrsula, supervisadas por Fiorella y curadas por María Alejandra Dyer Lambarri, psicóloga y psicoterapeuta de niños y adolescentes desde hace 10 años. Luego está el formato de audio. Si bien están empezando, lo han hecho con buen pie. Trabajan con el estudio Sound Lab, de Diego Dibós. Eso, además de un pull de renombrados actores como Rossa Fernández Maldonado, Pepe Sarmiento, por mencionar algunos. “La diferencia con un cuento impreso es que de repente lo lee alguien que no le pone la misma emoción, o la entonación y que no logre involucrar al niño. Ellos [los actores] se meten en los personajes, la viven […] Sound Lab le crea música original a cada historia. Estamos logrando la inmersión”, explica Fiorella.
Para los últimos meses del 2020, iniciaron con 10 cuentos. Empezó a pasarse, cual cadena de WhatsApp, entre los padres y madres. Tocaban, pues, temas sensibles. “Hacer cuentos que no solo enseñen, sino que deje un mensaje sin necesariamente depender de una creencia religiosa, cuenta Úrsula, es un reto. “[Para el duelo] me puse a leer, hablar con psicólogos infantiles (puede visitar su blog Crianza conjunta) y entendí que el duelo tiene que ser explicado, no disfrazado. El cuento habla de un niño que había perdido a su abuelo y no sabía cómo conectar con él, cómo recordarlo. Suelta -en medio de la historia- ideas de cómo puedes llevar tu propio duelo”.
El emprendimiento fue tomando fuerza este año. Formar parte del Programa Emprendedoras Tecnológicas, un programa de aceleración para startups lideradas por mujeres en América Latina, realizado por UTEC Ventures en alianza con Belcorp e Innóvate Perú les permitió validar, primero, su trabajo; segundo, que hay usuarios dispuestos a pagar por un buen producto. Las motivó a seguir empujando el coche: hoy están a tiempo completo en Cuentología, que cuenta con poco más de 100 usuarios, algunos de ellos desde Ecuador, Brasil y Estados Unidos. “Queremos impactar positivamente en el desarrollo de los niños, sobre todo desde el lado de las habilidades blandas. Que desarrollen la empatía, pensamiento crítico, resolución de problemas. Son habilidades que se van a necesitar para las nuevas generaciones”, señala Fiorella. Y sí. Si algo ha demostrado la pandemia es la importancia de la solidaridad y, sobre todo, de saber escuchar. “Hay cuentos para los más chiquititos de 4 a 5 minutos, pero hay unos de 10 minutos. Es estar 10 minutos recibiendo información, entonces, aprendo a escuchar. Eso es la base. Por supuesto que vas a ser un adulto empático que puede dialogar perfectamente y escuchar las necesidades de la otra persona, antes de imponer las tuyas”. //
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DATO
Por una suscripción mensual de 5.99 dólares (59.99 dólares anuales), le da acceso a los cuentos para escucharlos de forma ilimitada, así como a una guía para padres. Están próximas a lanzar una aplicación. Si le interesó, visite https://www.cuentologia.com/ y disfrute de una prueba gratuita de siete días. No hay pierde.
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