Corría el año 1982 cuando Luis Miguel Gallego Basteri tuvo su primer hit en México. Tenía doce años. Entonces, la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética estaba lejos de llegar a su fin, Argentina y Gran Bretaña se enfrentaban por las Malvinas, en España se desarrollaba un Mundial de fútbol –el último de Perú en el siglo XX– y en nuestro país empezaba la preocupación por lo que terminó siendo uno de los peores fenómenos de El Niño de la historia. Treinta y seis años despúes, sin embargo, 30 de las canciones del astro se posicionan en el 2018 en el top 200 de Spotify, una de las plataformas musicales de streaming más importantes bien entrado el siglo XXI. Hoy tenemos, además, robots en Marte –y en algunos estacionamientos–, Estados Unidos ya cuenta con un presidente afroamericano en sus registros, Perú volvió finalmente a un Mundial de fútbol y a muchos seres humanos el celular se nos ha vuelto una prolongación de la mano. Un nuevo órgano.
Lo que le ha pasado a Luis Miguel Gallego Basteri es extraordinario. Tiene 48 años.
Un colosal comeback en la carrera del cantante mexicano –y puertoriqueño, ahora lo sabemos con certeza– es como han venido definiendo la situación productores, músicos, críticos, periodistas, seguidores y hasta detractores de todas partes. Esto se debe a dos decisiones clave: el lanzamiento del disco ¡México por siempre!, a fines del 2017; y, cómo no, a la emisión por Netflix de Luis Miguel, la serie, un show que casi cuenta de su boca lo que millones han querido saber por décadas: pasajes de su vida privada.
Circulan en Internet versiones de cómo se gestaron ambos proyectos. Pero hay que decir, primero, que si bien la carrera del intérprete ha tenido altas y bajas, es el éxito lo que la ha caracterizado sostenidamente. En los últimos cinco años, no obstante, esta vio uno de sus picos más bajos. Se le criticó por cancelar presentaciones o aparecer en ellas en estado inconveniente; casi va preso por ser sujeto de diversas demandas legales referidas a incumplimiento de contratos y se vio gravemente afectado por el tinnitus (enfermedad en la cual se perciben rudios o zumbidos en los oídos por estar expuesto a sonidos fuertes por largos periodos), entre otros motivos. Fue en ese contexto que entrañables amigos de la juventud le darían la mano e invertirían dinero en reflotar su carrera.
El paso uno era sacar un nuevo material; no lo hacía desde el 2010. Se decidió ir con el género regional mexicano. Gol. La gente se volvió loca en Spotify, las radios comenzaron a pasarlo otra vez. Llegaron los reconocimientos de platino y de oro. Este año, hace muy poco, el disco lo haría merecedor de su sexto Grammy anglosajón (a 14 años de haber ganado el último) y su sexto Grammy Latino. Todo ello, claro, daría pie a una gira que comenzó en febrero del 2018 y que lo ha llevado por México, Estados Unidos, España y, ahora, Latinoamérica. Otro gol. El tour fue considerado uno de los más lucrativos del año pasado en todo el mundo, pues ha recaudado a la fecha 27 millones de dólares.
El paso dos fue la serie de Netflix. Se sabía que había proyectos ajenos a Luis Miguel que querían dar cuenta de su vida personal, por lo que aceptó uno en el cual él tuviera el poder de decisión. La ficción fue protagonizada por el actor Diego Boneta. El streaming se dio entre abril y julio del 2018 y el resto es historia. La dramática niñez abusada por el padre, la vertiginosa adolescencia, la desaparición de su madre y las bendiciones y maldiciones de la fama pusieron a Hispanoamérica frente a los teléfonos, las computadoras y los televisores todos los domingos por la noche. La premisa era demasiado poderosa: fue el mismo Luis Miguel quien daba luz verde a lo que se iba a contar. Asesoría personal a Boneta y cameo en el primer capítulo, de por medio. La segunda temporada está en planes y la gente no puede esperar más. Como tampoco el concierto del 10 de marzo en el Jockey Club del Perú, comprenderán el frenesí. //