El vínculo de Raphael en Perú inicia en 1967 con su primera visita al país, durante una gira promocional que incluyó la grabación de un especial para Panamericana Televisión. El programa, de casi una hora de duración, puede verse en YouTube y es un documento invaluable que testimonia el primer paso de la leyenda de la canción hispanoamericana en nuestro país. En el especial, se lo ve al “niño de Linares”, flaco y siempre sonriente, vestido de traje negro, con el cabello peinado hacia un lado y ese dramatismo exagerado al cantar, buscando constantemente su cámara, lo cual se convertiría desde entonces en su sello personal. Entre canción y canción, se oyen algunas voces femeninas que gritan ante el incendio interior que les provoca su vozarrón. Son las fans de Raphael que, un año después, fundarían el Club Raphaelista del Perú: Toda una vida.
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En esa época, la mayoría de ellas eran menores de edad. Si buscamos un símil contemporáneo de esa pasión, habría que pensar en las chicas que se reúnen en los parques de Lima en estos días para compartir su afición por algún ídolo coreano. Raphael era entonces un ídolo para adolescentes, con apenas 25 años. Nadie sabía en ese momento que su leyenda solo iba a crecer con los años, al igual que el fanatismo de sus seguidoras.
En 1968, en la sala capitular del Convento Santa Rosa, en el Centro de Lima, tuvo lugar la primera reunión oficial del Club Raphaelista del Perú. Por aquel entonces, muchas de ellas eran tan jóvenes que llegaban acompañadas de sus mamás, quienes no necesariamente entendían por qué tanto alboroto por el intérprete de “Yo soy aquel”. El único miembro masculino del grupo era el locutor Aurelio Fidel Cruzado, conocido por su nombre radial “Marcos Durand”, quien conducía un programa muy popular entre las jóvenes de esa época llamado precisamente “Raphael y sus canciones”, transmitido por Radio Santa Rosa, que se ubicaba en el convento.
Los sábados por la mañana, las admiradoras de Raphael se reunían en el lugar religioso para conocerse, compartir experiencias, a veces cantar algunas canciones y realizar actividades de acción social. Mucho antes de convertirse en madres o abuelas, aprendieron a tejer ropones para donar a la Maternidad de Lima. En ese año, 1968, también se estrenaron las primeras películas de Raphael en nuestro país, como “Al ponerse el sol” y “Digan lo que digan”.
Los niños y adolescentes que las veían salían de las salas y corrían al espejo de sus casas para empezar a imitarlo. Allí estaba Alberto Ravines (63), conocido como “el Raphael de YoSoy”, que empezó a imitarlo justo en ese año, de manera no profesional, solo para alegrar a la familia y a los amigos en reuniones. Hoy en día, interpretar a Raphael se ha convertido en una pasión y una fuente de ingresos.
En 1972, el cantante español regresó al Perú, esta vez para ofrecer un recordado concierto en el cine El Pacífico. Su llegada fue transmitida en vivo por la televisión peruana y sus fanáticas lo recibieron en el aeropuerto. Luego compartieron un almuerzo con él en el Hotel Bolívar, como se aprecia en algunas fotos de la época.
Raphael está muy al tanto de las acciones de su club de fans, el más antiguo del Perú, y frecuentemente les envía afectuosas cartas, postales y saludos en video. La presidenta del club, Domi Perea, quien tiene una conexión directa con él después de tantos años de conocerse y de encontrárselo en aeropuertos y ciudades, lo quiere tanto que no le dice “Raphael”, sino “mi niño”. Ella lo ha visto tantas veces que apenas puede contarlas, pero su mayor privilegio ha sido poder cocinar para su admirado. Le preparó un pescado al vapor con salsa crocante durante una visita en 1995. Fue un pedido especial del ídolo y el promotor consintió en que Domi preparara los platillos para el cantante, que sigue una dieta muy estricta. Ese día, ante los platos ofrecidos, Raphael se veía muy hambriento, pero Domi estaba nerviosa. Una sonrisa de satisfacción después del primer bocado sigue siendo hasta ahora el mejor elogio que ha recibido. //
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