Oscar García

Ha pasado muchísimo tiempo desde entonces, pero los fans de Shakira no logran borrar de su mente los recuerdos de sus primeras visitas al Perú, allá por 1996. Eran otros tiempos en el país, y Shakira también era muy distinta, muy diferente al huracán rubio al que luego aprendimos a aceptar. Mucho antes de las giras multitudinarias, los grandes espectáculos en los Grammy o el Super Bowl, y su estatus de ícono global, Shakira llegó al Perú como una promesa del pop latino. Su cabello negro en cascada, sus ojos de rasgos árabes y su manera de cantar, cercana al yodel —con dramáticos saltos de tono que evocaban un lamento, muy en boga entre las cantantes de los noventa— habían cautivado a buena parte del público limeño, atento al ascenso de la nueva sensación del norte del continente. Faltaba la prueba de fuego: escucharla en vivo. Esa experiencia, para muchos de sus fans, fue una revelación.

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