Buena persona. Dos palabras que, probablemente, hemos escuchado desde temprana edad y que -en algún momento- nos han dicho que debemos aspirar a ser. Dos palabras que, bajo creencias religiosas, podrían abrir las puertas de un lugar lleno de paz. Dos palabras que fueron cimientos para que grandes pensadores, como Immanuel Kant, basen sus investigaciones sobre la ética y moral humana. Dos palabras que sirvieron de inspiración para que el productor y guionista estadounidense Michael Schur (Parks and Recreation, Brooklyn Nine-Nine) creara The Good Place: una comedia que hace reflexionar sobre nuestras acciones y lo que implica, verdaderamente, ser buena persona. La última entrega de esta serie que cuenta con cuatro temporadas en Netflix ha sido nominada a los Emmys 2020.
BIENVENIDO, TODO ESTARÁ BIEN
Su punto de partida es, como bien adelanta el título, el buen lugar. Un símil al cielo con una premisa interesante: el puntaje (positivo, en este caso) como resultado de las acciones. El primer personaje en aparecer es Eleanor Shellstrop quien, tras su muerte, es recibida por Michael, un arquitecto que diseñó un vecindario póstumo donde cada individuo, junto a su alma gemela, vive plenamente en residencias acondicionadas a sus preferencias. Quien acompaña a Eleanor es Chidi Anagonye, un profesor de ética.
Pero nuestra protagonista hace una importante confesión, y es ahí donde empieza -realmente- la trama: su vida terrenal fue bastante amoral (no sigue las costumbres o reglas estipuladas por grupos sociales porque actúa según su voluntad) y siente que no merece estar ahí. Su compañero, admirador empedernido de la filosofía kantiana, accede a convertirla en buena persona y que así pueda ganar su lugar. En el camino, claro, surgen eventos caóticos que llevan a cuestionarse interrogantes que en algún momento nos hemos hecho: ¿qué pasa luego de la muerte? ¿Bajo qué indicadores se valoran nuestras acciones? ¿Qué significa ser buena persona? ¿Qué nos debemos los unos a los otros? ¿Importan las intenciones?
A lo largo de sus cuatro temporadas, The Good Place intenta disipar esas dudas existenciales bajo una narrativa inteligente, filosófica (kantiana, para ser precisos), sincera y, sobre todo, empática. Inseguridad, necesidad de ser aceptado, mecanismos de defensas para evitar ser lastimados, negación, amor, amistad, complicidad. Lo mencionado es algo que constantemente y también nuestros protagonistas. En sus 53 episodios, el crecimiento de Eleanor, Chidi, Tahani, Jason, Janet y Michael es personal y grupal. Uno debe mejorar para que el resto también lo haga.
BAJO EL REFLECTOR
The Good Place, estrenada en setiembre de 2016, no solo se ha ganado el corazón del público, sino también de la crítica especializada. En Rotten Tomatoes, por ejemplo, sus temporadas superan el 90% de aprobación. Tv Guide, por otro lado, eligió a la ficción entre las diez primeras selecciones para los nuevos espectáculos más esperados de la temporada. Su presencia en galas como Critics’ Choice Television Awards, Emmy Awards y Golden Globes Awards estaba más que asegurada.
La sitcom de NBC, y que puede ver en Netflix, es una especie de abrazo cálido al lado más imperfecto del ser humano. Podría hacer otro artículo solo con las enseñanzas que deja esta brillante serie, pero si algo vale resaltar (y adelantar) es que The Good Place apela a la bondad inherente que todos tenemos. Todo se reduce a la capacidad de cambio propia del ser humano. Si bien la serie finalizó a inicios de este año, decidí escribir (y de paso recomendar) esta ficción ahora porque la situación lo amerita. Que este tiempo en casa, donde somos más conscientes de nuestros pensamientos, sirva para reflexionar sobre nuestras acciones. Qué mejor forma de hacerlo junto a The Good Place, una serie que nos ayuda a entender qué es una buena persona reconociendo y abrazando los errores. Nos demuestra de que, por más que nuestro entorno sea complicado, es posible cambiar y, de hacerlo, todo va a estar bien. Siempre seremos bienvenidos al buen lugar. //