Un estudio realizado por investigadores de Johns Hopkins Medicine, en Estados Unidos, proporciona evidencia de que los linfocitos T CD4+, células del sistema inmunológico también conocidas como células T auxiliares, producidas por personas que recibieron cualquiera de las dos vacunas disponibles de ARN mensajero (ARNm) para el COVID-19 persisten seis meses después de la vacunación en niveles solo ligeramente reducidos.
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El estudio, publicado en ‘Clinical Infectious Diseases’, señala además que se encuentran en niveles significativamente más altos que para aquellos que no están vacunados. Los investigadores también encontraron que las células T que estudiaron reconocen y ayudan a proteger contra la variante Delta del SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19. Esta variante, que es actualmente la predominante en los Estados Unidos, causa más infecciones y se propaga más rápido que las formas anteriores del virus.
“Investigaciones anteriores han sugerido que la respuesta inmune humoral, donde el sistema inmune hace circular anticuerpos neutralizantes de virus, puede disminuir seis meses después de la vacunación, mientras que nuestro estudio indica que la inmunidad celular, donde el sistema inmune ataca directamente a las células infectadas, permanece fuerte”, señala el autor principal del estudio, Joel Blankson, profesor de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
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“La persistencia de estas células T provocadas por la vacuna, junto con el hecho de que son activas contra la variante Delta, tiene implicaciones importantes para guiar el desarrollo de la vacuna covid y determinar la necesidad de refuerzos en el futuro”, ha añadido.
Para llegar a estos hallazgos, Blankson y sus colegas obtuvieron sangre de 15 participantes del estudio (10 hombres y cinco mujeres) en tres momentos: antes de la vacunación, entre siete y 14 días después de su segunda dosis de vacuna Pfizer/BioNTech o Moderna, y seis meses después de la vacunación. La mediana de edad de los participantes fue de 41 años y ninguno tenía evidencia de infección previa por SARS-CoV-2.
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Los linfocitos T CD4+ reciben su apodo de células T auxiliares porque ayudan a otro tipo de célula del sistema inmunológico, el linfocito B (célula B), a responder a las proteínas de superficie (antígenos) en virus como el SARS-CoV-2. Activadas por las células T CD4+, las células B inmaduras se convierten en células plasmáticas que producen anticuerpos para marcar las células infectadas para su eliminación del cuerpo o células de memoria que “recuerdan” la estructura bioquímica del antígeno para una respuesta más rápida a futuras infecciones. Por lo tanto, una respuesta de células T CD4+ puede servir como una medida de qué tan bien responde el sistema inmunológico a una vacuna y produce inmunidad humoral.
En su estudio, Blankson y sus colegas encontraron que el número de células T auxiliares que reconocen las proteínas de pico del SARS-CoV-2 era extremadamente bajo antes de la vacunación, con una mediana de 2,7 unidades formadoras de manchas (SFU, cuyo nivel es una medida de Frecuencia de células T) por millón de células mononucleares de sangre periférica (PBMC, identificadas como cualquier célula sanguínea con un núcleo redondo, incluidos los linfocitos).
Entre 7 y 14 días después de la vacunación, la frecuencia de las células T aumentó a una mediana de 237 SFU por millón de PBMC. Seis meses después de la vacunación, el nivel se redujo ligeramente a una mediana de 122 SFU por millón de PBMC, una frecuencia de células T aún significativamente más alta que antes de la vacunación.
Los investigadores también analizaron seis meses después de la vacunación la capacidad de las células T CD4+ para reconocer proteínas de pico sobre la variante delta del SARS-CoV-2. Descubrieron que la cantidad de células T que reconocen la proteína de pico variante delta no era significativamente diferente de la de las células T sintonizadas con la proteína de la cepa del virus original.
Aunque el estudio fue limitado debido al pequeño número de participantes, Blankson cree que señala áreas que merecen más investigación. “La expansión robusta de las células T en respuesta a la estimulación con proteínas de pico está ciertamente indicada, lo que respalda la necesidad de más estudios para demostrar que las inyecciones de refuerzo aumentan con éxito la frecuencia de las células T específicas del SARS-CoV-2 que circulan en la sangre”, señala.
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