“¿Encontraría a la Maga?”; “-Cuatro -dijo el Jaguar”; “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…”; “Mi nombre es Ixca Cienfuegos”. Cuatro retazos, aparentemente inconexos, incompletos, salpicados, que son, sin embargo, episodios, voces, reflexión e imaginario de todo un continente, casi 60 años después de haber sido escritos y elegidos para comenzar grandes novelas. Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes. Cuatro nombres ligados para siempre a uno de los grandes fenómenos editoriales del siglo XX a través de sus obras. “Rayuela” (1963), “La ciudad y los perros” (1963), “Cien años de soledad” (1967), “La región más transparente” (1958). Cuatro obras ligadas para siempre, como sus padres, a pesar de sus diferencias y sus distancias. “Yo no hablo de mejores obras o peores obras, porque yo creo que un escritor escribe una sola obra con distintos capítulos. Iría más allá y diría, repitiendo una observación de mi amigo García Márquez, que en realidad en América Latina estamos escribiendo una sola novela con distintos capítulos, que escribe en Cuba un capítulo Alejo Carpentier; en Argentina, uno Cortázar; en Perú, uno Vargas Llosa, etc.”, dijo Carlos Fuentes en una entrevista brindada al periodista murciano Joaquín Soler Serrano en el programa A fondo, en 1978, un año en el que, a pesar de haber cedido espacio, el Boom Latinoamericano seguía vivo y produciendo joyas literarias. De hecho, como consecuencia de su impacto e influencia, Gabriel García Márquez obtendría el Premio Nobel de Literatura poco después, en 1982.
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