Maritza Noriega
En la era de la inmediatez no hay tiempo para nada. Incluso en el caso de una pérdida pareciera que es obligatorio recuperarse de inmediato. Todos quieren que el dolor pase pronto, que seas fuerte y sigas adelante. Pero cuesta acostumbrarse a las ausencias, al vacío que deja la partida de un ser querido.
No es como deslizar el dedo por la pantalla del celular y pasar a otra cosa. Cada persona necesita un tiempo para vivir su duelo, para asumir que todo será diferente de aquí en adelante y replantearse el futuro, la propia identidad, inclusive, porque la muerte de la pareja o de un hijo puede implicar el esfuerzo de investigar quién eres y adónde vas.
Lo importante es tener claro que este proceso, que es muy doloroso al inicio, un día pasará. Y uno termina descubriendo, a veces con sorpresa, que se siente mejor porque de pronto tiene más días buenos –o en paz- que días malos. Todo llegará a su tiempo, no hay que violentar los procesos con consejos como «pasa la página», «ya no llores» o «tienes que ser fuerte». Como dice Margarita Lay, directora del centro Nina Pukio, «saber escuchar es una habilidad pocas veces puesta en práctica. Dejar que la persona hable sobre la experiencia o de la persona ausente permite cerrar poco a poco las heridas emocionales.
Por el contrario, comentarios como ya no hables de eso pueden generar un embalsamiento peligroso de la emoción». El deseo de hablar o callar debe ser respetado. Y, como indica Lay, para alguien que vive un duelo, sentir la cercanía de una persona amiga que se preocupa por la situación puede ser de gran ayuda. Asegurarle que puede contar con nosotros cuando lo necesite y que puede llamarnos ante cualquier emergencia le dará mayor tranquilidad. Todo se reacomoda
Al pasar el tiempo se espera que la vida se reacomode. ¿Pero cuánto tiempo debe pasar antes de eso? «Muchos autores señalan que un duelo dura de seis meses a un año. Sin embargo, en la práctica, el duelo dura el tiempo necesario para cada persona y posiblemente la tristeza lo acompañe en gran parte de su vida, ya que la pérdida no cambia», señala Judith Sandoval Alvarado, directora del Instituto Peruano de Psicoterapia Gestalt.
Para ella, la diferencia está en si el recuerdo viene con tristeza ante la partida y a la vez satisfacción por lo compartido y aprendido, o se mantiene, a pesar del paso del tiempo, con dolor y sufrimiento que interfiere con las actividades básicas. En este último caso, sería necesario buscar ayuda profesional.
También es importante que hacia el final del duelo no quede una dependencia emocional respecto a la persona que sirvió de apoyo. Para ello es necesario «no ejercer sobreprotección. Esto solo genera inseguridad e incapacidad para tomar decisiones.
Si deseamos ayudar, es importante respetar el tiempo y el ritmo de quien atraviesa esta experiencia, sin tratar de apurarlo a que cierre situaciones cuando aún no está listo o demorar el proceso cuando la persona ya está dispuesta a hacer un cierre», expresa Margarita Lay.
Finalmente, cuando la persona comienza a sentirse mejor, conviene apoyarla para que se reintegre gradualmente a sus actividades. Brindarle la oportunidad de actividades sociales, como reuniones con amigos, salidas al cine, a tomar un café o a ir de compras.
Lee la nota completa y más notas interesantes todos tus domingos con Semana VIÚ!