Rosa Chávez Yacila
Si Vania Masías fuera un spnido, sería «pum». El ruidito que ella emite todo el tiempo cuando habla y que emula el aporreo de una puerta o una miniexplosión. Porque cuando le toman fotos «pum pum pum» cambia de pose docenas de veces por minuto, mientras mira al monitor de la computadora para controlar las tomas. Y cuando baila cuenta Vania que «pum» siente cómo la música entra a su cuerpo y «pum» se convierte en movimiento que la estremece y la transforma. Y al mencionar a D1, su asociación cultural sin fines de lucro, admite que todo ha pasado «pum» tan pronto y a la vez ha sido «pum» tan intenso y que ha traído resultados increíbles como sus ex alumnos triunfando por todo el mundo: Nueva York, Austria, Brasil. «Pum, pum, pum».
Si Vania Masías no se enganchó con las películas de Walt Disney hasta cuando cumplió 16 años fue porque antes, durante su infancia, estuvo en Boston entrenando ballet. Si este año celebra una década de D1 es porque eligió quedarse en su país –en lugar de aceptar un puesto de trabajo en el Cirque du Soleil– con un grupo de muchachos de la ciudadela de Pachacutec que, como ella, trabajaron arduamente para encumbrar un proyecto íntimo con aires de gran sueño. A continuación lo que tiene que decir la bailarina que vuelve a actuar en público luego de seis años.
D1 cumple 10 años ¿los has sentido uno a uno o se pasaron rápido?
Han pasado rápido, pero los he sentido un montón. Tengo un recuerdo potente de cada año, porque… no ha sido fácil. Nos hemos caído muchas veces y nos hemos caído duro, pero me encantan esos retos porque siento que cuando te caes tienes que empezar a crear para poder salir adelante. Hay una frase de Einstein que me encanta, dice «la creatividad nace de la angustia» y es verdad. Siento que con cada crisis hemos podido crecer y volvernos más fuertes, tanto como equipo y como familia, porque D1 es mi segunda familia. Es muy fuerte lo que se ha generado allí.
Has dicho que más que excelentes bailarines quieres formar excelentes personas.
A mis profesores de la escuela les digo: «ustedes no son profesores de danza, ustedes son líderes que van a contribuir con el desarrollo emocional y personal de cada ser que pise esta escuela». Hemos potenciado a todos nuestros profes no para que sean profesores de danza, que los encuentras en cualquier lado. En D1 lo que queremos es que las personas que salen de nuestras clases hayan mejorado su día. Nuestros profesores son como guías, por eso les decimos «líderes D1». Es además un tema de bienestar, porque para mí no hay mejor terapia que bailar y eso que he ido a terapia toda mi vida (ríe). Es algo que todo el mundo debería hacer. Si tienes «dos pies izquierdos» entonces los necesitas más porque estás dando una afirmación de ti que no es verdad ¡no hay nadie con dos pies izquierdos! ¿Has probado cómo te mueves naturalmente? ¿has probado cómo la música entra a tu cuerpo y de pronto te provoca moverte? Ese es tu movimiento y por eso es bueno y es lo correcto. Es lo que la gente tiene que entender.
En noviembre regresarás a bailar a un escenario luego de seis años...
¡Sí, ya me estoy entrenando! No puedo ni mover las pantorrillas del dolor. Lo que pasa es que yo tenía un tema fuerte... Ya soy mamá, ya tengo dos hijos y con el nacimiento de Mar (su segunda hija) dije «no me va a pasar lo que pasó con Adrián» (el mayor). Estoy tan apasionada con mi chamba y con lo que hago que no me daba cuenta. A Adrián me lo llevé de gira al mes y medio de nacido. Ahora me digo «estaba loca». Mi chiquitín necesitaba mucho más de mí. Igual no lo he fregado a mi hijo, le he dado todo el amor posible. El año pasado tuve el regalo más grande porque estuve con mis hijos durante cinco meses después de que terminó Blanca Nieves (la obra teatral que dirigió). Dije «chau a todo, se acabó». Bueno, en realidad fue mi esposo quien me hizo verlo. Nos fuimos a la playa de Los Órganos y obligada me vi en medio de la nada, alejada de todo, pero lo que viví con mis hijos no me lo quita nadie. Nunca más volveré a permitir que el trabajo me coma, lo que más me importa son mis hijos. He tenido un cambio. Dije «si a mí lo que más me gusta es bailar ¿por qué he dejado tanto de hacerlo?» Cuando vivía en el exterior, bailaba ocho horas al día, cuando llegué acá, cuatro horas ¿y ahora qué? ¿dos horas a la semana? Tengo que cambiarlo. Empecé a entrenarme en Los Órganos, salía a correr todos los días, comencé a dictar clases gratis en la comunidad. Volví a mi esencia, a mi raíz, a lo que me gusta, que es dar. Ha sido una experiencia muy linda y he podido conectarme otra vez con mi danza.
¿Qué era lo que más extrañabas de bailar?
La sensación del después. El otro día terminé mi clase de ballet y tuve una reunión y la gente allí me decía «Oe, Vania, ¿qué te pasa? pareces drogada». Yo estaba así (entrecierra los ojos, relaja el cuerpo)… Es tal placer, tal conexión que tienes contigo, con tu mente, con tu cuerpo. Es como un yoga, pero un yoga físico que a la vez potencia el movimiento con emoción y actuación. Tienes todo, es all in one, eso es la danza. Aporta por todos lados. Es muy rico, es indescriptible, es la sensación más placentera, física y emocional, que puedas sentir.
Que te arrepientas de dejar el baile, no significa que te arrepientas de haber elegido el emprendimiento social...
No. En lo absoluto. Yo he debido buscar un balance. Pero es que cuando tienes una visión tan clara como la que yo tenía cuando emprendí D1 y cuando te ha costado tanto y has ido paso tras paso, tras paso… Había que apostar y hoy no me arrepiento. Veo los resultados, lo que está pasando, lo que se ocasionó. Hablo con Harold Echevarría que ha salido de la primera promoción y ahora tiene su propio programa social y acaba de estar en Washington dando workshops. Me voy a Nueva York y me recoge Luis Carrera que llegó a los 13 años con desnutrición, de Pachacútec (Ventanilla), y ahorita vive allá y tiene dos sponsors. ¡Ha habido tal impacto! Al final soy una persona feliz y bendecida. Sacrifiqué, dejé, pero hoy día no paro de recibir.
Cuando hicieron una serie inspirada en tu vida, te enojó que privilegiaran el protagonismo de tu personaje al de los bailarines ¿por qué?
Yo tuve una idea, pero si alguien no hubiese creído en ella y no se hubiese sacado la mugre, como Luis Soto que hoy día junto con Michael Grijalba (ambos graduados de D1) están liderando el Pura Calle, si esos chicos no hubiesen dicho en ese momento «yo apuesto, yo creo, yo voy» D1 no sería lo que es hoy. D1 no soy yo, es la apuesta de un montón de gente. En Ventanilla, chicos como los que te menciono, que tienen un mensaje muy potente, van a los colegios a dar testimonios de vida, a decir «oye, tú, yo salí de este colegio y mira dónde estoy, mira lo que he logrado. Aquí no hay excusas, no te metas en huevadas». No lo digo yo, sino me dirían «oe tú, amiguita, gringuita ¿dónde estudiaste? ¿en el Villa María? qué me vas a venir a hablar a mí». Por eso lo cuentan ellos y el impacto es muy fuerte. Yo creí que la serie sería una oportunidad increíble para llegar a muchísimos jóvenes, por eso le pedí a la producción que los chicos de D1 sean los actores, para que digan «oye yo salí de Pachacútec, la hice linda y mira dónde estoy» y muchos lo vean y piensen «si él lo hizo, se puede, yo puedo salir adelante». Eso era lo que yo quería, no que se diga «la historia de Vania Masías» A mí no me interesa contar mi vida.
Dicen que la experiencia física de alumbrar un niño te transforma, tú lo has hecho dos veces ¿cambió algo en ti?
Para desgracia mía tuve cesáreas. No sabes cómo la luché en mi primer embarazo porque yo, terca como una mula, quería que sea parto natural. Lo soñaba mucho. Quería conectarme con esa experiencia humana, animal. Los humanos nos hemos desconectado de nuestra naturaleza animal tanto que es en esos momentos donde vuelves a conectar. Yo soñaba con eso, pero desgraciadamente, después de ocho horas sin dilatar nada y con el bebe empezando a sufrir, el doctor tomó la decisión de cortarme. El dar a luz ha sido la experiencia más intensa y maravillosa de mi vida. Ese momento en el que piensas «este ser, vivo, salió de mi persona », qué fuerte. Como es algo cotidiano, como pasa todos los días, todo el tiempo, no le damos la importancia y no nos impresionamos como debemos con cada nacimiento, que es un milagro. La vida es el don más maravilloso y real que tenemos. Yo veía a mi hijo y decía «no puedo creer que es mi hijito, que ha salido del amor, que es mitad Erick [su esposo] y mitad yo y nosotros nos amamos tanto y él es fruto de ese amor. Él es amor». Mis dos hijos son lo que más quiero en el mundo, nunca he amado así. Nunca en tu vida vas a sentir el amor que se siente por un hijo, nunca. No hay un amor igual, no existe. Y no lo sabes hasta que te pasa. Y dar de lactar ¡oh, qué maravilla! no hay cosa más hermosa, es alucinante.
¿Cómo fue tu experiencia con la lactancia?
Superbién. No tenía gran cantidad de leche, pero les di de lactar ocho meses a los dos. Es el momento de conexión donde nada más importa. Es importante también estar conectada mentalmente. No es lo mismo dar de lactar y conversar «ay me está chupando la teta y estamos conversando». No, debes valorar ese momento, darle importancia. Es algo sagrado y estar conectada con mente y cuerpo con tu hijo es importante.
¿Qué tal te va con tus niños?
Tengo una conexión especial con ellos, me he preocupado por estar cerca. Como te conté me autoflagelo con el tema de Adrián, pero también digo «bueno es lo que tocó en ese momento». Yo estoy haciendo lo mejor que puedo y tratando de ser la mejor mamá posible para ellos y creo que eso me tiene tranquila. Si soy una mamá trabajadora, pues ellos serán trabajadores porque me han visto sacarme la mugre, han visto que las cosas no caen del cielo y que no es fácil y que para conseguir algo tienes que lucharla y si te caes te vuelves a levantar. Eso es lo que quiero que aprendan. Y que sean felices y que busquen la felicidad.
Cuando dirigiste la obra teatral Blanca Nieves, dijiste que no querías mostrar una protagonista sumisa. ¿Qué otras taras debemos dejar de lado las mujeres?
Ufff tantas… Nos macheteamos mucho a nosotras mismas. Tenemos que aprender a querernos como somos y con lo que tenemos y para eso debemos conectarnos con nuestro cuerpo y con nuestra mente y no creer que la belleza es una. La belleza es para todas. Desgraciadamente nos criamos con muchos estándares de cómo debemos ser y siempre nos miramos para abajo. Es muy raro encontrar alguien que en verdad haya podido empoderarse y decir «este es mi cuerpo y lo amo». ¿Has oído una de las últimas canciones de Beyoncé? (Flawless) En una parte dice que a las mujeres nos educan para el matrimonio, para casarnos. Hay chicas que lo único que quieren es embarazarse porque piensan que así se les resolverá la vida y el hombre se va a ocupar de ellas. Yo digo «hijita, nadie se va a ocupar de ti, tú estás capacitada para salir adelante. No tienes que bancarte a un pata que te maltrata, porque tienes cerebro, tienes manos, tienes pies. Y si no lo crees mira a todas las mujeres que lo están haciendo y mira el discurso de miles de mujeres que han sido maltratadas y después han podido salir adelante». Hay mucho machismo en nuestra sociedad. No soportan a la mujer fuerte y quieren bajarte y te van a bajar. No debemos aceptarlo.