Consumir alimentos integrales es una buena opción para la salud. Cuando ingerimos un carbohidrato, este es procesado en nuestro tubo digestivo y llevado a la sangre en su expresión mejor utilizable: la glucosa, la principal generadora de energía para nuestras células. Gracias a ella, estamos activos durante todo el día.
Nuestro cuerpo es una máquina perfecta. Tenemos una hormona originada en el páncreas: la insulina, la cual entre —otras cosas— se encarga de utilizar a la glucosa para que cumpla su función. A mayor rapidez de absorción de la glucosa —desde nuestro intestino a la sangre—, más rápida y descontrolada será su salida o secreción.
Dicho esto, si comemos algo refinado como un pan blanco, una torta o bebidas o sólidos endulzados con azúcares simples, sucederá un problema: esta hormona formará grasa o lipogénica. Así pues, si hay más de la cuenta debido a una salida exagerada producto de mucho azúcar simple, se originará tejido adiposo.
PROPIEDADES
El alimento verdaderamente integral tiene fibra (por eso que a muchos les parece poco agradable o de difícil masticación). A mayor cantidad de fibra, la absorción es más lenta y sostenida; por lo tanto, la secreción de insulina es más controlada o regulada de tal manera que la posibilidad de que esta genere grasa no se dará.
Además de favorecer nuestro tránsito intestinal los alimentos integrales nos ayudan a desintoxicar el organismo, a la vez que nos permiten prevenir la osteoporosis y reducen los riesgos de padecer diabetes
Para llegar a nuestros objetivos, la alimentación es un factor muy importante que debemos cuidar. La incorporación de alimentos integrales a la dieta se puede hacer de forma muy sencilla, simplemente reemplazando los refinados por los integrales como el arroz, la avena, el centeno, el trigo en forma de pastas, panes, etc.