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La prensa limeña la calificó en ese tiempo como una “pelea de lobos”. Emilio Willman, ‘Carita’ era del Rímac, allí, bajo el puente, aprendió a sobrevivir, defendiéndose de gente mayor; fue un eximio en el arte de la navaja y el hampa limeña lo acogió. Pasó la “prueba de fuego” cuando enfrentó a muerte a Cipriano Moreno, ‘Tirifilo’, “el mejor y más diestro de los hombres que manejaban el arma blanca”. El 2 de mayo de 1915 ocurrieron los hechos. El escenario: ‘El Montón’, un pampón inhabitado y tomado por el lumpen limeño, que décadas después acogería al “Barrio 1 de Mayo” o “Barrio Obrero”.
‘El Montón’ estaba en los bajos de la avenida del Tajamar, un espacio que hoy cubre la avenida Evitamiento. Era un lugar desolado, frente al río Rímac, y en el cual cruzaban los rieles del tren que iba del Callao a la sierra y viceversa. El origen de la pelea entre Emilio Willman, ‘Carita’, y Cipriano Moreno, ‘Tirifilo’, se pierde entre ofensas, venganzas y celos territoriales. Seguramente, el “amor propio” de saberse o querer ser más hombre que el otro.
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‘Carita’ vs. ‘Tirifilo’, ‘Tirifilo’ vs. ‘Carita’. Las versiones de esos tiempos indicaban que fue Willman quien buscó enfrentarse a ese ‘taita’ que no lo dejaba avanzar en el mundo del hampa. También se decía que una ofensa inconfesable o una delación llevó a este a jurar la venganza contra Moreno.
Quedaron para verse, cara a cara, antes del amanecer del domingo 2 de mayo de 1915. No fueron solos, los acompañaron un grupo de compinches, a cada quien, a modo de testigos. La versión más fidedigna, recogida por un cronista del diario decano, el 17 de abril de 1945 (reportaje hecho a raíz de la muerte, por esos días, del sobreviviente ‘Carita’), era que los testigos y los dos protagonistas bajaron en absoluto silencio hacia el Tajamar, pasando por algunas calles ya habitadas. Hasta que se detuvieron.
Los contrincantes y sus allegados decidieron quedarse en una zona abierta y solitaria; es decir, en ‘El Montón’, “a pocos metros de la línea del Ferrocarril, junto a un foquillo eléctrico colocado al acaso en ese lugar”. En ese instante, uno de la mancha de Cipriano Moreno (‘Tirifilo’) tomó la palabra y anunció la lucha, no sin antes “haberle hecho un guiño de comprensión a ‘Tirifilo’, y señalando a ‘Carita’, le dijo: “No creo que nos ha traído hasta aquí para darte unos cuantos golpes”. (EC, 17/04/1945)
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Los propios testimonios posteriores de los que estuvieron esa madrugada en ‘El Montón’ corroboraron lo señalado. ‘Carita’ era contenido por sus amigos, puesto que ya quería ir encima de ‘Tirifilo’, quien aún tuvo tiempo para decirle algo revelador a su joven rival: “Me has dicho enantes que has jurado vengarte. ¿Será porque me llevé a Ana María? Pues ahora te debo decir que me la llevé por macho, y si te he traído hasta acá es para que, si puedes, me demuestres lo contrario’, y sacándose del bolsillo una chaveta encorchada se la aventó a ‘Carita’ a la vez que tomaba otra ofrecida por uno de los testigos del duelo”. (EC, 14/07/1945)
La historia parecía un cuento, pero era algo real que vivieron en carne propia ‘Carita’ y ‘Tirifilo’ y que vieron los demás maleantes, testigos de aquel lance dominical del 2 de mayo de 1915. Paradójicamente, mientras en Europa, la Gran Guerra se sufría en las trincheras y las bayonetas atravesaban los cuerpos en la lucha con el enemigo, en ‘El Montón’, en el Tajamar limeño, la pelea de ‘Carita’ y ‘Tirifilo’ era con la destreza de la chaveta y el honor delincuencial en la frente.
‘Carita’ logró desprenderse de sus compinches que lo tenían agarrado, “y cogió la chaveta que le había aventado ‘Tirifilo’, la que desencorchó y quitándose el saco, se lo envolvió en el brazo Izquierdo, en la misma forma que lo había hecho su rival”. (EC, 14/07/1945).
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Eran, en ese instante, unos gladiadores esmirriados entre el polvo y la basura. Emilio Willman o ‘Carita’ venía cargado de un terrible espíritu de venganza. El Comercio registró las palabras exactas de este hampón antes de arremeter contra ‘Tirifilo’: “Con una voz llena de indignación, le dijo: ‘En mi vida he matado muchos toros, pero ahora por primera vez voy a matar a un perro’”, le gritó. Entonces, aún estaba formada la rueda que hicieron los sujetos que los acompañaron, un círculo que pronto se rompería por la violencia de los rivales. (EC, 14/07/1945)
En la edición del 3 de mayo de 1915, que cotejamos con la de abril de 1945 (para considerar las coincidencias y los cambios), el reportero del día, tras recoger los testimonios de los únicos testigos (los amigos de ambos luchadores), describió así el comienzo de la batalla en el pampón del Rímac: “Dada la señal para el combate, ‘Tirifilo’, cayendo con rapidez sobre Willmant, tiñe en sangre su chaveta. Se hace atrás, esperando el resultado del golpe. Willmant ha parado el chavetazo con felicidad, apenas un corte en la barba. Se reanuda el combate con variadas incidencias, siendo Willmant el peor parado. Tiene siete cortes de carácter grave: uno en el hombro izquierdo, otro en la barba y cinco en el brazo izquierdo, cuyo mollero cuelga completamente zafado de una cuchillada”. (EC, 03/05/1915)
El reportero de 1915 remarcó que parecía que la partida ya está concluida, incluso los amigos de Willmant (así lo escribían entonces y no Willman, como quedó después) querían terminar el desafío. Entonces, el popular ‘Carita’ les dijo que no, y pronunció: “Uno de los dos ha de quedar en el suelo”, y tomando aire y fuerza arremetió furioso contra ‘Tirifilo’, quien “escudó con maestría los golpes que le propinaba”.
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Como aún estaba a oscuras, los hampones eran alumbrados por la débil luz del foco eléctrico de un solitario poste. A lo lejos, apenas se veían “los primeros destellos de la madrugada”. Ambos contrincantes se movían, buscaban el punto débil del otro; ‘Tirifilo’ confiaba en su experiencia, ‘Carita’ en su odio.
Las noticias del 3 de mayo de 1915, al día siguiente del lance, y los datos que se recogieron para el informe en el diario decano en abril de 1945, confirmaron que el primero en atacar fue ‘Tirifilo’, como leímos. “Haciendo un movimiento con el brazo izquierdo pretendió dar un corte de derecha a izquierda que tapó ‘Carita’. A este asalto sucedieron muchos otros de poca importancia, siendo uno a uno bloqueados por el novato”. (EC, 14/07/1945)
Era evidente que el que se desplegaba mejor hasta ese momento era ‘Tirifilo’. Este tenía más escuela, y estaba demostrando su habilidad para el ataque. Revelaba, además, “habilidad para la defensa”. Ante él, ‘Carita’ parecía casi un novato en las armas blancas, a pesar de que no lo era. Pero al joven Willman le sobraba fuerza y un gran espíritu de combate.
Había mucha confianza en la gente de ‘Tirifilo’. Le decían a su luchador “que acabara de una vez con esa criatura”. Otros le decían que “si te demoras vas a perder el cartel”. Pero, ‘Carita’ lo sorprendió en una chaveteada que ‘Tirifilo’ esquivó mal, “por lo qué recibió un corte en el brazo izquierdo”. Eso envalentonó a ‘Carita’.
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“En ciertos momentos ‘Carita’ hacía retroceder a ‘Tirifilo’ que, sorprendido por la decisión y agilidad del muchacho, iba perdiendo la confianza en sí mismo”. Pero, Cipriano Moreno empezó a sentirse obligaba a hacer más. Con algo de desesperación, logró meter la chaveta y dar un corte profundo en la cara de su rival. ‘Carita’, ensangrentado, con la camisa empapada de rojo, tomó valor, osadía, y todos vieron que la ira aumentaba su fuerza. Ambos estaban cortados, pero ‘Carita’ un poco más.
‘Tirifilo’ quedó sorprendido. Ya no era el chico Willman de quien se habían burlado él y sus amigos, “sino una verdadera fiera que demostraba destreza en el manejo de la chaira”. Entonces, en una de las violentas flexiones que tuvo que hacer para librarse de la feroz acometida de ‘Carita’, ‘Tirifilo’ resbaló. Era una primera y seria advertencia del joven hampón.
La crónica de El Comercio de 1915, que repetía la de 1945, señalaba que ‘Tirifilo’ parecía más que temeroso y decidió retroceder, buscar defenderse ante los ágiles y seguidos ataques de ‘Carita’, quien se presentaba como un poseído, dejando boquiabiertos a su grupo y a los del rival. “Manejaba ambas manos con una precisión tal que cada golpe era dificultosamente parado por su rival”.
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Ahora eran los amigos de ‘Tirifilo’ los que se miraban entre ellos para ver en qué momento acababan con la pelea en Tajamar. No veían bien a su compinche, ya no le convenía que siguiera la lucha de las chavetas. Como intuyendo que eso podía pasar, ‘Carita’ arremetió contra su enemigo mortal. Y ‘Tirifilo’ se volvió a resbalar.
La nota de 1915 dijo lo que ocurrió en ese instante: “Willmant aprovechó el momento lanzándose como una fiera, sumergió toda la hoja de su arma en el cuerpo de su rival, a la altura de los pulmones, produciéndole una herida cortante de carácter mortal. ‘Tirifilo’, al sentirse herido, arrojó su chaveta y tratando de avanzar algunos pasos, se desplomó pesadamente en tierra”. (EC, 03/05/1915)
En tanto, la descripción rescatada por el cronista de 1945 del diario decano fue exacta, precisa y casi quirúrgica. Así lo describió: “Aprovechando un ataque débil del rival y con una salida dada en falso mañosamente, logró abrir la guardia de ‘Tirifilo’ y con una maestría digna del más hábil chavetero, metió la punta entre los dos brazos, para marcar un corte que partiendo de la altura del pómulo izquierdo pasó por la barbilla para caer en el tórax y seguir por el plexo, incrustándose el arma en el abdomen, más o menos a la altura del hígado”. (EC, 17/04/1945)
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Más allá de algunos detalles en que difirieron, las versiones de 1915 y 1945 coincidieron en afirmar que, pese a estar mal herido, ‘Tirifilo’ estuvo dispuesto a seguir peleando; de esta forma, intentó herir mortalmente a ‘Carita’ en un último esfuerzo, con la poca energía que aún le quedaba; sin embargo, el joven Willman detuvo con facilidad el golpe, y tomó impulso para darle la cuchillada definitiva, cuando algo se lo impidió. Y es que vio a su rival, con las manos en el abdomen, volviendo la mirada a sus amigos, diciéndoles: “Estoy herido... hermanos... me llegó la hora...”.
El bando de ‘Tirifilo’ lo vio con varios cortes de donde emanaba mucha sangre. En la versión de 1945, se indicó que sus amigos lo cargaron y llevaron a la casa de uno de ellos. Allí mismo le hicieron la primera curación, y no lo movieron. Se quedó para ser atendido en ese mismo lugar; pero, finalmente, Cipriano Moreno, ‘Tirifilo’, murió por una “peritonitis aguda”, consecuencia de los profundos cortes que recibió de Emilio Willman, ‘Carita’, quien quedó a su vez mal herido, completamente chaveteado, pero no de forma mortal.
El reportero de El Comercio de 1915 dio otros detalles singulares de las vidas y el duelo de estos dos delincuentes. Tanto “Emilio Willmant” como Cipriano Moreno eran gente de la noche, matones que vivían “de todo aquello que pueda referirse a dar un esquinazo, cubrir las espaldas de alguien y eliminar a quien sea un obstáculo para la realización de sus planes”. En pocas palabras, ‘Carita’ y ‘Tirifilo’ eran unos avezados asaltantes, guardaespaldas y asesinos. (EC, 03/05/1915).
Como en el año 1945, sus coetáneos también aseguraban que “Emilio Willmant” era nuevo en el hampa, pero no por ello menos peligroso que el experimentado criminal Cipriano Moreno. Sobre ‘Tirifilo’, se aseguraba que la propia Policía le tenía cuidado, pues era un tipo sin escrúpulos, traicionero y escurridizo. Otro detalle de él: se indicaba explícitamente que, efectivamente, era un ‘soplón’ de la Policía, como sospechaba ‘Carita’. “No obstante, sus antecedentes, su manifiesto instinto de criminalidad, la Policía se sirvió de él para el desempeño del cargo de agente de la secreta (soplón) en la intendencia de esta capital”. (EC, 03/05/1915)
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Justamente, un ‘soplo’ de ‘Tirifilo’ habría sido la causa del feroz encono que le tenía ‘Carita’, ya que esto le costó varios meses en la cárcel injustamente, según él. `Tirifilo’ lo había embarrado. El joven chavetero guardó en secreto su juramento de venganza, fue tan secreta esa venganza que ni el propio ‘Tirifilo’ la vio venir.
Ambos eran de ‘bajo el puente’, del Rímac, y allí había campeado ‘Tirifilo’ desde comienzos del siglo XX. ‘Carita’ lo odiaba por abusivo, enamorador (de sus chicas) y soplón. Por eso se hablaba también de un “amor propio” y de quién manda en el territorio. Es decir, una típica disputa entre delincuentes.
Contaba también la edición del 3 de mayo de 1915, que hubo otro testigo, aparte de los amigos que acompañaron a los chaveteros. Se trató de un canillita que a esas horas de la madrugada pasaba por allí en su camino a recoger los diarios que vendería más tarde. Este fue quien habría pasado la voz a un agente policial del duelo en ‘El Montón’.
A diferencia de la versión de 1945, que indicaba -como leímos- que los compinches de ‘Tirifilo’ lo cargaron y se lo llevaron moribundo a un inmueble para curarlo; la versión de 1915, más cercana a los hechos, solo indicaba que al caer ‘Tirifilo’ mal herido, todos los sujetos a su alrededor corrieron en diferentes direcciones; así, dejaron el cuerpo del delincuente a manos de la Policía, la cual lo llevó a la morgue de Lima, donde a las 5 de la tarde de ese mismo día le hicieron la autopsia de ley. Todos los implicados fueron detenidos ese día, menos ‘Carita’ quien terminó en el Hospital Dos de Mayo, pero custodiado por los agentes, hasta su recuperación.
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Otro dato de esa primera versión era que Cipriano Moreno, ‘Tirifilo’, estaba algo cansado, porque hacía unos días había peleado a chavetazos con un corpulento sujeto en el Callao, a quien dejó marcado 14 cortes. No estaba para pelear con un joven y vengativo matón. Por eso se dijo desde entonces que ‘Tirifilo’ había subestimado las agallas y destrezas de ‘Carita’, y eso le costó la vida.
Finalmente, se decía en 1915 que unas 200 personas del Rímac, especialmente, se dirigieron esa misma tarde del 3 de mayo a la morgue de Lima, porque al enterarse del lance de muerte entre ‘Tirifilo’ y ‘Carita’, no creían que el primero hubiera muerto así, a chavetazos, el estilo en el que era imbatible hasta ese momento.
Luego de la captura de Emilio Willman, ‘Carita’, una vez dado de alta en el Hospital Dos de Mayo, este pasó por sucesivos establecimientos penales, hasta llegar a la Penitenciaria de Lima (El Panóptico), donde se hallaba cuando se dio su sentencia, luego de casi tres años de espera.
Así, el 28 de enero de 1918, Emilio Willman hizo frente a la sentencia de su caso. Durante el proceso, su defensa había alegado que la muerte de Cipriano Moreno no había sido un asesinato u homicidio calificado, como se quería juzgar, sino que esta se había dado a raíz de un duelo pactado y aceptado por los protagonistas y con testigos, esto último un elemento clave para los jueces que determinaron la pena para su caso.
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Los amigos de ‘Carita’, para atenuar la pena o culpa de su compinche, hablaron incluso de un “Duelos de caballeros”, con las reglas mínimas a las que podían acceder, dada su falta de educación (“no firmaron un acta”). Por lo tanto, decían, no se había tratado de un crimen, no había un asesinado, “solamente hubo una muerte”, se cerraron en ese argumento tanto los amigos como el abogado de ‘Carita’.
La ley peruana le dio nueve años de prisión a Emilio Willman, ‘Carita’ por haber dado muerte a Cipriano Moreno ‘Tirifilo’, cuya madre, viva aún, no aceptó la decisión de los jueces, a ella le parecía muy poco tiempo por el asesinato de su hijo. Detenido en mayo de 1915, ‘Carita’ logró el indulto y salió antes de cumplir esos nueve años en el penal. El otrora chavetero de ‘El Montón’, salió libre en 1923. Pero el karma del puñal no lo dejó en paz.
En febrero de 1924, Emilio Willman alias ‘Carita’, ya en libertad, asesinó también de una puñalada certera a la altura de pulmón a Julio Borgoño Sánchez, un hombre dedicado a la sastrería. Ocurrió en una reunión social, realizada en el jirón Virú, en el Rímac, distrito donde vivía Willman. La víctima, Julio Borgoño, había salido en defensa de un amigo suyo, a quien ‘Carita’ había golpeado y tirado al piso, tras tomar juntos varios vasos de pisco. También hirió gravemente a otra persona, Fernando Peña, quien trató de detenerlo, antes de que llegara la Policía y lo capturara minutos después.
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En esa ocasión, el fiscal Fernando León pidió para el asesino Willman, nada menos que 15 años de prisión efectiva. Y por primera vez se mencionaba, en la acusación fiscal, que el acusado tenía otro apellido paterno (por confirmar), y que ese era “Barrenos” en vez de “Willman”. De esa manera, el 23 de abril de 1925, Emilio Willman fue sentenciado, como pidió la fiscalía, a 15 años de cárcel por haber asesinado a Julio Borgoño y herido a Fernando Peña. Con todos sus antecedentes policiales, Emilio Willman pasó esos 15 años de encierro en diferentes penales, como la isla penal de El Frontón y en El Panóptico de Lima, hasta 1939.
Los últimos seis años de su vida, fueron más bien reposados, tranquilos, al menos no fue juzgado de nuevo por nada más. Y así, el 13 o 14 de abril de 1945, Willman o Barrenos murió en circunstancias dramáticas, pues fue atropellado por un auto que iba a excesiva velocidad. La misma velocidad con la que él había decidido vivir.
Años después, el narrador peruano Ciro Alegría escribiría en 1953 el cuento “Duelo de caballeros”, el cual finalmente publicó, por primera vez, en Cuba en 1961, y donde recreó literariamente toda esta tremebunda historia del viejo duelo entre dos hampones de la vieja Lima.
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