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La increíble historia del ex cachascanista que mató al novio de su madre en 1958 y disparó a su ex conviviente en un bautizo
Durante la segunda mitad de la década de 1950, un ex cachascanista, consumido por los celos y conocido por su violencia y descontrol, protagonizó dos de los hechos policiales más impactantes y recordados de la época.
Era el diablo en persona. Nelson Cherro Velásquez era su nombre y las comisarías de Magdalena del Mar y del Cercado de Lima le temían porque era capaz de los peores actos de violencia, como balear a un grupo de personas a la salida de un bautizo y herir a niños y adultos, o golpear con tal fiereza al punto de arrancarle la vida a cualquiera. Cherro era un ser volcánico, nacido para romper todas las reglas, y quizás por ello no duró demasiado en el mundo del cachascán, un espectáculo de lucha donde nadie aguantaba sus arrebatos de excesiva brutalidad, allá por los años 50.
El oficio de cachascanista era muy popular y respetado en gran parte de Latinoamérica, durante las décadas de 1940, 1950 y 1960. Era una manera honesta, esforzada y riesgosa de ganarse el pan. A eso se dedicó desde muy joven Nelson Cherro Velásquez, sin saber que no duraría demasiado en esa vida de golpes, caídas y recaídas.
Su enfermiza necesidad de dañar al otro, de golpearlo sin control, le fue alejando de ese trabajo del “espectáculo deportivo”. Aquel show no requería de golpes verdaderos ni de heridos graves. Si no podía fingir con astucia verosímil, no estaba hecho para esa práctica de lucha. Por eso Cherro perdió su puesto de luchador a mediados de los años 50, y allí empezaron sus problemas.
NELSON CHERRO: EL INFIERNO DESATADO EN UN BAUTIZO EN MAGDALENA DEL MAR
El sábado 7 de enero de 1956, un día después de la Bajada de Reyes, la vida de Nelson Cherro Velásquez, de 26 años, no tenía rumbo. Había trabajado un buen tiempo como luchador decachascán, pero todo había acabado para él año anterior, es decir, en 1955.
Cherro odiaba todo lo que había vivido, incluida la etapa de convivencia con Rosa Fajardo Chiri. Buscaba dañarla, y así un bautizo fue el escenario perfecto, pues se enteró de que ella iría de todas formas, puesto que había sido invitada al bautizo de su pequeña sobrina, la bebé de un solo un año, Esther Hurtado Fajardo.
Entonces, el peligroso Cherro esperó pacientemente a las afueras de la iglesia del Corazón de Jesús, en Magdalena de Mar. La ceremonia había transcurrido con normalidad, hasta que familiares y amigos del matrimonio Hurtado-Fajardo iban abandonando el recinto. Allí, sin mediar palabra alguna, Nelson Cherro sacó su revólverSmith-Wesson, calibre 38 y apuntó a Rosa Fajardo.
Hizo varios disparos, pero falló el tiro mortal contra Rosa. Cherro estaba nervioso, ansioso, no era un tipo de armas sino de golpes, llaves y giros, pero esa vez se desbocó. Como todos estaban alrededor de los padrinos, de los padres y de la niña bautizada, hirió a cuatro personas, incluida a su ex conviviente, pero también a otro adulto más y a dos menores. La más pequeña en ser herida fue la propia bautizada, la sobrina de Rosa, la pequeña Esther.
Nelson Cherrofue desarmado y controlado por un grupo de asistentes que lo golpeó hasta casi matarlo. El criminal fue conducido al Hospital Dos de Mayo, en el Cercado de Lima, en tanto su ex conviviente Rosa Fajardo ingresó a la Clínica Sánchez Moreno, habitación 103, “con una herida de bala en el brazo derecho y otra en el labio superior”. Los médicos indicaron que su estado no era de gravedad. (EC, 09/01/1956)
Los periodistas de El Comercio estuvieron también buscando información en el Hospital del Niño, en Breña, a donde internaron a Esther Hurtado Fajardo, de 1 año. En el Pabellón Nº 4, cama Nº 345, la pequeña niña debió ser operada. Ella, milagrosamente, fue mejorando.
La otra menor en el mismo nosocomio de Breña era Teresa Villavicencio Flores. Ella fue conducida hasta allí por precaución, pues solo había sufrido “el rozamiento de una bala en el muslo derecho”. (EC, 09/01/1956)
Desde la Sala San Juan de Dios, cama Nº 19, del Dos de Mayo, Nelson Cherro también operado y con un pronóstico de reserva, la pasaba muy mal. Tenía hemorragias internas. Los médicos no daban muchas esperanzas al inicio, pero el fortachón Cherro superó su etapa crítica y sobrevivió.
La Policía de Investigaciones de Magdalena del Mar interrogó a Rosa Fajardo y supo de la desquiciada personalidad de Cherro Velásquez. Esta no tardó demasiado en confirmar que se trataba de un “crimen pasional”. Pero, ¿cómo había obtenido Cherro el revólver? El diario decano comprobó que se lo había comprado a un “agente viajero” para su cuidado, pues temía la venganza de alguien con ganas de hacerse justicia por sus propias manos.
Luego de algunas semanas, el delincuente Nelson Cherro se recuperó, y de inmediato fue detenido e ingresado a unpenal de Lima; pero su condena -con el dudoso atenuante de no haber asesinado a nadie ese 7 de enero de 1956, en la iglesia de Magdalena del Mar- fue relativamente corta. Menos de dos años.
NELSON CHERRO Y SU VIOLENCIA EXTREMA CONTRA DEL NOVIO DE SU MADRE
Para marzo de 1958, a sus 28 años, Nelson Cherro era un tipo libre. Volvió a vivir con su madre; o mejor dicho, a visitarla de vez en cuando. La mayor parte del tiempo andaba en la calle, vagabundeando, robando, viviendo a salto de mata, hundido en el limbo entre el lumpen y la clandestinidad. Se había olvidado de Rosa Fajardo, ya no la celaba, pero a quien celaba enfermizamente ahora era a su madre, Sara Velásquez, viuda de Jordán.
La madre vivía en la calle Penitencia Nº 360, esto es, en la cuadra tres del jirón Paruro, en el Cercado de Lima. Allí había vivido con su esposo, el señor Jordán, padrastro del descarriado Cherro. Y allí recibía la visita de un “pretendiente”, a quien de verdad quería, el albañil Nemesio Flores, de 52 años. El lunes 31 de marzo de 1958, Nemesio y Sara llegaron juntos a la casa, alrededor de las 8 de la noche. Allí estaba, ebrio,Nelson Cherro.
Los chismes llegaron a los oídos del violento hijo, quien decidió confrontar al “supuesto novio” de su progenitora. Cuando el criminal vio a Nemesio junto a su madre, le sobrevino una “ataque de locura”; tiró y rompió los enseres de la casa, pero ya calmado “ofreció a su madre llevarla a un chifa; pero esta para evitar que ocurriera algo en la calle, le pidió quedarse en la casa”. (EC, 01/04/1958)
Entonces, Sara, Nemesio y Nelson Cherro tomaron una botella de anisado y comieron uvas. “Cerca de las 11 y 30, Nemesio Flores le dijo a Cherro que iba a ser su padrastro porque deseaba contraer matrimonio con su mamá”. Según el diario decano, esa afirmación enloqueció a Cherro y empezó a insultar al albañil Flores. La madre del joven criminal, en un intento de apaciguar la furia de su hijo, aceptó ir al chifa que le había ofrecido horas antes.
Pero allí, sobrevino lo peor. Bajaban las escaleras para dirigirse a la calle, a uno de los chifas de Paruro, cuando el albañil Nemesio Flores le dijo la frase que Nelson Cherro no quería oír nunca: “Estoy enamorado de su mamá”, le dijo a secas. Ni un segundo pasó y Cherro le propinó un “furibundo cabezazo en la cara a Flores, que lo hizo caer de espaldas y rodar por las empinadas escaleras”. (EC, 01/04/1958)
Incluso mientras caía, contó la madre de Nelson Cherro, este no dejaba de golpear al infortunado albañil. Hasta que el cuerpo exánime Nemesio Flores terminó al pie de las escaleras. Inmóvil, lívido, y completamente desnucado, diría la autopsia de ley.
Sara Velásquez gritó de terror y pidió auxilio, eso bastó para que su desalmado hijo le diera un puñetazo en la cara. Luego, salió disparado a la calle y, extrañamente, en vez de esconderse como era lo predecible, se dirigió directamente a la Comisaria de la calle San Andrés, en el mismo Cercado de Lima, para entregarse y confesar su nuevo crimen. “¡He matado a un hombre!”, exclamó.
“Nemesio Flores encontró la muerte instantáneamente. Minutos después se harían presentes el Comisario Accidental del Segundo, Teniente Carlos Barreto y el Jefe de Investigaciones Comisario Isaías Quesada. El cadáver fue recogido con la aprobación del Juez, a las 2 de la madrugada y fue trasladado a la Morgue en un camión policial”, señalaba la crónica de El Comercio. (EC, 01/04/1958)
Nelson Cherro fue depositado en una celda preventiva de la Segunda Comisaria. Allí lucía como un animal enjaulado, rumiaba su destino, presentía una larga condena, esta vez sí, porque una vida se pagaba caro.
El jueves 3 de abril de 1958, luego de pasar 48 horas aislado, Nelson Cherro pasó a manos de la Subdirección General de Investigaciones. El día anterior, el 2 de abril, el ex cachascanista había dado su versión de los hechos. Ya sobrio, Cherro contó que le había irritado la presencia de Nemesio Flores al lado de su madre Sara Velásquez. Verlos llegar a la casa fue lo peor, dijo. También indicó que él no estaba ebrio, como dijo su madre, sino más bien Nemesio Flores era quien había llegado bebido. (EC, 02/04/1958)
Aunque parecía increíble, Cherro se autocalificó como una persona que sabía controlarse, por eso había aceptado tomar unas copitas de anisado con ellos, dijo. “Reprimí mi cólera y mi madre sirvió una copita de anisado”, señaló a la Policía. De esta forma, empezó a discutir con el occiso solo cuando este le dijo de sus pretensiones maritales con su progenitora, afirmó.
Entonces, contó algo sorprendente: “Nemesio Flores se me vino encima, y al responder el ataque, le di un manazo que lo hizo rodar por las escaleras”. La Policía solo tomaba nota. Lo que los investigadores pudieron saber objetivamente, a través de la autopsia al cadáver, era que Flores murió de “traumatismos múltiples en la cabeza por acción ajena”. (EC, 01/04/1958)
La Policía dudaba de que la víctima se hubiera hecho ese daño al caer, pues pese a haber tomado unas copas de anisado, bien pudo haberse sujetado de la baranda. Las evidencias hacían creer, más bien, en una agresión previa. Una violenta agresión de Cherro.
El destino de Nelson Cherro Velásquez estaba marcado. A la Subdirección de Investigaciones llegaban los acusados con antecedentes y, sobre todo, con todas las pruebas en su contra. Su historia perdió entre muchas otras, pero en esos tiempos de fines de los años 50 los criminales de su calaña solían terminar sus días en la nueva Colonia Penal del Sepa (abierto en 1951), que se ubicaba en la zona de Ucayali, en el oriente peruano. Allí se los comía la selva.
En este episodio de Cuenta la Historia, se narran detalles de la construcción de uno de los íconos arquitectónicos de Lima, el edificio del Diario El Comercio.
Para ello, Gonzalo y el abuelo se remontan a 1919, año en que una turba instigada por el entonces presidente Augusto B. Leguía atacó e incendió parte del local donde funcionaba la redacción de El Comercio.
En respuesta, don José Antonio Miró Quesada ordenó construir un nuevo edificio en la misma locación, que sea tan imponente como una fortaleza.
Este año, la casa de El Comercio cumple 100 años de inaugurada y lo celebramos rememorando algunos momentos y personajes históricos que pasaron por ahí.