La historia del feroz atentado de Oklahoma de 1995

(Foto: Agencia )
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Karla Kennedy García

La mañana del 19 de abril de 1995 parecía un día normal en el edificio de gobierno Alfred Murrah, sede del gobierno de Oklahoma, en Estados Unidos. Los empleados comenzaban a instalarse en sus puestos de trabajo y algunos dejaban a sus hijos en la guardería del segundo nivel. Mientras eso pasaba, a pocos metros del edificio, un ex combatiente de la Guerra del Golfo estaba por cometer un salvaje atentado contra su propio país.

A las 9:02 de la mañana, una terrible detonación de un camión cargado con 2.300 kilos de explosivos partió en dos los nueve pisos del edificio. Lunas destrozadas, autos incendiados, parquímetros colgados en árboles; humo y fuego: el panorama era desolador. Fueron 168 personas fallecidas, de ellas 19 menores de edad. La potencia del explosivo, hecho a base de fertilizantes, destruyó o dañó 324 edificios en un radio de 16 manzanas.

Minutos después, los servicios de inteligencia empezaron a perseguir a los responsables; videos y testigos de lo ocurrido dieron las primeras pistas de los autores de la masacre; estos habían ejecutado su letal atentado cuando el flujo de personas aumentaba en el edificio del gobierno de Oklahoma.

“Creí que era un terremoto porque el edificio crujió de arriba a abajo… En la quinta planta, a nuestro lado, se abrió un agujero: mirábamos para arriba y se veía el cielo. Mirábamos para abajo y se veía la calle… Corrimos hacia dentro y hacia la salida sin pensar en más…”, contó uno de los afectados.

En pocas horas el FBI identificó el vehículo en que huyeron los atacantes. Los agentes de seguridad determinaron que eran dos hombres de raza blanca y empezaron la cacería. El 20 de abril las autoridades confirmaron la detención de dos sospechosos.

Uno de los terroristas, Timothy McVeigh, fue capturado el mismo día de los hechos, a unos 100 kilómetros de Oklahoma, por conducir con exceso de velocidad. El otro sujeto, identificado como Terry Lynn Nichols, se entregó voluntariamente al día siguiente del ataque.

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Dos años después, el 13 de junio de 1997, McVeigh fue declarado culpable y condenado a muerte. Por su parte, Nichols fue sentenciado a cadena perpetua por 161 cargos de homicidio.

De soldado a terrorista

Timothy McVeigh consideraba al Gobierno americano su enemigo, y cuando fue arrestado el mismo día del atentado mientras huía, vestía una camiseta en la que aparecían el presidente Abraham Lincoln con el lema "Sic semper tyrannis" (Así siempre a los tiranos).

Experto en técnicas de demolición y veterano del Ejército, McVeigh había sido condecorado con la Estrella de Bronce por su participación en la Guerra del Golfo. Fue ejecutado el 2001 por medio de una inyección letal en la Prisión Federal de Terre Haute, en Indiana. Antes de su ejecución, el psiquiatra aseguró que se trataba de una persona normal, que se había cargado de odio y resentimiento. Él mismo lo confesó mientras estuvo detenido.

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McVeigh, de 32 años, caminó inexpresivo desde su celda hasta la cámara de ejecución. Allí lo sujetaron a una camilla y fue cubierto con una sábana hasta el pecho. Varias dosis de sustancias químicas letales fueron inyectadas a través de su pierna derecha. El criminal fue declarado muerto cuatro minutos después de aplicarle las inyecciones.

Tras la muerte de McVeigh mediante la inyección letal, el caso fue cerrado y las voces que entonces reclamaban más respuestas sobre el atentado se vieron rápidamente eclipsadas por los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre del 2001, en Nueva York. Pero esa es otra historia.

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