El otro
Debo decir con honestidad brutal que no pretendo ser un novelista, soy un hacedor de ideas, un pensador, un filósofo, por lo que la novela que perpetro (“La sed de mal”) no tienta la fama literaria. Es solo la expresión de mi viejo apostolado de las ideas.
Excusen el intimismo, soy no más que un mensajero de contenidos, un obcecado buscador de la verdad, un corajudo volcador de pensamiento. Me importa poco si la narración le es inconsistente al crítico literario o adefesiera a los padres del rigor. Yo no escribo para hacer literatura, en términos técnicos, sino para tantear los vericuetos de la verdad y aportarle algo al mundo, un poco de sustancia más que de ficción.
Pero es una historia, ignoro su destino literario o la textura de su calidad. Eso lo juzgarán los lectores.
En mi novela el protagonista es un poeta cuya vida gira en torno a las desgracias y los giros patéticos. Padece siempre, es expulsado de todos los círculos y ámbitos, excluido, humillado, cercado, mutilado, derruido, abandonado, herido, desoído. Opera, por tal, una metamorfosis, una transformación moral que lo lleva hacia todos los extremos. No es que “Breaking Bad” me haya marcado tanto como “Relatos salvajes” o que “El alma buena de Zsechuán” , de Brecht, me haya rendido tanto como la bestialización de Jean Valjean entre picos y piedras mientras purgaba prisión en “Los Miserables”.
El tema no es el cambio kafkiano sino la indiferencia brutal, la falta de extrañeza y de piedad frente al otro, es la exhibición de la miseria que somos y que nos habita ¿Cuántas veces hemos abandonado a alguien que nos requería en su desierto? o ¿Cuánto desoímos los clamores de piedad? ¿Has cedido al ruego de algún extraño que no necesitaba más que de tu oído y tu presencia, de tu calor y tu amistad? ¿Te sentiste acosado por lo que no eran sino los requiebros de su padecimiento? ¿Has cernido de males la vida de alguno con tus decisiones? ¿Has matado? ¿Has cortado alguna pierna o deshecho alguna existencia? ¿Ensombreces cotidianamente la de alguien? ¿Has cercenado un futuro que te era ajeno porque te era el del otro, sí, del otro? ¿Qué somos en definitiva?
En la novela “La sed de mal”, los verdugos son hipotéticos y diversos como las tragedias y vejaciones que se suceden en la vida del poeta y su alma, que desciende finalmente a los infiernos ¿Habrá redención?
La consecuencia de nuestra indiferencia es en ocasiones el nihilismo, la anarquía, la apostasía, la muerte de la poesía y al final…
Mejor la leen. Esta no es una autoreseña, un aviso o una advertencia, no es más que lo que digo, un mensaje para la conciencia del lector.